Se dice que a mediados del siglo XX, el barrio de Colegiales latía con pulso propio: el de las máquinas que funcionaban las 24 horas del día en la Manufactura Algodonera Argentina. En la manzana comprendida por Álvarez Thomas, Concepción Arenal, Santos Dumont y Avenida Córdoba, se levantaba este coloso racionalista diseñado por el arquitecto Jorge Bunge.
Pensado para albergar a cientos de obreros y toneladas de algodón que se transformaban en tejidos, acompañó el crecimiento de la ciudad en un momento en que las fábricas no solo generaban bienes, sino también comunidades enteras a su alrededor. Junto a Cementos Avellaneda, repasamos la historia de este símbolo de la zona.

Construcción y diseño: la modernidad industrial en Colegiales
Popularmente conocida como La Algodonera, la Manufactura Algodonera Argentina marcó un antes y un después en la fisonomía urbana del barrio de Colegiales. Diseñada por el arquitecto Jorge Bunge, esta construcción es un claro exponente del racionalismo industrial porteño, un estilo que priorizaba la funcionalidad y la eficiencia sobre la ornamentación.
En este edificio, proyectado a fines de la década del '40, Bunge aplicó estos principios con rigor, creando una obra que combina solidez, eficiencia y estética moderna. Así, logró que La Algodonera no solo cumpliera su función fabril sino que además se integrara armoniosamente en el paisaje urbano del barrio.
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La Algodonera fue pionera en incorporar terrazas parquizadas —diseñadas por Benito Carrasco, el mismo paisajista detrás de las terrazas del Kavanagh— y espacios de recreación para obreros y sus familias: cancha de pelota, tenis y pileta. Todo bajo una impronta racionalista de muros lisos, ventanas apaisadas y volúmenes prismáticos con curvas sutiles.

Construido con técnicas modernas para la época, contó con una estructura de hormigón armado que permitió grandes luces y espacios amplios sin columnas intermedias, ideales para albergar la maquinaria y los procesos productivos del sector textil. Sus característicos ventanales metálicos, dispuestos en franjas horizontales, garantizaban una abundante iluminación natural que era fundamental para el trabajo dentro de la fábrica.
El diseño interno del edificio fue pensado cuidadosamente para optimizar la circulación de materiales y personas. Desde amplios pasillos y áreas de almacenamiento y producción interconectadas, hasta accesos vehiculares estratégicos para facilitar la logística. Todo esto en una escala monumental, que reflejaba la importancia de la industria textil en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XX.

Del esplendor industrial a la transformación de La Algodonera
Durante varias décadas, La Algodonera fue un faro de actividad y modernidad en Colegiales, con su estructura pensada para sostener la producción textil en auge. Sin embargo, debido a los cambios de la industria textil a nivel global, el edificio cerró sus puertas a principios de los años '90.
Incluso al estar desocupado, conservó su impronta racionalista y su estructura sólida. Sus ventanales, la proporción equilibrada de volúmenes y la nobleza de sus materiales pedían a gritos una nueva vida. A finales de la década del '90, el estudio de arquitectos Dujovne-Hirsch se propuso el desafío de recuperar La Algodonera sin borrar su historia.

La reconversión, finalizada en el año 2000, respetó la estructura original y su estética funcionalista. Se incorporaron patios interiores, circulaciones abiertas y terrazas verdes, transformando la antigua fábrica en un complejo mixto. Hoy en día cuenta con oficinas, viviendas y espacios comerciales. Además, gracias a las generosas dimensiones de la construcción original, se diseñaron espacios comunes que recuerdan la escala monumental de la fábrica.
La transformación de este edificio en complejo residencial fue una de las primeras intervenciones urbanas en Buenos Aires que combinó la preservación del patrimonio industrial con la incorporación de espacios verdes y amenities modernas, sentando un precedente para proyectos similares en la ciudad.

Así, el caso de La Algodonera es uno de los grandes ejemplos de reconversión de estructuras industriales en la Ciudad de Buenos Aires. A través de los años, silos, galpones y fábricas han encontrado nuevos usos sin perder su identidad original. Este tipo de proyectos revitalizan las zonas urbanas, preservan la memoria arquitectónica y mantienen viva la historia constructiva de la ciudad.