"La sociedad de la nieve", la tragedia de los Andes y el lado B que nadie te contó: la reflexión de Roberto Canessa, uno de los sobrevivientes - Revista Para Ti
 

"La sociedad de la nieve", la tragedia de los Andes y el lado B que nadie te contó: la reflexión de Roberto Canessa, uno de los sobrevivientes

La película "La sociedad de la nieve" de Netflix es un éxito. La película más vista. Trata sobre la tragedia de los Andes. Sin embargo, nada como el relato en primera persona de uno de los sobrevivientes, Roberto Canessa. Lo que no se contó y una reflexión que conmueve.
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Un video en you tube promete viralizarse. Con el nombre de "EL LADO DE LA HISTORIA QUE NADIE CONTÓ | La Sociedad De La Nieve | Roberto Canessa Relato Reflexión", muestra a este sobreviviente en una conferencia. Un relato crudo de lo que vivió y una lección de vida que nos hace cuestionar valores y prioridades. En la película, Matías Recalt es el actor que interpretó a Canessa y su papel le valió estar nominado para los premios Goya.

"Teníamos 22 años, así que invitamos algunos de los padres de los chicos que estaban en el colegio para que nos acompañaran. Salimos de Montevideo, cruzamos toda la Mesopotamia argentina y cuando llegamos a Mendoza el avión aterriza y el comandante nos informa de que había mal tiempo, que el avión no era presurizado y que había que esperar hasta el otro día... "Pero comandante, tenemos poca plata, en Chile todo es más barato con lo del dólar".... "Muchachos, mañana salimos. Acá, no es cuestión de arriesgar la vida. Así que al día siguiente salimos de Mendoza y empezamos a volar sobre nubes".

Roberto Canessa, sobreviviente de la tragedia de los Andes
Roberto Canessa, sobreviviente de la tragedia de los Andes, en la conferencia en la que reveló detalles inéditos

"Muy pronto, capaz demasiado pronto, un encargado de a bordo dice: "Abrochénse los cinturones porque vamos a empezar a descender, vamos a pasar por donde hay nubes y el avión se va a mover". Efectivamente pasó en tres nubes, se empezó a mover, algunos empezaron a bromear, a tomar el pelo que el avión se va a caer... Una señora que estaba sentada delante mío, dice "Roberto, callate la boca que le tengo un miedo terrible a los aviones. Dejé a mis chicos en casa, así que no joroben más". En ese momento alguien mira por las ventanas y dice "¿no estamos volando muy cerca de los picos?". Efectivamente el avión puso los motores a fondo, trató de trepar y en cierto momento siento que el avión choca y zafa. Cuando el avión chocó y zafó dije: "Acabas de chocar con la cordillera, te vas a morir. Lo único que podés mirar adelante ahora si existe Dios que hay después".

Roberto Canessa en la época del accidente
Roberto Canessa en la época del accidente

"Es imposible que no te mueras... El avión perdió las alas, perdió la cola y se entró a deslizar a una tremenda velocidad por el lado de la montaña. Algunos decían "Jesusito no me dejes, no me dejes, no me quiero morir". Carlitos rezaba el Ave María que según él, cada vez más rápido para que eso se terminará pronto. El fuselaje, lo que queda del avión, choca contra el final del valle, se arrancan todos los asientos, me doy un golpe terrible contra la mampara y cuando me estaba desmayando sentí que había parado, me había salvado".

El instante después de la caída del avión

"Pensé: "Tengo que salir rápido de aquí, va a venir la ambulancia, van a venir los bomberos, un montón de gente a ayudar... Un amigo se agarraba la pierna. La señora que estaba delante mío se había golpeado contra la mampara y estaba muerta... Me saqué el cinturón y dije "yo voy para afuera porque acá estoy molestando". Como les decía esperaba la ambulancia o en los bomberos, va a venir los médicos, un montón de gente, se van a ocupar de esto cuando salgo a la parte de atrás".

