Por qué el pelo se quiebra (y por qué el brillo no siempre es salud)
 

Pelo que se quiebra: la guía práctica para entender por qué pasa y cómo evitar que avance

Pelo que se quiebra: la guía práctica para entender por qué pasa y cómo evitar que avance
Hay daños que se pueden mejorar con hábitos y tratamientos, y hay uno que es definitivo: el quiebre. Cuando la fibra se corta, no existe producto que la “pegue” de nuevo. La clave, entonces, es doble: entender por qué se rompe y aprender a reconocer las señales para frenar el proceso antes de que el pelo “se acorte solo”. Con la mirada de Georgina Buscaglia, especialista en color y cuidado, estas son las decisiones que marcan la diferencia.
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El pelo no se fortalece volviéndose duro: se vuelve resistente cuando recupera flexibilidad.

Cuando el pelo deja de doblarse y empieza a romperse

Entre todos los daños que puede sufrir el pelo, hay uno que es determinante: el quiebre. Cuando una fibra se quiebra, se corta. Y una vez que se corta, no hay tratamiento que la vuelva a unir. No se “repara”, no se “sella” y no se reconstruye: el pelo roto es pelo perdido.

Para entender por qué este daño es irreversible, ayuda volver a la base: la fibra capilar no está diseñada para ser rígida, sino para flexionarse. Esa capacidad de doblarse, estirarse levemente y volver a su forma es lo que le permite soportar lo cotidiano: lavado, cepillado, peinado, calor, fricción con la almohada, atados y cambios de estilo.

Acá aparece un mito muy instalado: creer que un pelo rígido es un pelo fuerte, o que un pelo brillante es un pelo sano. Desde el punto de vista estructural, suele pasar lo contrario. Rigidez no es fortaleza: cuando el pelo pierde flexibilidad, pierde adaptación. Y una fibra que no se adapta, se rompe.

La trampa del brillo inmediato (y qué evitar si tu pelo se quiebra)

Muchos tratamientos que prometen “control total” trabajan bajo el mismo principio: endurecer la fibra para que se vea más lisa, más brillante y con menos frizz. Alisados, botox capilares, tratamientos “de queratina”, antifrizz o antifreeze pueden dar un resultado visual impactante al principio, pero ese efecto se logra muchas veces inmovilizando una estructura que necesita moverse.

Por eso el quiebre suele ser un daño silencioso: no aparece en el momento cero, sino cuando el pelo rígido tiene que hacer lo que hace todos los días. Se quiebra al atarlo, al pasar el cepillo, al usar herramientas de calor, en el lavado o simplemente por roce. Y se corta justo en los puntos más vulnerables: medios y puntas, o donde la fibra está sensibilizada por coloraciones y decoloraciones.

Señales para prestar atención (sin entrar en paranoia, solo para decidir mejor):

  • Sentís que el pelo “se acorta” sin cortarlo.
  • Aparecen pelitos más cortos en distintos largos (como “capas” involuntarias).
  • Las puntas se afinan muy rápido o se deshilachan.
  • El pelo se siente “duro”, con poca movilidad, aunque esté brillante.

Si esto pasa, no es solo “falta de hidratación” o un problema de rutina: puede ser una fibra rígida llevada al límite.

Qué sí podés hacer: frenar el quiebre y recuperar resistencia real

La buena noticia es que este proceso se puede frenar. El objetivo no es perseguir brillo a cualquier costo, sino trabajar para que el pelo recupere flexibilidad, que es lo que le devuelve resistencia real.

Estrategias concretas que suelen ayudar:

  • Bajar la tensión mecánica: menos tironeo al desenredar (siempre de puntas a medios), elásticos suaves, peinados que no queden “tirantes”.
  • Usar calor con criterio: temperatura moderada, protector térmico y menos pasadas. Si el pelo ya está rígido, el calor puede acelerar el quiebre.
  • Revisar tratamientos de alisado/control: si el pelo se siente duro o se quiebra, conviene pausar ese tipo de procesos y consultar con una especialista.
  • Apostar por tratamientos que devuelvan elasticidad: el enfoque es el opuesto a endurecer. La meta es que el pelo vuelva a moverse, ceda un poco y no se corte.

Y algo importante: si ya hay quiebre, la recuperación real se ve en dos planos. Por un lado, evitar que se siga cortando. Por otro, acompañar el crecimiento con una rutina que no lo vuelva a rigidizar. Para sumar ideas de rutina, puede complementar una nota como esta sobre cuidados del pelo (interlinking natural a contenido afín de Para Ti).

El quiebre es el punto en el que el pelo deja de “aguantar” y empieza a cortarse. No hay producto que una una fibra rota, pero sí hay decisiones que frenan el proceso: menos rigidez, menos tensión, menos calor sin control y más foco en recuperar flexibilidad. Si el pelo se siente duro, brillante pero sin movimiento, o “se acorta solo”, vale la pena ajustar a tiempo y, si es necesario, consultar con una especialista para elegir el camino que mejor vaya con tu pelo.

Fuente: Georgina Buscaglia – especialista en color y cuidado del cabello

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