Gustavo Zerbino, uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes: "Fuimos plenamente felices en la montaña sólo por vivir un poco más" - Revista Para Ti
 

Gustavo Zerbino, uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes: "Fuimos plenamente felices en la montaña sólo por vivir un poco más"

Gustavo Zerbino sobrevivió a la caída del avión, una avalancha y los 72 días que permaneció en la montaña hasta el rescate. Hace dos semanas regresó al lugar del accidente acompañado de sus hijos y su primera mujer. En esta charla con la escritora María Cabeza, abre su corazón y nos cuenta infinidad de cosas que tienen que ver con la vida, su agradecimiento por estar vivo y por los que ayudaron a que continúe con vida y también de su vocación de servicio.
News
News

Gustavo Zerbino es uno de los 16 sobrevivientes de denominada "Tragedia de Los Andes" que ocurrió el 13 de octubre de 1972. Un equipo de rugby de la primera del Old Christians Rugby Club viajaba – junto a familiares y amigos -, hacia Chile, para jugar con otro equipo. El avión se estrelló contra una montaña. De los 45 pasajeros, regresaron 16, que sortearon todo tipo de dificultades para sobrevivir durante 72 días, hasta que fueron rescatados. Zerbino se quedó un día más, para traer las pertenencias de sus amigos.

Gustavo Zebrino con sus hijos donde fue la tragedia de los Andes
Gustavo Zerbino en la montaña donde cayó el avión. Regresó a los Andes, 50 años después, acompañado de sus seis hijos.

Hoy, Gustavo, a los 68 años, es un agradecido de la vida y disfruta el presente junto a sus 6 hijos: Gustavo, Sebastián, Lucas, Martin, Luma y Lupita. Y con ellos y su primera mujer, Paqui, regresó hace dos semanas al lugar del accidente.

-¿Después de la tragedia de los Andes, se vive o se sobrevive?

-Primero que, tragedia, fue para algunos y, milagro, fue para otros; así como hay madres que hablan del milagro de la vida y otras exclaman: ¡Cómo va a ser milagro si yo perdí a mi hijo! Yo diría que es una historia de amor, amistad, solidaridad y vocación de servicio. La vida es un milagro y la muerte es un misterio. En el medio está lo que tenemos que vivir.

"La vida te da la posibilidad de vivir cosas que te marcan, pero cuando las aceptás y las atravesás, te permiten crecer como ser humano".

Yo estuve 73 días en la montaña, tengo 68 años. Si bien la montaña es algo fuera de lo normal en el mundo cotidiano, tragedia es una palabra que define situaciones de personas que nacieron y vivieron en ambientes totalmente dantescos, los 375 días del año; tragedia es la guerra hoy – con la invasión a Ucrania-. Esas son tragedias. La vida te da la posibilidad de vivir cosas que te marcan, pero cuando las aceptás y las atravesás, te permiten crecer como ser humano.


-¿La experiencia de los Andes te cambió?

-La montaña de Los Andes fue como una enzima catalizadora que aceleró el proceso de aprendizaje interior de cada uno. El que fue tomate, volvió tomate y el que fue banana, volvió banana. ¿A todos nos cambió la Cordillera? No. Cada uno hizo su proceso de aprendizaje, ya que todas las personas somos únicas e irrepetibles. Siempre que seas libre. Ahora, si vos sos un clon como la película The Wall, que van todos caminando en fila que se caen y repiten el mismo patrón de conducta …bueno, el mundo tiene mucho de eso.

Gustavo Zerbino cuando fue rescatado. tragedia de los Andes
Gustavo Zerbino al momento de ser rescatado de la montaña.
Tragedia de los Andes
Foto aérea tomada desde el helicóptero que fue a rescatar a los sobrevivientes del accidente, 72 días después de que cayera el avión.


-Además del miedo, el sufrimiento, las condiciones climáticas adversas, la muerte; ¿Qué otra cosa pasó en la Cordillera?

-A pesar de todo lo duro y difícil que fue, fuimos plenamente felices en la montaña sólo por vivir un poco más. Más felices que lo normal que vive la gente acá.  Sufrimos horrores, también el abandono de la búsqueda fue terrible, pero, dentro de ese escenario elegimos ser positivos y celebrar cada día de vida.