Roberto Canessa cuando lo rescataron
Roberto Canessa cuando lo rescataron

"Un amigo me dice "estoy ciego, estoy ciego" y se saca las manos de la cabeza y se le veía para adentro el cráneo, otro me pedía ayuda porque tenía un fierro clavado en el abdomen. Se lo sacamos. Otro venía corriendo hacia el fuselaje, le dijo: "Por acá". Y cuando está a 10 metros, la nieve se lo traga literalmente. Alvarito me dice "mirá cómo tengo la pierna". La tenía para el costado y crack, entró en su lugar. Entonces yo digo: "No, no no no, no, no, no, esto no es la realidad, vos acá. Estás teniendo una pesadilla, no está pasando acá, vos tenés que buscar encarar este tema de otra manera".

"Pero esa era la realidad, son situaciones en la vida donde la realidad supera la fantasía más inimaginable. Alguien dice "el piloto está vivo el piloto, está vivo". Era la persona clave que nos podía decir dónde estábamos, pero también era el que se le había caído el avión... fuimos a la cabina como pudimos y lo que había pasado es que todo el aluminio de los controles del avión que normalmente están como un metro y medio, y los aviones tenía esas palancas para subir y bajar, todo ese aluminio cuando choca el avión contra el final del valle, se achata y lo tenía totalmente aprisionado. Desesperadamente tratamos de sacarlo. Lo único que pudimos sacarle fue el asiento y el respaldo y no decía: "Pasamos Curicó". Supuestamente estábamos afuera de la cordillera de Chile, sin embargo ahí parecía que estábamos en el medio de la nieve".

"No sabíamos nada, tratamos de hacer andar la radio a ver si teníamos un poco de comunicación, pero estaba todo muerto porque la energía venía de las baterías que estaban en la cola. Cuando el avión choca, la cola va a dar kilómetros de distancia, se halía partido en dos. El piloto desesperado vio que no iba a poder salir y no dijo "muchachos, deme mi portafolio que tengo un revólver". La agonía que tuvo ese hombre esa noche fue terrible. Yo no sé si fue lo correcto no haberle dado revólver, pero yo pensé si viene la policía a rescatar, dónde estamos, van a decir cómo van a dejar que se matara, así que por ese cargo de conciencia fue que de repente no, no lo sé, no sé cuál es la respuesta".

"Fuimos al capitán, "¿qué hacemos, Carlos?". "No, loco, estoy desesperado. Disculpenme, es culpa mía, ¿para qué organicé este viaje?".... "No, no, no, no, no es culpa tuya. Vamos a organizarnos, vamos a sacar este asientos del fuselaje. Vamos a poner los heridos. Había unos que estaban muy mal, Parrado tenía la cabeza tan hinchada que era difícil de reconocerlo y bueno, como pudimos lo tironeamos para dentro del avión, pero le quedó la cabeza arriba a la nieve. Y eso fue providencial porque después la medicina descubre que cuando tenés un golpe en la cabeza y tenés que enfriar para bajar el edema".

"Y se vino la noche y son 30 grados bajo cero. Es un frío que no lo sentís en la piel, es como que te aprieta una morsa los huesos y ahí acomodarse como pudiéramos. Yo me acordaba que la parte de adelante el fuselaje había un cubículo que vos tirabas en los bolsos de mano y ahí quedaba como una hamaca paraguaya. Entonces me fui para arriba a ese lugar para no apretar a todo lo que estaban abajo y una persona que me abraza y me dice "estoy muerto de frío, abrázame que estoy muerto de frío", y ahí nos abrazamos con una persona que nunca vi en mi vida, mientras abajo los heridos se quejaban, otros peleaban, discutían y otros deliraban. Yo creo que si el infierno existe es así".

