Esta entrevista con Narda Lepes se coordinó entre viajes. Porque si hay algo constante en su vida, además del amor por la comida, la cocina y su familia, son los viajes.

Su mundo íntimo transcurre, en parte, en su hogar: un departamento dentro de un emblemático complejo de edificios de Buenos Aires, donde se entremezclan una cocina recién reformada —protagónica—, decenas de libros, figuras de acción, plantas y objetos decorativos inolvidables.

Recibe al equipo de Para Ti descalza, con el pelo alborotado, respondiendo mensajes y dando indicaciones. Narda es un torbellino… hasta que se relaja en un sillón, lista para lookearse para la sesión de fotos y conversar.

Mientras se disculpa por algunas cajas “sin acomodar” tras la obra, comenta el estilo que le imprimió a la cocina, ese corazón de la casa, que replica la esencia del edificio pero de una manera moderna y novedosa.

Recordando sus comienzos en televisión, hace 25 años, en un canal icónico dedicado a la gastronomía, arranca esta entrevista que recorrerá muchos temas:
su infancia —un tanto nómade—, sus primeros años como comunicadora gastronómica, cómo se encontró con su profesión, la maternidad, sus proyectos actuales y los que están en marcha.

Muchos temas en una charla íntima, divertida y franca con esta cocinera a quien conocemos casi sin apellido: Narda. Un nombre que su madre tomó de la historieta Mandrake el mago y que ella replicó cuando eligió el de su hija, hoy de 14 años: Leia, como la gobernante del planeta Alderaan en la saga Star Wars.

25 años en televisión: recuerdos en videotape
En los días previos a la entrevista, se comenzaron a ver promos en el canal donde Narda dio sus primeros pasos de los programas viajeros que solía hacer, recorriendo callecitas y metiéndose en restoranes, fondas, mercados.
Sobre qué le genera ver este revival, 25 años después, dice: "Me entusiasma que lo vuelvan a pasar, porque esos programas no los había visto antes (no me gusta verme). Pero bueno, pasaron como 20 años; ahora los veo de vuelta y no me importa. Además, mi hija no los vio, así que es una oportunidad hermosa para que los vea".
-Me parece que vos sacaste un poco —por lo menos en lo que es la pantalla argentina— la cocina a la calle, ¿no?
-Me costó mucho que me dejaran no usar chaqueta en el programa de cocina, ¡era una pelea! Entonces me hacía camisas que parecían chaquetas... pero no lo eran.
Viajábamos y no usábamos guión: armábamos todo con la productora mientras estábamos allá. La verdad, lo que hacíamos era entregar un guión falso al canal para poder salir y descubrir el lugar de verdad. Sí sabíamos el esqueleto de lo que seguro deberíamos ver.
Por ejemplo, en Marruecos: seguro teníamos que ver a los bereberes, el desierto, un riad. Pero desde acá no sabíamos qué era lo increíble. Ese trabajo era doble: hacer un guión falso y después hacer el programa de verdad, siempre con responsabilidad, pero confiando en lo que queríamos hacer.

-¿Cómo construían esas imágenes, en tiempos donde ni se hablaba de redes sociales?
-Iba con un cámara que le importaran los planos. Una cosa que estaba buena, que creo marcaba la diferencia, era que muchas veces estás en un lugar y tenés que grabar un restaurante que tiene un plato espectacular, pero no siempre tenés el mejor plano. Entonces yo le decía: "Cuando veas un lugar espectacular, vos montá y yo voy a tener algo para decir." Yo llevaba un cuadernito con apreciaciones, datos curiosos o históricos que daban más contexto a donde estábamos.
Creo que ese entusiasmo como equipo se notaba. Lo que destacaba de esos programas de viaje era que estábamos contentos de poder hacer lo que hacíamos, y trabajábamos mucho, muchas horas. Eso modeló lo que hoy hacen muchas personas, cuando no existían las redes sociales. Viajábamos 30 días, lo que daba profundidad: entendías el lugar, el porqué, la historia, el contexto. Lo divertido, lo distinto, lo familiar.
Estaba grabando en tapes, no digital. No sé cómo se verá ahora, 25 años después, aunque supongo que lo habrán digitalizado.
-Me parece que eso también va con tu personalidad, porque daba ganas de cocinar, de probar cosas. Vos siempre fuiste de invitar, ¿no?
-Sí, creo que se mostraba como algo que tenía que ser: no perfección, sino disfrute. Lo que más importante no era la receta, sino mostrar otra cosa: comer. Comé, usá un wok, probá pescado crudo. Yo cuando cocinaba muchas veces ni seguía la receta publicada. La receta era un medio para que pruebes algo, la técnica, la mezcla.
Siempre traté de no infantilizar la cocina. Siempre viene un productor y dice: "Hagamos uno que sea cocina para vagos". ¡Matame antes! Entonces trato de salir de ahí.