-¿Por qué?

-Porque cada segundo era el último. Y el vivir ese segundo como el último, te exigía abrir tu potencial y entregarte a lo desconocido. La aceptación, cuando apagas la mente para conectarte con tu corazón, hace que vivas la vida de una manera totalmente distinta. Del otro lado del miedo y de la zona de confort, hay un mundo maravilloso para descubrir y, para eso, tenés que animarte. Debes hacerte de valor y fe para avanzar. No se puede vivir la vida mirando por un espejo retrovisor. Estás queriendo repetir lo mismo del pasado y sentís miedo a hacer algo nuevo.


A mis hijos les enseñé eso: ustedes hagan lo que sienten que tienen que hacer, sin miedo a equivocarse. Al cometer un error van a aprender una manera de cómo NO funciona. El pecado más grande que hay en la vida- para mí- no es la acción, sino la omisión: quedarte callado, no animarte a decir lo que pensás, hacer lo que dice otro por miedo o por buscar aprobación.

Gustavo Zerbino y su familia yendo al lugar del accidente
Zerbino y su familia encarando la travesía en los Andes para llegar al lugar de la caída del avión.
Camino al lugar donde cayó el avión en 1972.


Algunos de los sobrevivientes dan o dieron charlas. Estas conferencias: ¿Los liberan, lo hacen para ayudar a otros, ganan dinero? ¿Va por los tres lados?


Las personas se sanan y se enferman por la boca. Nosotros volvimos de la Cordillera y lo único que queríamos era estar entre nosotros. En nuestro círculo íntimo nos reíamos las 24 horas, hablábamos de cosas que la gente no entendía o ni siquiera hablábamos: con una mirada ya sabíamos lo que quería el otro. Después, a medida que pasaban los años, nuestra historia cada vez era más grande. Salieron 14 libros antes que el nuestro. El director del colegio y también mi padre, nos dijeron: "Ustedes tienen que hacer una versión oficial sino nadie va a saber qué pasó realmente". Hubo una licitación mundial y Lippincott, que fue quien hizo la edición americana, fue la que ganó. Fue la más seria, si bien ofreció menos plata. La historia debía ser veraz y esta editorial ofreció esa garantía.


-¿Lo fue?

-Nuestra historia, ¿Te acordás de Desde el Jardín, de Peter Sellers? Él era el hijo de un empleado de un tipo aristocrático, que vivía en una casa en NYC. Se murió este tipo y el jardinero sale a la calle vestido con la ropa de él. Y todo el mundo lo veía como el que pensaban que era; no lo que él era. A nosotros nos pasó lo mismo; nosotros éramos los mismos que antes de caernos del avión, pero antes nadie nos daba bolilla- hasta nos habían abandonado- y, cuando volvimos, todo el mundo quería hablar con nosotros: el Papa, los presidentes, las revistas y vos no entendías que había pasado que hoy eras una persona célebre por lo que habías vivido. Fue muy difícil esa etapa.

-Insisto: ¿Las conferencias?

-Yo desde muy chico iba a las cárceles, hospitales a compartir momentos con gente que estaba muy mal; les contaba la historia. No existe un “ dolorímetro”; tu dolor no es más grande que el mío. Hablando con esa gente, los presos lloraban, me agradecían. Con las charlas de nuestra experiencia en la Cordillera, comenzamos-con Roberto Canessa- a compartir esa vivencia de manera solidaria y, un día, nos llamaron de una empresa de un amigo que era el gerente general de J & J para América Latina y me dijo que tenía que construir un Team Building y que éramos el ejemplo más grande que había en el mundo. Así fue que nos llevó-a Roberto y a mí- a su empresa. Estábamos allí, hablando, y entró el arriero caminando, (el arriero chileno, Sergio Catalán, quien dio aviso de que los chicos estaban vivos) y explotó la sala. Después de esa experiencia, nos empezaron a llamar de empresas de todas partes del mundo.

Así está hoy el lugar donde ocurrió la tragedia de los Andes.


-¿Qué sentís cuando das las charlas? ¿Son motivacionales? Te lo pregunto porque hoy está de moda esto del coaching, la motivación… En ese momento debe haber sido algo novedoso...