"Al día siguiente cuando amanece era un día divino, una tranquilidad, sensaciones muy extrañas. Los heridos ya no se quejaban, ya no había esa desesperación y bueno, "vamos a organizarnos, vamos a quedarnos juntos, vamos a no salir a caminar por la nieve", dijimos. Trajimos las valijas para tapar la parte de atrás del avión. Había que hacer agua con las partes de chapa de atrás de los asientos, poníamos, nieve y gota gota en una botella de agua. Y de repente, veo que alguien se llevaba la botella, se iba para adentro. "¿Te la vas a tomar solo?", le pregunté. "No, se la voy a llevar Arturo que está con las piernas rotas y está muy deprimido". Entonces aprendí que el hombre en esas circunstancias más adversas del punto de vista material, empieza a crecer increíblemente desde el punto de vista espiritual. Me pregunto a veces si esta abundancia de cosas materiales no nos anestesian los sentimientos de lo que es la verdadera generosidad, que es compartir lo que para vos te hace falta. No es dar lo que te sobra: se fue para darle a Arturo que tenía las piernas quebradas... Empecé a aprender un montón de cosas. Yo creo que esta historia es impresionante porque es un experimento de comportamiento humano.

"Si nunca vistes nieves en tu vida, y se te choca un avión en la Cordillera de los Andes, tus amigos se mueren... Ves ahí, ves la muerte al lado. ¿Qué necesitás en ese momento? Tener tanto coraje y tantos huevos, eso ayuda... Ser universitario, sirven de algo los conocimientos, ser joven para que uno tenga vitalidad... Creer en Dios, ¿qué pasa con Dios en ese momento?... Dios se transforma, es una persona diferente, hay dos dioses diferentes. Es lo que me habían enseñado a mí en el colegio, era el tío que te decía que no, no podés mentir, no podés robar, todo, todo era no con Dios, y él era un dios que yo miraba así y decía "por favor, Dios yo quiero sobrevivir, quiero salir de acá". El Dios ese del Sí, de los momentos desesperados, es una de las cosas que aprendí y bueno ahí más o menos nos fuimos organizando".

"Haces un poquito hoy, otro poquito mañana, empezás a adelgazar... Hicimos andar una radio, una radio esa chiquita a transistores. Roy sabía que si vos le conectás un cable a uno de los tornillos de sintonizador Y escuchamos con atención: "se cayó un avión en los Andes, es prácticamente imposible que haya sobrevivientes". Dicen que inician la búsqueda pero que como nunca cayó tanta nieve en 40 años, y que hubieron 33 accidentes en los Andes y nunca hubo sobrevivientes, así que capaz, que no nos vienen a buscar... "¡qué terrible, ¿qué hacemos?"... Al tercer día vemos un avión que pasa por encima, mueve las alas, nosotros convencidos de que nos había visto porque los manuales dice que cuando un avión mueve la mueve las alas es que te vio, pero no... Había agarrado un pozo de aire..."

"Pensamos que todo se había acabado, "cómo le vamos a decir la mamá de Gastón que se murió el hijo, que el año pasado se murió el padre", pensamos "vamos a volver" y nos comimos toda la comida, se terminó todo. Y pasó el día. Dijimos hay que saber esperar y pasaron los días, nevaba y teníamos que meternos adentro del fuselaje... Algunos empiezan a hacer una expedición un poco más corta y el hambre que te empieza a apretar de una manera terrible. Te empezás a comer los zapatos, había agua colonia, se la tomaron, había crema Ponds y se la comieron como flan... Una sensación de que el cinturón todos los días avanza un agujerito y que te va consumiendo, y que te vas muriendo y no hay nada más que rocas y nieve ni nada"

"Y yo pienso que me estoy volviendo loco porque pienso que nos podemos comer a los muertos. Y uno dijo: "eso es lo peor que hay, no podemos ser tan salvajes, no podemos ser tan primitivos. Entonces estaba todo ese problema, de qué hacer si está bien o si está mal. Mi problema era que yo no le podía pedir permiso a mi amigo porque estaba muerto para cortarle un pedazo. Me parecía que lo estaba invadiendo, estaba abusando de que él de que él estaba muerto, así que ese dilema".

