Hay historias que te atraviesan el pecho. Esta es una de esas. Tom y Sawong nacieron el 9 de octubre en Papúa Nueva Guinea, unidos por el abdomen. Hoy, mientras reciben cuidados en la unidad neonatal del Hospital General de Port Moresby, sus padres libran una batalla desesperada contra el tiempo para salvarles la vida.

El martes pasado, el hospital les dio una noticia devastadora: los gemelos no deberían viajar al extranjero. Los médicos consideran que la cirugía es demasiado riesgosa y que el traslado podría costarles la vida a uno o ambos bebés. Pero para esta familia, quedarse sin intentarlo no es una opción.
Una situación límite
Los pequeños Tom y Sawong comparten el hígado, la vejiga y partes del tracto gastrointestinal. Además, ambos tienen espina bífida, un defecto del tubo neural que afecta el desarrollo de la columna y la médula espinal. Pero las complicaciones no terminan ahí: uno de los gemelos tiene un defecto cardíaco congénito, un solo riñón y pulmones malformados.
"Uno de los gemelos está haciendo gran parte del trabajo en términos de suministrar oxígeno al corazón del otro", explicó el Dr. Kone Sobi, director médico del hospital. "Es una situación precaria para ambos, realmente dependen uno del otro. Nadie sabe qué pasará a partir de ahora".

A pesar del diagnóstico complejo y el pronóstico reservado, los médicos se sorprenden de que los bebés hayan llegado hasta acá. Sin estar conectados a soporte vital, con apenas oxígeno suplementario y alimentación, Tom y Sawong cumplen un mes de vida. "Tienen voluntad de vivir", aseguró Jurgen Ruh, el piloto que trasladó inicialmente a los recién nacidos a Port Moresby.
Un rayo de esperanza
El llamado desesperado de los padres tuvo eco. Hace una semana, la familia tomó una decisión crucial: trasladar a Tom y Sawong del sistema público a una clínica privada en Port Moresby, donde ahora tienen su propia sala y un equipo dedicado de enfermeras especializadas.
"Es el mejor entorno que podemos ofrecerles en Papúa Nueva Guinea, teniendo en cuenta las posibles infecciones cruzadas y el contagio de malaria", explicó Jürgen Ruh, quien desde el primer día se convirtió en el mayor impulsor de esta causa.
Pero la noticia más esperanzadora llegó esta semana: un equipo especializado de médicos de la Red de Hospitales Infantiles de Sydney viajó hasta Nueva Guinea para evaluar personalmente a los gemelos. Es la primera vez que especialistas internacionales examinan el caso in situ, y su presencia enciende una luz de esperanza para la familia.
Acostados en una incubadora de plástico, rodeados de almohadas y mantas, Tom y Sawong duermen pacíficamente. Mientras Tom se alimenta a través de una sonda nasogástrica, Sawong bebe de una delicada jeringuilla. Cada hora, el equipo médico abre la cuna para acomodarlos y atenderlos. Cada movimiento, cada señal de vida, es un pequeño milagro que reconforta a sus padres.
La esperanza tiene nombre
Hay casos que inspiran. En 2022, los gemelos siameses brasileños Bernardo y Arthur Lima nacieron con sus cabezas unidas. Los médicos dijeron que era imposible, pero un equipo de cirujanos de Brasil y el Reino Unido, liderado por Noor ul Owase Jeelani del Hospital Great Ormond Street, logró separarlos después de siete operaciones complejas.
"Fue uno de los procesos de separación más complejos jamás realizados", confirmó la organización benéfica que gestionó la intervención. Lo que parecía imposible se hizo realidad gracias al trabajo en conjunto y el intercambio de conocimientos a nivel mundial.
Ese mismo espíritu es el que ahora moviliza a los especialistas de Sydney. Porque si algo nos enseñan estas historias es que la medicina avanza cuando los expertos se unen, cuando la compasión mueve montañas, cuando nadie se rinde.
Mientras tanto, en la unidad neonatal de Port Moresby, dos bebés siguen aferrados a la vida. Tom y Sawong, de apenas seis semanas, luchan juntos, se mueven juntos, dependen uno del otro. Y una familia que no baja los brazos espera que los especialistas de Sydney encuentren la forma de darles una oportunidad.
El Dr. Paki Molumi, director ejecutivo del Hospital General de Port Moresby, reconoció que inicialmente se consideró que el traslado era demasiado arriesgado y que las probabilidades de supervivencia eran extremadamente bajas. Pero la llegada del equipo de Sydney cambió el panorama. Ahora hay evaluación, hay análisis, hay posibilidades sobre la mesa.
Los padres de Tom y Sawong lo saben: el camino es incierto y el desenlace, impredecible. Pero también saben que no intentarlo significa rendirse. Y rendirse no está en sus planes. "Son conscientes de que uno o ambos podrían perderse durante la operación, pero sienten que al menos lo habrán intentado", cuenta Ruh.
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