-Hoy el mundo está muy mal. Hay una crisis de valores y principios. A nosotros nos convocan como un modelo de un grupo que, a pesar de todo, fue capaz de luchar por un objetivo en común – eso es un equipo- transformando el yo en nosotros y, cuando vos transformas el yo-el ego- en el nosotros, toda tu energía se expande. En un equipo, uno más uno es mucho más que dos; esa fuerza, esa sinergia, se incrementa.

Las charlas fueron terapéuticas, para muchos; empezaron a hablar y se sintieron bien y que todo su dolor hoy le servía a alguien. Yo soy director de una compañía muy prestigiosa, pero soy el mismo que fui al seminario 10 años, el que hablaba con los presos; digo, soy el mismo cuando hablo con el jardinero que ante un sindicato o con el presidente de la República o el Papa. Si bien tengo distintos roles, soy la misma persona que hablo desde otro lugar. Eso me lo dio la educación de mi padre: un ser humano espectacular, un gran ejemplo para mí.

La gente opina o quiere opinar sobre mí y tiene la libertad absoluta de hacerlo- ya que a mí no me importa absolutamente nada, ni el halago ni la crítica- porque soy libre-. Decidí vivir, no morir y, la manera de estar vivo, es hacer lo que sentís y lo correcto por los motivos correctos.

-Dijiste "La gente se enferma por la boca". Tengo información de que hay algunos sobrevivientes que han tenido o tienen cáncer. ¿Es casual que tengan cáncer algunos de tus compañeros?

-Nosotros nos enfermamos con la mente. Si la energía no fluye, nos enferma. Somos mente, somos cuerpo, somos espíritu y tenemos emociones. Si no somos holísticos y no aprendemos a vivir en ese mundo integrador nos vamos a enfermar, somos sólo racionales y estamos deformando la realidad; la realidad es abstracta, es lineal y la gente se enferma porque es rígida, sus conceptos son rígidos y limitados. Alguien que te dice: "Toda la vida fui así, se equivoca, no permite el cambio".

-¿Por qué?

-Porque a los 18 años se es incendiario y a los 40 se es bombero. Es la misma persona que va evolucionando a medida que mira desde otra perspectiva. Por eso, una madre le dice a un hijo: "Cuando vos tengas un hijo me vas a entender". Y es imposible que lo entienda antes porque él está siendo moldeado como este jugo de naranja por el vaso. El líquido tiene la forma del vaso y vos, como padre, lo tenés que moldear poniéndole límites para que sepa que, más allá, va a ir cuando sea grande, pero, ahora, yo te tengo que cuidar. Si yo no estoy, el jugo se va a derramar. Tu hijo tiene que crecer con fuerza para después poder enfrentar lo que le toque.

Volviendo al cáncer, hay muchos factores que influyen- la genética, por ejemplo-. Primero, es un oncogén- hay familias que tienen más predisposición que otras-. Los cánceres de mis amigos fueron: Coche Inciarte, cáncer de mama, Carlos Páez, de lengua y Javier Methol- un santo-, un melanoma por el sol. Javier tuvo 40 metástasis y pidió morir en mis brazos.

Zerbino de regreso a la montaña
Zerbino con el sacerdote que acompañó en la travesía para llegar al lugar de la tragedia de los Andes.

-Contame, por favor

-Yo estaba en el mundial de rugby como presidente de la delegación uruguaya con mi hijo Martín, y me llamó Methol: "Quiero morirme en tus brazos". Le respondí: "Es primero de mayo, yo vuelvo a Uruguay el 28 de mayo; si querés eso, me vas a tener que esperar". Se hizo un silencio del otro lado de la línea. Javier me contestó: "Te espero". Te confieso que pensé que no pasaba la semana.

El 28 de mayo llegué y fui directo al hospital; estaba con toda su familia, inclusive sus nietos. Me estaba esperando a mí. Estaban: Canessa y Parrado. Estuve una hora y media hablando con él; me agarraba la mano, me daba besos. "¡Me esperaste!", bromeé. "¿Cómo no te iba a esperar? Yo quiero que vos me ayudes a dar este paso, a hacer esta transición como lo hiciste con varios en la montaña", me respondió. Acto seguido, me muestra un papel en la pared que decía: "No te quejes por lo que te falta, agradece lo que te queda, pero nunca, nunca, nunca, dejes de luchar por lo que deseas". Cuarenta metástasis, se estaba muriendo y escribía eso. Uno de sus nietos se lo escribió en el pizarrón.

