El análisis de una especialista de cómo hombres y mujeres se posicionan frente al management de lo cotidiano.
Existe un área clave que condiciona la igualdad laboral entre hombres y mujeres, y que cada familia resuelve a su manera y en forma discreta. ¿Podrán las empresas imaginar lo que su gente vive en su mundo privado y colaborar para mejorar la relación entre trabajo y familia?
Hablemos de puertas adentro del espacio familiar y lo doméstico. Un trabajo que requiere gestión, compromiso y responsabilidad. Y con frecuencia intuición, empatía, creatividad y sentido del humor. Un mix de habilidades específicas y habilidades soft.
Hoy, en todos los ámbitos, se propone a hombres y mujeres a desarrollar habilidades transversales a cualquier actividad o profesión. Empatía, comunicación, liderazgo creativo y más. Y el buen manejo de lo cotidiano no es una excepción.
En el manejo del hogar, prejuicios varios llevan a veces a la idea de que sólo las mujeres saben resolver determinadas situaciones. Pero así como durante años se han infantilizado a las mujeres “las chicas”, también hay una faceta en la que se considera al hombre incapaz de resolver ciertas cuestiones. Sin embargo, nadie debería ser bueno en el trabajo y un inútil en la casa.
¿Y de dónde vienen esos sesgos? En tanto los hombres se iban definiendo, o se les exigía definirse, como fuertes, lógicos, lineales, racionales y efectivos, en muchos casos renegaron de la sutileza, el reconocimiento de sus emociones y ciertas capacidades sociales. En el peor de los casos terminaron estereotipados en sus roles de cazadores y conquistadores.
La flexibilidad, la adaptabilidad, la sensibilidad quedaron relegadas al mundo de las supuestamente débiles. Pero sabemos que tanto mujeres como hombres tenemos aspectos llamados femeninos y masculinos y que, cuando todo va bien, tienden a integrarse en cada persona.
La pandemia y el confinamiento con sus consecuencias para la cotidianeidad influyeron sobre las conductas, actitudes, prioridades y valores. El trabajo remoto cambió todo. La forma de vestirse, la permanencia en la casa, el esfuerzo de las reuniones extensas on line.
En los vínculos de pareja y familia sucedieron muchos cambios, pero especialmente se profundizaron situaciones que ya existían y se aceleraron otras. Y en este contexto volvió a ponerse en evidencia el lugar de quién o quienes asumen el funcionamiento de la casa.
Más allá de la colaboración que las madres pidieron a gritos, el hombre “ayudador” aceptó hacerse cargo de algunas tareas, mientras tanto la carga de planificar, decidir y hasta distribuir las tareas sigue recayendo sobre la mujer.
Y si bien definir determinados roles, ligados a la maternidad, la fuerza, la destreza y algunas cuestiones de género que se pueden tener en cuenta, resulta indispensable la flexibilidad.
Sin embargo tampoco es válido usar el modelo estricto de la empresa para gestionar una familia, debido a la diversidad de variables que surgen en el ámbito privado, cargado de emociones diversas. Aquí los roles tienen que ser móviles y cada adulto necesita estar preparado para cualquier contingencia.
¿Qué podría hacer la empresa en este sentido? Propongo workshops de concientización. Reconocer que el manejo de la casa requiere de una gestión tan compleja como cualquier otro emprendimiento. Y una buena distribución de las tareas implica un trabajo de team building.
Entrenamientos planteando situaciones concretas a un equipo y evaluando cómo las resuelven hombres y mujeres.
De este modo, la empresa no sólo apuesta a la calidad de vida de los miembros de cada familia en salud mental, física y relacional, sino mejores resultados, con personas más maduras, creativas y aptos para encarar más y mejores desafíos.
Fuente: Sonia Abadi, médica, psicoanalista, creadora de modelo de Pensamiento en Red y autora del libro “La prodigiosa trama. Variaciones en clave de red”.
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