Bitácora de viaje: como todo viaje profundo, esta historia no empieza con un pasaje en la mano sino con una hoja en blanco, refugio silencioso que empezó a hablar y contar, a expresar a través del dibujo un recorrido por el proceso íntimo y creativo de una joven en busca de algo para sanar, de su (nueva) identidad, y de su profesión: Mariel Ros, ilustradora y artista.
Antes, fue traductora. Pero su camino entre traducción e ilustración no fue lineal. “Durante mucho tiempo sentí que mi yo traductora y mi yo ilustradora no tenían nada que ver, pero hoy veo que una cosa llevó a la otra”, reflexiona Mariel, especialista en dibujo urbano.

Desde muy chica dibujaba, y a sus primeros dibujos los evoca a través de los relatos de su madre que recuerdan a su “yo niña” recreando escenas y personajes de Disney.
“Lo que sí recuerdo claramente es que, desde muy chica, el dibujo fue una especie de refugio: algo parecido a meditar o hacer terapia. Me permitía volcar en la hoja todo lo que me estuviera pasando, bueno o malo, y durante muchos años lo viví así. Ni siquiera lo pensaba como un hobby. Era mi espacio y eso me alcanzaba”.
El viaje (de ida y vuelta) de una dibujante

Lo que empezó como un viaje por adentro, la llevó lejos de su casa, y la trajo de regreso. Mariel Ros eligió estudiar inglés porque amaba viajar, y apenas se recibió de traductora, aplicó a una visa de trabajo y se fue a vivir una temporada en Colorado, Estados Unidos.
“Si no hubiera estudiado inglés, probablemente no hubiera viajado tanto; y si no hubiera viajado tanto, hoy no estaría dibujando arquitectura”, describe su propio itinerario la artista dibujante de ciudades, edificios, monumentos y fachadas. También pinta “murales, vidrieras y cositas” describe en su cuenta en Instagram @marielrosilustraciones.
Mariel pasó casi tres años viviendo afuera, y pasó de todo. Ella tan lejos, recibió la noticia de la inesperada muerte de su padre, y luego la de su tío, su hermano mellizo.
“Nunca imaginé que iban a ser los años más increíbles y también los más difíciles de mi vida... No sé cómo poner en palabras lo que significó volver a Argentina después de todo eso. Tenía encima un dolor enorme, mucho enojo, y fue durísimo”.
En esa búsqueda por procesar todo, volvió a la hoja en blanco y al dibujo, y a la escritura en forma de “blog de viajes”, como un intento de ordenar la excursión que iba por dentro y estaba sintiendo.
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Arquitectura personal e identidad artística de Mariel Ros

¿Alguien dijo adentro? En plena pandemia y cuarentena 2020, la bitácora de viaje dice: “necesité volver a conectar con esa Mariel viajera, aunque fuera mentalmente. Revisando fotos, mapas y recuerdos de esos viajes sentí la necesidad de dibujar y reconstruir esos lugares para, de algún modo, resignificarlos. No fue solo por nostalgia; necesitaba encontrar sentido, una manera de sanarme”.
“Con el tiempo, ese ejercicio personal empezó a transformarse en un proyecto profesional y se convirtió en mi trabajo. Ahí entendí que nada fue casual: el idioma, los viajes, las pérdidas, la arquitectura... Todo estaba conectado”.
Entonces esa práctica íntima se transformó en proyecto y actividad laboral, concebido de acuerdo a una singular arquitectura personal que definió las señas particulares de su yo artista.

Mariel Ros dibuja, desde la cúpula de un edificio patrimonio histórico de la ciudad a la ventana con la luz encendida de una habitación cualquiera de una casa cualquiera, con precisión y sobriedad, con paleta monocromática, trazo firme, al detalle y en orden, desde un punto de vista frontal y revelador, creando una singular conexión emocional con la arquitectura y con los lugares que ilustra.
“Creo que mi forma de dibujar y mi identidad creativa están completamente atravesadas por lo que viví. Todavía estoy procesando muchas de esas experiencias. Por eso, no me imagino, al menos por ahora, dibujar otra cosa o hacerlo desde otro enfoque”.
Dibujo urbano: más emocional y sensible que técnico

De Purmamarca, San Juan, Córdoba, Buenos Aires, Mar del Plata... a Bariloche, Ushuaia, las Malvinas Argentinas... la excursión interior de Mariel Ros llegó a destino cuando, en 2020 y a través de su cuenta en Instagram, mostró por primera vez sus dibujos. Y ya no eran escenografías fantásticas de Walt Disney.
Sin formación académica en dibujo ni arquitecta de profesión, ilustrar un libro de viajes formalizó su intención de subirse al tour de ser una “ilustradora arquitectónica”.
"Al no tener formación en arquitectura o dibujo, algunas cosas me llevan más tiempo. Pero eso que al principio vivía como una traba terminó moldeando mi estilo. Al no estar condicionada por lo académico, me acerco a los edificios desde un lugar más emocional y sensible que técnico. Eso mismo me quita la presión de dibujar ‘perfecto’ y me permite buscar soluciones desde la curiosidad, el disfrute y la prueba y error”.

Como cuando hizo cursos y talleres y exploraba referencias por cuenta propia para empezar su camino de dibujante, ahora Mariel investiga mucho -muchísimo-, a veces saca fotos –mil fotos, desde distintos ángulos y detalles- y convoca y consulta a arquitectos, arquitectas y artistas ante cualquier duda o necesidad de otra mirada. “Esa red de acompañamiento es sumamente importante para seguir creciendo”, enfatiza en su estudio, su taller, su postal aquí y ahora.
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Diario de viaje en un dibujo

Los dibujos que dibuja Mariel adquieren un formato portable y personalizado –cuaderno, agenda, postal, totebag, lámina- que la trascienden y emprenden otro viaje: el viaje de los otros, que de esta manera también viajan, como ella, a su manera.
“Una de las cosas que más me interesa transmitir, además del valor arquitectónico y patrimonial, es el vínculo que tenemos con ciertos lugares. Me gusta pensar que mis dibujos pueden detener por un momento la mirada y permitir que alguien vuelva a conectarse con un sitio que, de algún modo, reconoce o siente cercano... Que un dibujo mío active esos recuerdos y genere una conexión emocional me conmueve y le da valor a mi trabajo”.

La retroalimentación de sus “pasajeros” la inspiran y motivan a explorar más y seguir viajando. Pero hoy no tiene dudas de que hay un lugar desde donde lo quiere hacer, ahora y aquí: Buenos Aires.
“Es mi ciudad, y dibujarla no solo me permitió redescubrirla, sino también reconciliarme con mi presente y dejar de verla únicamente como un lugar atravesado por el duelo. Dibujo tras dibujo, Buenos Aires empezó a tomar otro color. Y cada vez que puedo, vuelvo a dibujarla”.
Fotos: Christian Beliera.