¿Entendés ahora? Nosotros venimos de un lugar que nos hizo ampliar nuestro umbral de dolor hasta límites inimaginables de la tolerancia, la paciencia y el amor incondicional. No nos lo propusimos; las circunstancias nos hicieron luchar y abrazar estas virtudes, cuando todo el mundo se entrega. Yo te hablé del miedo. Las personas en la montaña, en Chile o en cualquier parte del mundo, se mueren congelados, en menos de 24 horas. Nosotros estuvimos 73 días a 4000 m de altura, con temperaturas 20 o 30 grados bajo cero. ¿Por qué no nos morimos? Porque queríamos vivir. Y para ello, hicimos todo lo que se requería, lo necesario, lo que hacía falta sin quejarnos.

No sabíamos bien qué hacer, por ensayo y error, aprendimos y nos fluía la información ya que está dentro del ADN. Nos golpeábamos, abrazábamos, masajeábamos porque, si te quedabas solo y quieto, te congelabas. Se llama La Muerte Dulce, se te va congelando el cuerpo de afuera hacia adentro, la sangre se va congelando y se te paraliza el corazón y te transformas en una estatua de hielo.

Zerbino con su madre en el momento del rescate
Zerbino junto a su madre en el helicóptero en el momento del rescate. Su mamá, Susana, tiene hoy 99 años.

-¿Es cierto que el hecho de que hayan sido un equipo de rugby ayudó o forma parte del folklore de la historia?

-Yo soy deportista así que no me gusta extrapolar. Aun así, te digo que, para mí, haber sido rugbiers, hizo la diferencia porque el rugbier ya está adaptado antes de empezar a jugar. Primero, tienen que, todos juntos, llevar la pelota al otro lado; en el scrum son 8 que empujan todos juntos y te enseñan a levantarte cada vez que te caes y a seguir corriendo. Lo más importante es que el juez siempre tiene razón; ¿Qué quiere decir? Que no importa lo que pase, vos tenés que seguir haciendo lo correcto por los motivos correctos, sin quejarte.

El rugby es el deporte más democrático que conozco porque juega el gordo, el flaco, el veloz, el lento, el alto, el bajo; todos tienen un lugar. En la Cordillera, cada uno tenía un don y, en eso, yo era el número uno. Yo tuve que ser médico con Canessa; había estudiado tres meses en la facultad de medicina: biología celular, psicología médica y estadística. Tuve que cortar, coser, curar, ayudar, todo lo que te imagines y más, lo hice. Roy Harley era el especialista en radio; sólo porque, un día, había armado una Radio Spika, la sacó de su cajita, le puso una batería, la ensambló y funcionó.
Tenemos toda la información adentro.

Una mujer va caminando, siente que le crece la panza, va a parir debajo de un puente; pare, se lava y actúa instintivamente. La información biológica la tiene dentro. Y nunca supo cómo lo hizo. O , de repente, un hombre ayuda en un parto; se pone en actitud de servicio y sus manos se mueven solas. Yo lo vi, me di cuenta de que cuando te decís yo no puedo, ya estás siendo parte del problema. El decir no tengo idea como ES, pero dejame que voy a ver cómo hago para solucionarlo, apelar a que alguien te ilumine, que se te abran canales. De esa manera, ya por sólo estar dispuesto a aceptar la realidad y modificarla, te aparecen infinitas posibilidades.

El sacerdote dio una bendición en el lugar donde se dio la tragedia de los Andes hace 50 años atrás.

En vez de preguntarte ¿POR QUÉ? que te lleva a la parálisis de análisis, preguntate CÓMO. El cómo, te impulsa inmediatamente a la acción. Es importante la observación previa. Luego, ya tengo un objetivo y me pregunto cómo lo puedo hacer y toda tu maquinaria se pone en funcionamiento en esa dirección. Cuando me quejo y no acepto lo que pasa, me peleo con la realidad, sufro, me produce ira, impotencia, bronca.

