Natalia Ciak habla despacio. A veces parece que le pesa cada palabra; otras, se deja llevar por un torrente de recuerdos que no saben de pausas. “Siento que no hice lo que tenía que hacer, ¿no? Y te van a juzgar un montón por eso… porque ay, no viste con quién estabas y no te dabas cuenta. Y sí, me daba cuenta, pero tenía miedo de cómo pudiera reaccionar”, confiesa.

Su ex marido mató a su hijo, Joaquín Ruffo, en agosto pasado: lo asfixió con una almohada. Alejandro Ruffo permanece detenido y Natalia Ciak intenta transitar el peor de los duelos. Nos habla del miedo, esa palabra que regresa una y otra vez en su relato, fue también lo que la obligó a buscar salidas menos abruptas: el divorcio “sano”, las conversaciones con un terapeuta que nunca le advirtió el riesgo, la esperanza de que su hijo creciera con el vínculo paterno intacto.
“Nunca pensé que llegaría a este nivel, menos con Joaqui, porque yo creí que su papá lo quería. Después, cuando veo para atrás, me doy cuenta que no. Que Joaquín terminó siendo su competencia.”
La escena judicial reciente, la pericia que confirmó el filicidio, es solo un dato más en un expediente frío. Para ella, sin embargo, cada papel tiene el peso de una vida que ya no está. La psicóloga que la entrevistó, dice, se agarraba la cabeza mientras la escuchaba. Ella intentaba explicar por qué no había denunciado antes, por qué eligió no dinamitar ese vínculo. “No tenía indicios de maltrato hacia Joaquín. ¿Cómo iba a destruir ese lazo? Es muy difícil…”
La conversación se abre a otros lugares, menos ásperos. Natalia encuentra en los gestos de los amigos de su hijo señales de que la vida de Joaquín sigue latiendo. “Un amigo suyo del maternal, en cada dibujo, dibuja atrás un angelito y escribe que el angelito Joaquín acompañe al cumpleañero. Y ahí decís: ‘Uf, mirá lo que sembró, ¿no?’”.
Se aferra a esas huellas, aunque el dolor se imponga en cada fecha que se aproxima: el Día de la Madre, el cumpleaños de Joaquín. “¡Cómo disfrutaba él su cumpleaños!... A esta altura siempre estábamos pensando en cómo festejarlo, en qué hacer. No sé cómo lo voy a vivir, creo que tengo que honrar la madre que fui y que sigo siendo, porque veo la huella que dejó en un montón de personas. Me hubiera encantado que siga ocupando su lugar en el aula, en la cancha de fútbol. Pero ahora me toca encontrarlo en esos recuerdos que me devuelven los demás.”
A veces, la única manera de soportar lo insoportable es darle un sentido. Natalia lo busca en los cuentos que hablan de niños que vienen al mundo con una misión y se van antes de tiempo. “A veces me aferro a eso. Pienso que él me eligió a mí como mamá. Y eso es lo que me sostiene.”

El expediente judicial seguirá su curso. Pero el juicio más feroz ocurre en otro lugar: en la conciencia de una madre que, entre lágrimas y silencios, sigue escribiéndole cartas a su hijo, buscando respuestas que quizás nunca lleguen.
Hace unos días se jugaron los sports en el colegio. Joaquín pertenecía a la casa Cassius, y llevaba puesta la remera que decía “Coraje en la adversidad”. Natalia confiesa que, en sus últimos días, su hijo le hizo mucho honor a esa frase.

“Le sigo escribiendo, me sigo preguntando un montón de ‘por qué’, y no creo que algún día —o tal vez muy, muy lejano— encuentre una respuesta”, admite.
Ha hablado con personas que, de algún modo, aliviaron un poco su dolor. Una frase quedó grabada: “Nati, Joaquín no está en este plano para quedarse a cuidarte a vos. Cuando logres recordarlo con una sonrisa, él seguramente tendrá otras cosas por hacer, que no sean seguir preocupándose por su mamá”.
Y en ese pensamiento, Natalia empieza a encontrar un hilo de esperanza. “Sé que tengo que soltarlo. En algún momento lo lograré”, dice, intentando darle sentido al amor que sigue intacto, incluso en la ausencia.
“Coraje en la adversidad… esa era su casa”, repite con la voz quebrada, evocando la frase que identificaba a Joaquín en el colegio. Y enseguida deja un mensaje que atraviesa el corazón:
“Ojalá se hable más de la violencia vicaria… la herida materna es eterna. Saboteó la maternidad no en contra mío, más triste e injusto aún, contra su propio hijo.”



