Rafael Lanus nació en Argentina, vivió en Los Ángeles y ahora está radicado en Barcelona con su familia. El confinamiento debido a la pandemia de coronavirus dejó varada a su mujer Mariella en Italia, donde había viajado para visitar a su papá que estaba enfermo, y él tuvo que lidiar con todo lo que significa estar en cuarentena con su hija Sophie (de 6 años) alejada más de tres semanas de su mamá. Una lección de vida, en primera persona, que emociona.
Este es un breve relato de cómo la fotografía me ayudó a sobrellevar el confinamiento junto a mi hija de 6 años, mientras su madre permaneció más de tres semanas varada en Italia.
Aquel 7 de marzo impensado en que mi esposa Mariella, de nacionalidad italiana, viajó a Milán para ver a su padre, quien llevaba más de un año luchando contra la leucemia, parecía ser un día normal, igual a tantos otros en los que ella partía para regresar en breve, tal y como lo había hecho más de una docena de veces en el último tiempo, mientras mi hija Sophie de 6 años y yo, permanecíamos esperando su regreso en Barcelona, donde residimos actualmente. Pero no, ese 7 de marzo resultó ser el que inauguraría uno de los momentos más difíciles de nuestras vidas.
La distancia que más duele
Al aterrizar, se enteró a través de su familia que su padre, Pasquale, había sido hospitalizado debido a que presentaba fiebre elevada, algo normal por su condición, pero tristemente, resultó ser que el origen de aquella afección era el Coronavirus y luego de dos días de mucha incertidumbre, finalmente falleció.
Por desgracia, dado a su estado y a toda la crisis de Covid-19, Mariella y su familia no pudieron estar con él en sus últimos momentos, y debido a los confinamientos en el norte de Italia, que comenzaron justo unas horas después de la llegada de mi esposa, no hemos tenido la oportunidad de honrar su vida y darle la despedida adecuada con un funeral formal, incluso hasta el día de hoy. ¿Quién sabe cuándo sucederá esto?
Mientras tanto, aquí en Barcelona, Sophie y yo no pudimos acompañarlos como hubiésemos deseado, debido a las restricciones y al riesgo que aquel viaje implicaba. Todos ellos, menos mi mujer, la cual no había estado en contacto directo con su padre, habían estado expuestos en cierta medida al Coronavirus.
Preguntas sin respuesta
En ese momento, no sólo no podíamos realizar el duelo juntos como familia, si no que comenzaba a plantearse una pregunta de respuesta incierta: ¿Cómo y cuándo iba a volver mamá a casa? Para mí, a quien parecía en un principio le había tocado la parte más fácil de toda esta pesadilla, me vi de pronto en el momento más desafiante de toda mi vida; necesitaba apoyar a mi hija, que por cierto es muy apegada a su madre, y que sólo buscaba respuestas simples y concretas, tal como suelen hacer los niños de esta edad: “Está bien, está bien, pero ¿cuándo regresará mamá? ", repetía ante mis respuestas rebuscadas y vacías, cargadas de incertidumbres propias del adulto.
Ella necesitaba algo tan simple como tal día a tal hora, algo que yo no podía precisarle en esta ocasión; el mundo había cambiado y me era imposible explicárselo, sin generarle más incertidumbres que sentía innecesarias. En los días siguientes, Italia confinaba a todo su territorio.
Los vuelos entre este país y España se cancelaron hasta nuevo aviso y, para colmo, la madre de Mariella, Pina, que ya estaba pasando por la dolorosa pena de perder a su marido y compañero de hacía más de 50 años, empezó a desarrollar síntomas de lo que podría ser Covid-19. En una situación normal, lo adecuado hubiese sido ir a la guardia de cualquier hospital, pero este había dejado de ser un mundo normal; mandarla a un hospital en el centro de Milán era como una sentencia de muerte, algo demasiado similar a lo que penosamente había sucedido con el padre de Mariella.
A partir de entonces las preguntas comenzaron a resonar en nuestras mentes más que nunca ante tanta incertidumbre, ¿Cuándo volvería realmente Mariella? ¿La madre estará bien? ¿Mariella estará bien?
Confinados en la soledad
Del otro lado del Mediterráneo, España se sumaba al confinamiento, la escuela de Sophie al igual que todas las demás cerraba, por lo que lo único que teníamos para mantener una vida "normal" para ella, como ir a su jardín o ver a los amigos, ya no era más una opción.
Cabe aclarar que nosotros somos una familia multicultural; yo nací en Argentina, viví en Los Ángeles durante 20 años, allí llegó Sophie, y ahora vivimos en Barcelona, por ende no tenemos ese mismo apoyo familiar que hubiéramos tenido en Los Ángeles, Buenos Aires, Nápoles o Milán, aquel que en aquellos momentos se extrañaba aún más que nunca. Fue entonces que caí en una inequívoca realidad; yo tenía que ser fuerte no sólo por Sophie, sino también por Mariella, e incluso por mí!
Imágenes de mi cuarentena
Sentía que necesitaba apoyarme en algo, y como una revelación vino a mi mente; qué mejor que mi cámara para lograr mantenerme cuerdo y con la fuerza necesaria, y eso fue lo que hice, lo que vengo haciendo. Tratando esto como la cobertura más desafiante de mi vida, esta vez, no para un cliente, sino para nosotros, la familia, un proyecto personal que consiste en recolectar todos estos momentos extraños, pero a la vez increíbles, únicos, realmente sin precedentes.
Para mi sorpresa, Sophie y yo hemos construido un vínculo aún más fuerte que el que jamás hubiese podido imaginar. La estoy conociendo tanto, descubriendo en cada momento su increíble forma de ser, su fuerza, su madurez, ¡su misma esencia!
El hecho de estar constantemente capturándolo todo, tanto en video como en fotos, nos ha ayudado muchísimo. Nos divertimos inmortalizamos momentos, para luego mirarlos al final de la jornada, ayudando a que pasen los días.
La vida es bella
Incluso ella misma agarra su Polaroid tomando fotos para su propio álbum. En cuanto a la familia, la situación está empezando a mejorar y lentamente se va acercando un poco más a la normalidad; la madre de Mariella mejoró y por suerte mi mujer pudo subirse a un barco que la trasladó de Génova a Barcelona, llegando ayer después de 22 largos días a la distancia.
Pero aún no se ha concretado aquel tan ansiado reencuentro, ya que, como en teoría ha estado expuesta al Covid-19, debe realizar su cuarentena de dos semanas, como corresponde, en un departamento que nos han prestado unos amigos, quedando 14 días restantes para verla. "De hecho quedan 11, dady", me corrige Sophie mientras tacha un día más en su calendario.
Mientras tanto seguimos capturando momentos, manteniendo la fe, reforzando ese vínculo que no para de crecer y afianzarse, dándole a Sophie lo que denomino el mundo de ”La vida es bella", algo así como Guido (Roberto Benigni) hizo a su hijo Giosuè en la maravillosa película "La Vita e Bella".
A mi entender, Sophie no necesita todas las incertidumbres que esta particular situación nos trae a todos; necesita ser una niña, sabiendo que es nuestra querida hija, y que, incluso a la distancia, tiene la mamá más fantástica que podría habernos tocado, sumado a toda una familia que la quiere con toda su alma.
Última noticia: Luego de los 14 días afuera de casa haciendo su cuarentena obligatoria, Mariella vuelve al hogar, su primer abrazo en el hall the entrada del edificio, fue una de las cosas mas dulces que vi en mi vida.