"Era terrible", pensé. "¿Si yo fuera muerto, qué?". "Sentiría si yo estuviera muerto, ¿qué más que mi cuerpo sirva para los amigos para salir? ¿Qué cosa mejor que en lugar de estar engordando gusanos en algún cementerio, pero ahí no había ni gusanos? Estaba todo conservado en una heladera y con esa idea de que yo no le estaba haciendo nada y que si yo me moría, mi cuerpo, iba a servir para salvar a otro, fui a cortar el primer pedazo."

"¿Por qué no te enseñan en el colegio que podés tener que hacer esas cosas? Estás en un lugar donde no hay manuales. No hay forma de información. Estás tú ahí frente a un cuerpo? Y de haber estado es que le puedo contar lo que se siente en ese momento porque esta es una historia de personas comunes y corrientes que enfrentadas a una situación terrible, con la ayuda de Dios, tuvimos un resultado extraordinario. Yo les voy a contar qué se tiene en ese momento: sentí que era el último escalón de la miseria humana, la máxima humillación de mi vida, tener que comer a los muertos. Horrible. Te sentís ultrajado, violado en tu dignidad, a la altura del suelo, a un nivel extra porque me tengo que comer esto, ¿por qué tengo que pasar a través de esto, tengo necesidad? Y ahí me acordé de mi padre".

"Yo quería decirle a los mayores "Yo estoy vivo y me comí el pedazo del muerto y me hubiera comido el avión y hubiera hecho un montón de cosas", pero lo más extraño de todo es que aprendí que el ser humano se acostumbra a todo, porque nos acostumbramos a que eso era la comida todos los días. En esta historia aprendés a conocerte a ti mismo y a ver que todas las personas son diferentes y se manejan diferente y el otro interesante es que hay una historia... Y lo fascinante de este experimento que a mí me tocó ser un conejillo de indias. Esa es la diferencia como la gente nos ve..Héroes, no".

"En las tardes nos metemos para dentro del fuselaje porque a las 4 de la tarde te morís de frío, empieza a bajar la temperatura, poníamos todas las valijas atrás y empezaba lo que llamábamos la prosa: empezábamos a conversar... ¿Qué te parece hacer cuando volvamos? Por supuesto, la mejor idea era poner un restaurante, estábamos todos muertos de hambre. Era ideal un restaurante para negocio... "Ah, no! Se paraba a uno y le decía "dónde había una Coca-Cola", y el que estaba al lado mío decía: "¿no ves que está delirando?". "Y sí, es verdad, me quedo sin Coca-Cola"... Con lo que les quiero decir que esta sociedad de la nieve que tuvimos que crear nosotros tenía sus características principales y las características son la capacidad de adaptación del hombre, y a esa hora de la tarde rezábamos el Rosario como nunca, una sensación de Dios poderosa".

"Sí, qué mal que estamos, era una conversación que escuchamos todos los días. "Qué horrible que está todo eso"... Y nosotros realmente estábamos bastante mal, alguien dijo "esto es peor que cadena perpetua porque vos tenés cama, tenés agua, tenés comida".

La avalancha que lo sepultó vivos y esa sensación de morir

"Una noche le decía a mi mamá que nos busque, "favor estamos vivos, busquennos... A mi novia le decía, "por favor, búscate otro porque ya tengo bastante con mi madre que me va a querer siempre a su lado, no te podés divorciar de tu madre"... Y aprendí que siempre se puede estar peor porque cayó un alud, entró un alud en el avión. Sentí que quedé totalmente enyesado, no me podía mover, sentía un silencio impresionante. Una sensación divina de calor entre las piernas porque me estaba haciendo pis ahí mientras me moría. Roy que me destapa la cara y ahí salí como pude, empezamos a escarbar... Primero no sentís las manos, después los brazos. Es como que estás escarbando con dos palos. Se murieron ocho amigos... Teníamos toda la ropa mojada, habíamos escuchado en la radio que se había suspendido la búsqueda, estábamos enterrados vivos sin nada y con una sensación extrañísima que no sabía que existía. Yo miraba a mi amigo muerto y decía "qué buen negocio que hiciste. Te moriste, se ve que yo fui mucho peor persona y tengo que sufrir más tiempo para pagar todo el daño o las cagadas o todo lo que he hecho mal y por eso estoy vivo acá".