-Volviste a la montaña con tus hijos, por los 50 años del accidente. Me llamó la atención que fuera tu primera ex mujer...

-Mi ex mujer no, la madre de mis hijos- Paqui-. Yo me casé con ella y tuvimos 4 hijos varones. Estuvimos casados 13 años y fuimos muy felices; es una mujer increíble, una excelente madre, una gran amiga, la quiero mucho. Ella tuvo sus novios, yo mis novias; yo me volví a casar. Tengo el máximo respeto por ella.

Zerbino y su familia ensamblada: sus seis hijos y sus dos mujeres, Paqui (madre de los varones) y María (que murió y era la madre de sus hijas).

Fue para acompañar a sus hijos. Yo la invité y me dijo que no. Después, unos días antes de irnos, me preguntó si podía ir y le dije: "Ya no hay más lugar". Era en broma. Largó la carcajada; una travesura. ¡Qué sano que pueda jugar! Finalmente, me dice Paqui: "Dale, si para vos no hay nada imposible". Y yo: "Eso era antes, yo me lo creía; hay cosas imposibles". Ella insistió: "No, vos podés con todo". Yo le dije risueñamente que no me manipulara.

Le conseguí el lugar y fue; disfrutó mucho. Me lo agradeció infinitamente; fue una experiencia maravillosa que compartió con sus hijos, conmigo y el resto de la familia. Fue lindo compartir la vivencia; nos unió a todos mucho más. Además, dos de ellos están esperando un hijo, es decir que vamos a ser abuelos. Vamos a tener 2 nietos en agosto o septiembre.

-¿Todos tus hijos son de tu primera mujer?

-Los varones son todos de Paqui que es uruguaya, que fue a la montaña y, las nenas, de María, argentina. María González. Una gran mujer. La conocí en el año 2000; estuvimos como 15 años juntos. Luego nos divorciamos. De ella, tuve dos niñas: Luma hoy tiene 23, era hija de María – que tuvo de soltera; yo la adopté y es mi hija (hay gente que sabe y otra que no, es lo mismo porque es mi hija. No siento ninguna diferencia con ningún otro hijo, la conozco desde que tenía dos años. Es divina, una gran compañera); me ayuda mucho con Lupe, que es la menor y tiene 15 años. Es una hija extraordinaria y está mucho mejor después de atravesar la muerte de su madre.

Mis hijas fueron mis maestras. La chiquita, cuando la madre murió, se tiraba de cabeza adentro del cajón. "Me quiero morir mamá, me quiero ir contigo"... Sufría, gritaba, se encerraba en el cuarto. Me puteaba. Toda la bronca era conmigo. A mí me daba una impotencia, un dolor enorme; yo puedo manejar mi dolor.

Estaba sufriendo porque no lo aceptaba; estaba peleando, buscando culpables, quería sacarse la mierda que tenía adentro. Cuando se acumula mierda y un día te vuelve, y no podes más, tenés que preguntarte ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a empezar a aceptar qué es lo real? Lo fáctico es que todo el mundo, algún día, va a morir, pero vos tenés que vivir.

Yo aprendí que a un hombre de 99 años y a un bebito de un mes, a ambos, les queda el 100 por ciento del tiempo y el tiempo es relativo; lo que importa no es todo lo que viviste, es lo que te queda por vivir. Lo que viviste ya fue; no lo podés cambiar; podés agradecer por todo lo que te dio la vida que no esperabas, agradecer por lo que aprendiste que no era para vos y pudiste – por preservarte- dejarlo de lado. Pero avanzaste.

50 años después, los hijos de Zerbino volvieron a la montaña, al lugar donde su padre sobrevivió durante 72 días en condiciones extremas.

-¿Qué es lo primero que hacés a la mañana?

-Agradezco por estar vivo, tener salud y tener un día más para hacer mil cosas. Las cosas que me provocan temor, las saco. Listo. Es una burbujita, la hago explotar, ¡chau miedo!

-¿Y lo último que hacés antes de dormir?

-No me duermo, me desmayo. Gasté toda la energía. Antes de dormir agradezco por un día más y hago una rápida evaluación del día: los aciertos y los errores y, de repente, si le hablé mal a mi hija porque estaba cansado, pido disculpas.

