En su libro "HUERTA", el investigador en Ciencias Biológicas, Alejandro Sequeira, comparte un interesante capítulo sobre este tipo de siembra.
Los almácigos son la primera etapa del huerto. Allí es donde las plantas germinan y crecen hasta el momento de ser transplantadas a la huerta, su lugar definitivo. Se pueden hacer en canteros, bandejas multiceldas o en macetas trasladables. Y según el espacio varía la cantidad de semillas.
Entre las múltiples ventajas que ofrece este tipo de siembra, una de las principales es que protege las plantas del calor o frío cuando aún son pequeñas.
Además, los almácigos permiten eliminar yuyos con facilidad; elegir las mejores plantas y aprovechar mejor la tierra del huerto.
Los plantines de ciertas hortalizas germinan en almácigo y solo cuando alcanzan el tamaño adecuado se transplantan.
Fernando Queirós y Raquel Barg afirman que "algunas plantas como zapallo, sandía, melón, pepino, zapallito, calabaza, porotos, chaucha, haba y arveja son más difíciles de cultivar en almácigos y, en caso de hacerlo, conviene sembrarlas en bandejas y transplantarlas a raíz cubierta, aunque lo más frecuente es sembrarlas en el lugar en donde se desarrollarán de forma definitiva".
Según la especie, las plantas pueden permanecer en los almácigos entre 30 y 100 días.
No conviene transplantar zanahorias, nabos, rabanitos y remolachas ya que se corre el riesgo de dañar o quebrar las raíces que son sus principales partes comestibles. Lo más común es hacer siembra directa en un cantero o en un camellón y luego ralear.