La familia es una construcción sociocultural y se basa en el deseo, en el amor y la voluntad. Ya no se trata únicamente del vínculo sanguíneo o genético, sino de las elecciones de las personas. Existen familias formadas biológicamente y otras a través de métodos que involucran a la ciencia ¿Cómo se lo explicamos a los chicos?
Ni la genética ni la biología garantizan el amor: eso es lo que manifiestan las familias diversas. Los niños se lo toman de una manera muy natural y los adultos tenemos que plantearnos el hecho de que somos una generación bisagra.
Desde que se realizan procedimientos de fecundación in vitro y de ovo y espermo donación en el mundo, podemos decir que el deseo de ser padres y la biología, toman caminos separados. La reproducción humana se puede realizar fuera del cuerpo de la mujer y no por medio de una relación sexual, sino en un laboratorio. Esto marca un antes y un después en la historia social y cultural de la humanidad.
Ahora bien, la formación de la familia por estas técnicas lleva consigo un aspecto emocional importante tanto para los padres como para los hijos a tener en cuenta:
Cuando el niño o niña va creciendo, ya podemos hablar de esperma, óvulos, embrión. Es fundamental que el lenguaje sea lo más claro posible desde el comienzo. En esta línea, la especialista afirmó que “lo importante es que desde la panza esos padres le cuenten al niño como fue concebido y evitar la adolescencia para comunicarlo porque ya de por sí es un momento de crisis existencial para el ser humano. Esto lo hemos aprendido de la adopción: la sangre y el amor no van necesariamente de la mano, debe construirse día a día”.
El ideal de que nuestros hijos genéticamente se parezcan a nosotros, fenotípicamente, podría considerarse en el fondo, como la búsqueda de una garantía del amor, entre otras cosas. Es decir, de algo que no existe. No hay garantías para el amor.
“El hecho de que un hijo sea de ‘mi sangre’ o se parezca a mí o a mi pareja o a mi tío y mi abuela, sólo busca en el fondo garantizar que la genética va a ir en pos del amor de ese hijo a ese padre y viceversa”, señaló Laserre, también autora de una serie de cuentos sobre el origen de familias diversas.
Es decir, un punto narcisístico que a la larga, tanto padres genéticos como padres adoptantes -entre comillas- genéticamente, descubrirán que no es así: ninguna genética, ninguna sangre del mismo factor garantiza el amor.
“Perdón por desilusionarlos pero es así, el amor o los lazos amorosos van por otro lado: todo hijo es adoptado, todo hijo debe ser adoptado en el amor materno y en el deseo paterno para poder ser un sujeto también deseante. Si no lo fuera - ese hijo genético o no- tendríamos, digamos así, alguna dificultad”, desarrolló la Lic. en Psicología.
Hoy en día, la genética ha avanzado tanto, que nos permite confirmar lo que ya sabemos hace muchísimos años: los vínculos se construyen diariamente, pacientemente y con mucho amor. El contexto de cuidado y respeto por el otro, sí se transmite de padres a hijos. El amor y los lazos sanguíneos no van necesariamente de la mano y el ADN más importante, es el psicológico y emocional.