-¿El sexo?

-El sexo es la cosa más linda que hay y más natural, cuando lo vivís naturalmente. Ahora, tener una relación consume mucha energía. Yo tenía una novia.

-Contame de tu novia.

-Mi segunda mujer, María, murió de cáncer de mama en Buenos Aires, y nosotros vivíamos en Uruguay. La acompañé hasta el final. Ya estábamos divorciados e iba los fines de semana a Buenos Aires, a Quilmes, a apoyarla con su enfermedad.

Un domingo cuando fui a buscar a mi hija a su casa me dijo: "Tocame aquí" (en la mama). Tenía un bultito y el pezón para adentro. Esa era la relación de confianza que teníamos. La llevé a hacerse una mamografía con un amigo médico ese domingo y se vieron perfecto tres nódulos y la biopsiaron. Al otro día me llamó y me dijo que María tenía un cáncer muy agresivo. Ella estaba conmigo y le comenté: "María, ¡te felicito y que suerte tenés; te encontraron un cáncer de mama!".

Gustavo Zerbino con su segunda mujer que murió de cáncer
María, la segunda mujer de Zerbino, cuando peleaba contra el cáncer.

-¿Suerte? Deber haber sido un momento terrible

-Sí, suerte porque se lo encontraron 6 meses antes. Yo ya no era el marido y, a pesar de eso, confió en mí. Si se lo encontraban después, iba a ser demasiado tarde. Se lo encontraron 6 meses antes. Y me miro y me dijo: "Tenés razón". Yo estudié 6 años de medicina; es por eso que supe que tenía que hacerse una mamografía ya. Si no hubiera tenido esa relación que tenía conmigo, no se hubiera detectado 6 meses antes.

Le sacaron toda la mama; quiso operarse en Argentina. Al año, estaba curada. Al año siguiente fue a chequearse y tenía metástasis en un pulmón, que después se fue al cerebro. El último año, yo iba todos los fines de semana- estaba con mi hija más chica- a acompañarla. Llegaba, estaba a oscuras en una habitación y yo entraba al cuarto y le comentaba: "No sabés el sol que hay afuera; ¿por qué no te bañás y salimos a pasear, a divertirnos a la calle? Te estás muriendo viva. ¿Alguna vez no te divertiste conmigo? ¡Vamos a vivir! Yo le decía que todos, un día, nos íbamos a morir pero que todos lo otros días tenemos que vivir y agregaba "Dejá que la muerte te sorprenda, pero no te mueras antes".

La madre y las hermanas- también su hija- la cuidaban, la protegían, la bancaron en todo y estoy muy agradecido por ese apoyo.  Yo sentí que había que cambiarle la actitud a María; por eso la sacaba de su casa. Lo importante no es lo que pasa, es lo que hacemos con las cosas que nos pasan. Al final, confiaba en mí y salíamos a pasear, nos reíamos, nos divertíamos, dábamos vueltas por todo Quilmes. Respiraba vida y regresaba mucho mejor.

-Y se olvidó que se estaba muriendo.

-Yo me estoy muriendo, vos también. Ahora ese click, hace la diferencia. Y bueno, mi novia en Montevideo me quería apoyar y me preguntaba: "¿Te puedo acompañar?". Yo le respondía: "No; yo no voy a pasear, yo trabajo y te aclaro: hoy lo más importante para mí son mis hijas y apoyar a la madre de mis hijas".

Cuando María se estaba por morir, le dije a mi novia: "No tengo tiempo para ti. No tengo energía. Toda mi energía va a ser para mis hijas y para María". Me respondió: "Por supuesto, tomate todo el tiempo que quieras". Yo elegí estar junto a mi familia; me precisaban a su lado.

Cumplí con lo que sentía que tenía que hacer y estoy orgulloso de haber podido corresponder a las necesidades de mis hijas y de María, cuando más me necesitaban. Yo pongo foco y mi energía en lo que estoy haciendo, no existe otra cosa, eso me quedo de la montaña.

-¿Sufriste por amor?

