¿Por qué los vinos blancos y rosados son ideales para la primavera? La respuesta es simple: porque son frescos, livianos y fáciles de beber. A diferencia de los tintos robustos, que en esta época pueden resultar pesados, los blancos y rosados se sirven fríos (entre 6 y 10 grados) y ofrecen notas frutales, cítricas y florales que acompañan mejor el clima cálido.
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Además, su acidez equilibrada y ligereza los convierten en aliados de encuentros al aire libre, picnics o reuniones sociales más relajadas, donde buscamos un vino que refresque sin imponerse.

Variedades para descubrir
En Argentina, la diversidad es enorme:
- Tintas: Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot, Syrah, Bonarda y Pinot Noir.
- Blancas: Chardonnay, Sauvignon Blanc, Viognier y cepas aromáticas como el Moscato o el Riesling.
- Rosados: elaborados a partir de Malbec o Pinot Noir, con versiones delicadas, secas y muy frescas.

¿Con qué platos maridar blancos y rosados?
- Vinos blancos: ensaladas frescas, ceviches, sushi, mariscos, pastas con salsas suaves, quesos blandos y almuerzos livianos.
- Rosados: tablas de fiambres, empanadas, pizzas, carnes blancas, pescados, cocina mediterránea y platos étnicos de baja intensidad como la thai o la mexicana.
Ambos estilos funcionan muy bien en brunchs, aperitivos, fiestas y afterworks, donde el vino se disfruta como parte de la experiencia social.
Vinos y coctelería: una tendencia en alza
Cada vez más bartenders suman vinos blancos y rosados en tragos frescos y de baja graduación alcohólica, tendencia que gana fuerza en todo el mundo. Algunas opciones:
- Spritz: con rosados o blancos, soda, frutas frescas y hierbas.
- Sangrías claras: con cítricos, frutas de estación y un toque de espumante.
- Wine tonic: vino con agua tónica y rodajas de limón o pomelo.
- Clásicos: Bellini, Mimosa o incluso una versión ligera del tinto de verano, pero con blancos o rosados.
¿Cómo empezar a tomarlos si no es tu costumbre?
Si todavía no estás acostumbrada a tomar vinos blancos o rosados, la mejor forma de empezar es con propuestas suaves y de baja graduación alcohólica. Los spritz elaborados con vino, las mezclas con soda o agua tónica, o variedades naturalmente ligeras como el Moscato o el Riesling son una excelente puerta de entrada.

Servidos bien fríos, jóvenes y sin paso por madera, despliegan notas frutadas que resultan fáciles de disfrutar. Incluso podés probarlos en cócteles suaves o con hielo, algo que muchas bodegas ya sugieren como parte de la experiencia, porque permiten acercarse a estas categorías de manera relajada y sin reglas rígidas.
Fuente: Juan Pablo Maldonado
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