"Es mucho, es mucho peor que estar muerto porque no tenés nada, no tenés nada nada más que la vida y la vida es como una semillita caliente que está en el pecho, que siempre te acompaña y te dice "Roberto, ¡vamos, arriba!". Ya al día siguiente nos dimos cuenta que era de día porque a través de la ventana del avión que estaba toda tapada de nieve, se veía entrar luz. Y ahí empieza Carlitos Páez con su voz de loco: "¿saben qué día es hoy? Es el cumpleaños de mi hermana, cumple 14 años, esta gran hermana más chica de 14 vive molestando pero cómo la extraño, cómo me gustaría darle un beso y abrazada y decirle que la quiero mucho... Y el año que viene va a cumplir 15 años y vamos a hacer una fiesta y vamos a hacer un asado con chorizo, morcilla, de todo". Alguien le dijo "callate, que acá nos estamos muriendo, qué me importa tu hermana!". Y él contestó: "No te voy a invitar porque de acá vamos a salir y yo voy a hacer el asado... Vos no vas a ir porque sos una amargado". Y ahí aprendí que en los momentos más terribles de la vida, son las cosas más sencillas y más pequeñas que te hacen salir, paso a paso, es como que los sueños y las ilusiones... Es unacuerda que si lo atás y vas metro a metro y paso a paso para salir adelante, aprendés que con pequeños pasos y con el tiempo se salen de las situaciones más terribles".

"Recién al tercer día logramos salir por la ventana de adelante, la de la cabina de los pilotos y se hizo el sol y la luz. Aprendí a mirar al sol y al cielo y agradecer de estar vivo. Se te tiene que caer un avión para que te des cuenta de que la vida nos da mucho más lo que necesitamos y que hacemos mucho menos de lo que podemos y que vivimos quejándonos todo el día".

"Al día 10 sentimos que teníamos que salir por nosotros mismos, y ahí empezaron las expediciones. Había salido Roy y llegó todo congelado, llorando. Los agarró la noche, se les aflojaron los dientes, teníamos que masticar la carne congelada antes de dársela porque se habían quedado debilitados totalemente".

"Hicimos frazadas, nos hicimos guantes, y Arturo que tenía las piernas rotas me diceyo loco, acá soy un parásito. Tengo las piernas rotas y dependo de tipos como vos que tengan el coraje de salir... La pucha, yo tenía las piernas que el grupo necesitaba. Las piernas que ese grupo necesitaba eran las mías, no importaba lo que yo pensaba. Aprendí que vos tenés que dar lo mejor de vos porque si vas a dar, se va a multiplicar todo eso".

Y me dice, mira Roberto hay cosas que no sabemos, hay cosas que no entendemos, no entendemos por qué la montaña más grande está hacia el oeste, pero sí, sabemos que al oeste está Chile y el sol se pone al oeste. Mira lo que es el mapa la escala a lo más habrán 70 kilómetros te das cuenta que 70 kilómetros, son 100.000 pasos... Si vos sos capaz de dar 100.000 pasos hacia el oeste, vamos a estar salvados". Y ahí me hizo un clic en la mente. Dije, "¿qué voy a hacer?¿Me voy a quedar acá a morirme alrededor del avión cuando se acaben los cuerpos?"

Matías Recalt como Cassena en "La sociedad de la nieve". Está nominado para los premios Goya
Matías Recalt como Cassena en "La sociedad de la nieve". Está nominado para los premios Goya

O voy a morir caminando en la nieve pura, y cuando no puede caminar, me había me voy a gatear, a arrastrar y voy a hacer con la mano el último metro. Eso es un sentimiento heroico, una cosa rara, pero me encantó. Así que acepté. Encontramos en la cola, unos caños de calefacción que tiene todo un material aislante que es de nylon e hicimos con eso, una bolsa de dormir, le metimos adentro de las medidas de rugby... Por eso cuando la gente nos dice ustedes se salvan porque se comen los muertos, digo "no, nos salvamos porque fuimos un equipo, porque salimos caminando, porque trabajamos todo el tiempo para darle la mejor ropa a los que caminaron, para hacer un montón de cosas como grupo..."