-En la Cordillera el mundo nos abandonó, nos dio por muertos. Fue un gran desamor. Estábamos vivos y es muy fuerte cuando el mundo entero dice que estás muerto y te abandona. Recuerdo que me dije, hoy es 2 de noviembre y, cuando me comentaron que era el Día de los Muertos, me empecé a reír a carcajadas. Era el Día de los Muertos y, para el mundo, estábamos muertos. Recuerdo haber pensado si el mundo estaba vivo o si sería al revés; que estaban todos muertos y los únicos vivos éramos nosotros. Era la época de la Guerra Fría; quizá alguno había apretado el botón y no quedaba nadie. Al mismo tiempo, toda la energía del mundo y la nuestra, se concentró allí. Como en la ciencia, nada se pierde, todo se trasforma. La alegría de vivir estaba en la montaña, más allá del abandono y el sufrimiento. Pusimos lo mejor de cada uno y focalizamos en salir adelante. ¡Es increíble, no sabés la energía que había!

¿Vivís solo?

-Con mi hija Lupe, de 15 años, que está mucho mejor ahora- después de lo de la mamá-, mi hija Luma, que tiene 23 años- estudia psicología y ahora empezó a trabajar en la guardería del Christian Kids- y mi hijo Martín, de 26 años, que juega en la primera de rugby del Christian y era uno de los líderes de “Toco para vos”-. Dejó de tocar para jugar al rugby. Y Fátima, que es la empleada, y hace 33 años que está en casa, más tres mascotas: dos perros, un cimarrón que se llama Obdulio, un salchicha que es de Luma que se llama Ticholo y, una gata, que se llama Capuccina -que era de María-.

Y mi madre que tiene 99 años quien vive a 10 cuadras, y la voy a ver de mañana y de tarde, todos los días. Y practicaba yoga hasta los 94. Tiene 33 nietos, 35 bisnietos y espera dos más. ¡Una fenómena!

-¿Qué amás hacer?

-Vivir; yo digo siempre que soy una persona feliz que agradece todos los días por estar vivo; que tengo una gran vocación de servicio. Estar vivo, tener salud y estar suelto, ¡Ya está! Tengo trabajo. Del fuselaje para arriba todo está bien para mí. Tengo muchísimas más cosas de las que necesito.

-Después de la muerte, ¿hay algo más, nada?


-Cuando te morís tu espíritu se va a nivelar, por eso el alma pesa 800 grs. Esa energía va a ir para otro lado y va a entrar en algo. La vida y la muerte son complementarias, como la noche y el día: 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad. El diploma en la vida es la muerte. Si vos no morís, no viviste. Es un ciclo. Y viene otro ciclo.


Estuve muerto dos veces y siempre tuve una nueva oportunidad. La primera vez fue cuando cayó el avión. Estaba sentado, me levanté y me fui a hablar con los pilotos; estaban tomando mate y observaron que había montañas muy grandes y vieron que estaban perdidos; ahí me mandaron para atrás. Indicaron que nos pusiéramos los cinturones y, de repente, agarramos un pozo de aire de casi mil metros y el avión coleó, para no chocar de frente y, cuando estaba por chocar, sentí pip pip, el avión caía de cabeza. ¡Tac! A 500 km por hora chocar contra una montaña mirándola… No queda nada. Esperás que se ponga absolutamente negro y se acabe todo. Segundos antes de que choque el avión, me levanté y me saqué el cinturón. Hice completamente lo contrario, de vuelta. Me agarré del corredor de las maletas e imploré: “Jesusito, Jesusito, no quiero morir”. De repente, paró todo y yo seguía teniendo consciencia, tenía la percepción de la consciencia. Después de la vida, seguís teniendo consciencia; no era Gustavo Zerbino, era consciencia.

¿Hay vida después de la muerte? ¿Dónde estoy? ¿En qué plano? De repente, me cae una gota por la cara, abro los ojos, me toco y miro y era una gota del aire acondicionado – un líquido amarillo, que, aparte es corrosivo, y no me quemó. Miré para adelante y me di cuenta de que estaba vivo y el avión se partió justo atrás mío y di un paso y me caí dentro la nieve. Quedé enterrado hasta la cintura. Miré para arriba, veía las nubes, un compañero se cayó hacia un precipicio; tuve que subir, los oídos pitaban porque la cabina se había despresurizado. En ese aturdimiento, el aire no te llega a los pulmones, el corazón iba a mil- tenía taquicardia-, la mente en cámara lenta. Quería moverme y saqué un asiento y estaba Canessa; otro, estaba muerto. Esa fue la primera vez.