Cocinera casi sin pensarlo
-Leí que te encontraste con la cocina sin que fuera algo muy pensado en tu vida.
-Sí, a toda mi familia le gusta comer y la comida siempre fue importante en casa, aunque no de forma profesional. Mi mamá hizo alguna cosa profesional desde un lado amateur. Ella y una amiga pusieron un restaurant chiquito. Yo era adolescente, tipo finales de la secundaria, y trabajaba un rato a la tarde. Después quise aprender a cocinar mejor para mí.
De chica hice un curso con Francis Mallmann, junto a una señora paquetísima y a un hombre muy mayor. Era algo muy divertido, y me di cuenta de que podía seguir aprendiendo. Pero no dije: "Voy a ser cocinera", sino: "Me gusta la comida, quiero aprender". Después terminé el colegio y no sabía qué quería hacer, creo que es sano no saber.

-¿Cómo fue tu infancia?
-Inquieta, porque viví en varias ciudades. Vivíamos en Florianópolis, en la playa un rato. Después volvimos acá, mi mamá se fue a Venezuela conmigo y vivimos allá 5 años, desde los 2 hasta los 7. En 1980 volví yo primero, después mi mamá. Me quedé con mi papá y después volvimos acá.
-¿Eso también se traspasó a tu profesión relacionada con la comida?
-Todo lo que probás de chica, el encuentro con cosas nuevas y la no rutina marcó mi curiosidad. Me gusta probar cosas, investigar. La rutina me cuesta. Busco tener estructura, pero no rutina. Trabajo viendo lo que vamos a hacer y saco trabas donde aparecen, soluciono problemas y pienso en lo que haremos adelante.
Formo equipos que tengan tenacidad y prolijidad. Yo organizo, empiezo y estructuro, pero no siempre termino. Cada cabeza de equipo lleva su equipo adelante, si no sería caótico.

Actualmente se dedica a varios proyectos relacionados con la gastronomía. Es dueña de tres restaurantes en Buenos Aires, incluyendo Narda Comedor. Además, trabaja como consultora culinaria, asesora a marcas importantes y se ocupa del food styling y la capacitación de personal. También está involucrada en proyectos digitales, como la app Comé+Plantas, desarrollada en colaboración con Microsoft, y un libro de gastronomía sobre Star Wars en colaboración con Disney.
-¿Cómo te llevás con tantos proyectos en marcha?
-Me divierte, aunque a veces se complica. Me estreso, pero aprendo a manejarlo y trato de seguir haciendo lo que me gusta, aunque no siempre sea lucrativo. Me gusta lo colaborativo. Por ejemplo, organizar compras colectivas a productores: levantamos pedidos, contactamos al productor, coordinamos pagos. Vale la pena y mantiene un sentido de comunidad. Sí, siempre hago la pesquisa de los productores.
-¿Viajás mucho por trabajo o también para relajar?
Ambas. Hago un viaje sola por año, sola o con amigos, sin marido, hija ni amigos cocineros, para desconectar.

Familia, maternidad y rutina
-Y como mamá, ¿cómo manejás la rutina?
-Los hijos suelen atarnos a la rutina. Vivimos juntos y dividimos los tiempos: uno lleva al colegio un día, el otro al siguiente. Antes hacía más yo, por necesidad y cercanía con la escuela. Ahora es más fácil dividir.
Intento mantener espacios tranquilos, llevarla de compras, soy la mejor personal shopper del mundo. Tengo un talento secreto. Le encanta que le consiga cosas que le van a gustar. También le cocino y tiene libertad en la cocina.
-¿Cómo la relación con tu hija?
-Tengo un acuerdo de no mentir. A veces busca explicaciones sobre algo complejo; le digo: "No sé cómo explicarlo ahora" y después lo resuelvo. Aprender a mentir también es parte de crecer, y confío en que pueda hablar de todo. Tiene 14, estamos arrancando.
Le gustan las cookies y el ramen, cocina por sí misma. Mantengo reglas sobre redes y celular, explicándole los motivos. Su identidad no debe depender de lo que otros digan.
-Ese interés también está vinculado a cómo entendés los alimentos...
-Sí, me di cuenta de cómo la gente escucha lo que digo en la tele y viajo entendiendo patrones de consumo: qué dejan de hacer y qué hacen. Eso lo aplico en charlas y formaciones. No doy bajadas de línea, pero todo lo que hago tiene ese ingrediente. Involucra cocina, productor, salud.
Trato de no hablar de salud de manera estricta. Puedo estar informada, dar opinión, pero no digo: "Haz esto porque es saludable". Sí puedo sugerir, como comer menos de algo y más de otra cosa. Durante años se decía algo de un alimento y cambiaba, muchas veces con respaldo de la industria. Por eso es importante rastrear la información y entender su origen.
Choli Berreteaga, Francis Mallmann, el Gato Dumas: grandes nombres, grandes amigos
En 25 años de carrera Narda se cruzó e hizo amistad con varios de los máximos referentes de la gastronomía argentina. Pero, además, se sentó en la mesa, durante su infancia, de varios de ellos, como el Gato Dumas o Francis Mallmann, amigos de sus padres.
Recuerda a una gran cocinera y comunicadora, Choli Berreteaga: "Choli fue espectacular. Cuando me cambié de canal, al poco tiempo de mi cambio, quedé embarazada de Leia y ella vino a recibirme. Me tejió una manta para Leia".
"Era una mina piola, canchera, cálida y generosa. La verdad, la tenía re clara con todo, como persona hermosa. Trabajó hasta siendo muy grande, estaba espectacular".
-Mencionaste el curso con Francis Mallmann…
-Sí, claro. Lo que pasaba era que el Gato (Dumas) era amigo de mi papá. Ramiro (López Pardo) también, menos, pero era amigo de mi papá. Entonces, no tenía esa cosa de popes de cocina, de referentes.
Francis Mallmann siempre te sorprende. Por el delirio del proyecto, por lo simple, por lo actual, por el nivel. Siempre auténtico, y logra algo tipo una edición de sí mismo espectacular, y actual.
Muchos son mis amigos y me encantan las cosas que hacen. El motor fuera de borda que tiene Dolli (Irigoyen), le digo: 'Para un poco'. Es como un motor fuera de borda, una lancha que sigue de largo.
Es increíble, la energía de querer aprender todo el tiempo. Por ejemplo, Beatriz Chomnales, te vas a Francia y podrías aprender durante dos meses, a los 85 años. ¡Como te amo!. Cada uno tiene algo así.
Quizás, cuando pasábamos vacaciones con el Gato, era un canal de aprender o de ver cosas que hoy no tenés más. Aahora es todo un vómito de información, sin filtro. Hoy importa más el filtro que tengas, lo que te interesa o no. Por ejemplo, en Instagram, si algo está intervenido, ni lo miro, afuera. ¡No tiene aura!
En ese momento, el Gato viajaba, había estado por todo el mundo… Tenía una cacerola para hacer pescado, de esas alargadas. Me acuerdo que tenía 7 u 8 años y preparó un pescado envuelto en un trapo, y yo pensaba: '¿Qué mierda hace? Nunca lo había visto'. No lo veías en la tele, no lo veías en ningún lado. Era como ir a su lugar y que te trajera una copa de coñac gigante con un cuenquito encima, flotando, con un gazpacho y abajo un pescadito dando vueltas. Increíble.
-¿Y cómo ves la gastronomía hoy, en general?
-Y, hoy ya no aplica esa sorpresa. Todo está visto. La gente va a lugares que se ven bien, pero la comida no es rica. Yo quiero ver un lugar sin filtros, crudo, como en Google Maps. En Instagram todo está curado y retocado, muy pocos te muestran lo que pasa.
A veces se abre un lugar y me dicen: "Me contaron que antes mandás a alguien a probar si es rico." No, no es tan así. Cuando hay alguien que es más o menos cercano y abre algo, los chicos que trabajan conmigo van antes y me dan feedback real: "Andá o no vayas", porque si voy, sé que van a estar mirando qué cara pongo. O no quiero ir si sé que no me va a gustar. O si me dicen "vení y dame el feedback", yo voy y le doy el feedback real: espectacular, más o menos, a mejorar, lo que sea.

-Cuando vas a otro país que no conocés a los cocineros, ¿vas con otro mood a comer?
-Sí. Por eso digo que viajar con cocineros a comer es una cosa, y viajar con civiles es otra. Fui a Noma, en Copenhague, dos veces, con amigos, fue espectacular. Porque el filtro que ponés es otro: le sacás el crítico profesional y dejás el de la experiencia, el de vivir lo que te están queriendo decir.
Después, voy a comer con amigos cocineros la pasamos espectacular, pero es otra onda. Y en grupo también es distinto. Si vas de a dos o tres, todo bien. Con Germán (Martitegui) voy a comer a cualquier lado; con Damián (Betular), a veces almorzamos con él y Pamela (Villar), comemos rico y nos vamos. Pero porque ellos son especiales, tienen otro vibe, como Germán.
-¿Qué cosas te gustaría hacer profesionalmente que todavía no hiciste?
-Quiero hacer un dibujito animado sobre comida, con impronta informativa y atractivo. Ya tenemos todo, pero es caro. Me ofrecieron hacerlo pero quedarse con los derechos. En ese sentido, lo que más me preocupa es mantener el control de lo que se dice, participar y decidir sobre el contenido.
-¿Por dónde te parece que va hoy la cocina en la tele?
-Creo que la comida tomó un espacio grande hace mucho tiempo. Al principio eran programas de cable para la mujer, después con humor, luego con reality, docureality o falso reality. Hoy hay muchos programas parecidos, pero distintos: uno cocina, otro canta. Lo bueno es que no dan malas noticias; es salir un poco de la realidad o tener una realidad más linda. Creo que a la gente la engancha por ese lado.

-¿Estás con ganas de volver a la tele?
-Me parece que no es un buen momento. Me gusta hacer algo con profundidad, pero siento que no es el momento.
Fotos: Chris Beliera
Producción: Marité Rizzo
Maquilló y Peinó : @ro_somoza para @sebastiancorreaestudio
Ropa: @lacoste y @mishkabuenosires.
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