"Es muy lindo en la vida a veces cuando la gente te tiene más confianza que vos mismo cuando terminan los ojos y te dicen "yo sé que vos podés porque tenés una fuerza extra" y ahí empezamos a escalar y por supuesto, a cometer errores, porque a mediodía la nieve se pone blanda y a las 4 de la tarde te enterraste hasta las rodillas. Estás cansado y las sombras cubren el valle, empieza a haber un viento helado y no tenés donde poner la bolsa de dormir porque todo es empinado. Vas por la parte de piedra y las piedras se desprenden, y te caen al lado de la cabeza y te viene como una desesperación" de que tus amigos".

"Tenés que buscar un lugar porque no podemos seguir así y sentís que te vas a morir, que no sos nada que la montaña gigantesca, que a nadie le importa que vos te mueras, que te sentís que sos como una bacteria en la indiferencia de todo y de repente, veo que había una piedra muy grande, que la nieve pasaba por arriba y ahí ya quedó una ensenada y puse la bolsa a dormir, nos pusimos ropa seca. Se calmó el viento y salió una luna maravillosa, que yo decía "no puede ser. Estoy disfrutando de la montaña. Cuando hace una hora sentí que me estaba muriendo... Cómo puede ser que el ser humano sea tan extraño, esta sensación es tan rara... Miraba las tres Marías que me había enseñado mi abuela que me iban a acompañar siempre claro. Llevamos puesto ropa seca, ahí nos encontramos una botella de ron en la cola. Le habíamos dado unos tragos y todo parecía estupendo".

"Vos podrás caminar pero no quiere decir que las metas van a estar de acuerdo a lo planificado, así que íbamos a 5000 metros de altura caminando a 33 pasos, sentís que te quedas sin aire. Estábamos en el medio de la cordillera de Los Andes, nieve para todos lados -norte, sur, este y oeste- y Nando me dice: "ves al oeste, ves aquellas dos montañas que parecen dos tetitas, allá no hay nieve, pero eso debe estar a 70 km, ¿por qué no me acompañas?". Mandamos a Zerbino de nuevo al avión, así teníamos más comida y más espacio en la bolsa de dormir. Yo había leído un libro que no hay que tomar decisiones de tarde, porque uno está cansado, así que le dije "mañana te contesto". Volvimos al campamento, hicimos noche, y a la mañana siguiente la cordillera estaba de gala, un día azul espectacular en las montañas. La parte blanca, parecía trazada a lápiz y volaba una brisa y parecía que se despeinaba cuando volaba el polvo de nieve. Le dije a Nando: "Vamos, si tengo que morir, me muero total, que me importa" si queríamos un abrazo a Tintín que bajó para el otro nos centramos a deslizar a una tremenda velocidad 200 300 metros y te corresponde porque no pasa la luz, digo decís esto es de Mencía yo le quiero ir a mi casa, pero tu casa queda para allá, no podemos volver en un momento."

"Caminamos años y siempre nieve y hielo, nieve y hielo, nada más y una tarde veo que al final del valle y la luz del sol seguía brillando ahí la salida. Y efectivamente llegamos a ese lugar donde salía un chorro de agua gigantesco, un cacho de pasto, una lagartija parada que nos miraba... Y se terminaba la nieve y para mí era la línea de la vida y la muerte, por fin ha va había algo nuevo, y así empezamos a volver como a la civilización".

"Y vimos un tipo en un caballo y le empezamos a gritar "auxilio". No entendía nada el cristiano. Nos tiró unos panes. Los compartimos y fue una sensación tan divina, tan agradable. Nunca me voy a olvidar de esos panes que le tiró a Nando".

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