La otra fue con la avalancha. Eran las 4 de la tarde y hacía tres días que nevaba; estábamos todos, uno frente al otro, con los ojos entrecerrados esperando que pase el tiempo. De repente, un temblor, un ruido que te aturdía; entró una avalancha de nieve dentro del avión y lo cubrió por 15 metros. Me quise mover y era como si tuviera una tonelada de cemento arriba; en mis manos tenía los pies de la persona de enfrente y le apreté los dedos para ver si me contestaba y no se movió; estaba muerto. Con mis dos codos toqué a las personas que estaban a mi lado y nada. ¡Estaban todos muertos, me aterroricé! El corazón me latía a mil km por hora, el aire no me entraba, se expandían los pulmones, pero no había aire, y me empecé a desesperar.

De golpe, se me aclaró la mente y una voz me decía -esa voz interior que nunca me abandonó, la misma que me hizo sacar el cinturón justo antes del impacto-. La voz me decía: "Tranquilo, pará. Tranquilo. Cuando vos estabas en la panza de tu madre, tu vida era una vida intrauterina, saliste y quedaste adentro de tu cuerpo. Y seguía: si crees en Dios, Dios no te puede invitar a una fiesta que es la vida, y, en los últimos segundos de tu vida, te regala una experiencia que es la muerte, no puede ser mala. Tenés que confiar. Anímate a vivirla".

En ese instante, todo se calmó. Mi mente se apagó. Mi corazón dejó de estar por explorar, mis pulmones se relajaron. Empecé a ver mi vida tridimensional. Yo estaba sentado en la primera fila de un teatro y en el medio la estaba viviendo. Desde arriba yo veía a las dos personas, a la que la miraba y a la que la vivía (tridimensional); en segundos, pasaron todas las imágenes para atrás, de los momentos más mágicos de mi vida. Lo único que me acuerdo es que estaba gateando desnudo (era un bebé) con una toalla y mi madre de frente con las manos esperándome para recibirme. Acto seguido, me transformé en un rayo de luz. Una luz fluorescente que iba hacia un centro de luz muy grande, como en los rayos de una bicicleta, en donde escuchaba y sentía la música más maravillosa que te puedas imaginar, un tiempo omnipresente- no había pasado ni futuro sólo energía-. Era parte de toda esa conciencia cósmica, era toda una unidad.

De repente escuché que me llamaban: "Gustavo... Gustavo". Carlitos Páez -que estaba enfrente de la persona a mi derecha- se pudo destapar y estaba buscando a Nicolich y llegó a donde estaba yo, que estaba muerto. Se paró, se dio vuelta y comenzó a escarbar para el otro lado. Al escuchar Gustavo, yo tomé conciencia de que ERA Gustavo y, esa palabra, mi nombre, fue el despertador que suena de mañana y que, por un lado, querés seguir durmiendo y soñando y, por el otro, sabés que te tenés que levantar. Esa dualidad me hizo caer como en un ascensor desde 10 metros y volví y abrí los ojos. Le mordí el pie a Carlitos, parado sobre mí, y ahí, me dio vuelta y me destapó.


-¿Creés en Dios?

-Creo en Dios; hay tantos dioses como personas. El Dios mío es el amor; es un amor incondicional; quiere lo mejor para vos y tenés que aprender a vivir dentro tuyo. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Creo en Jesús, pero el que cree en Alá, Jehová o Mahoma, está bien, es el mismo dios. El mío no es el mejor. Para mí, tiene distintos nombres, pero es el mismo para todos; es la misma música, pero distinta letra. Muchos años recé el rosario todos los días.

-¿Cómo vivís la vida?

-Vivo esta vida como si fuera la última. Y si me trajeran otra, la voy a vivir de vuelta. Estoy dispuesto a jugar todos los partidos que me inviten.

Fuente: María Cabeza, escritora.

Fotos: gentileza Gustavo Zerbino.



Más información en parati.com.ar

   

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig