En Recoleta, sobre el histórico terreno donde alguna vez se alzaba el Palacio Unzué, se ubica la Biblioteca Nacional Mariano Moreno: una mole de hormigón que parece levitar sobre el paisaje urbano.

Diseñada en 1962 por Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga, fue inaugurada en 1992 tras décadas de demoras políticas y económicas. La propuesta arquitectónica fue revolucionaria: preservar los libros en depósitos subterráneos y liberar la planta baja como espacio público, con un edificio elevado que eleva simbólicamente el saber sobre la ciudad.

El brutalismo como manifiesto cultural
El edificio es uno de los máximos exponentes del brutalismo argentino: volúmenes geométricos, superficies de hormigón visto que dejan ver la huella del encofrado y un diseño que juega con la monumentalidad. La estructura principal se apoya en cuatro columnas masivas, generando un espacio libre a nivel del suelo que conecta la plaza pública con el verde circundante. Testa lo definía como un “gliptodonte suspendido”, una criatura prehistórica que custodia en su interior miles de volúmenes.

Biblioteca Nacional: escaleras, miradores y cultura argentina
Quien recorre la Biblioteca asciende por rampas y escaleras caracol hasta llegar al quinto piso, donde la sala de lectura general, de doble altura, se abre con grandes ventanales hacia vistas panorámicas de Buenos Aires y el Río de la Plata. No hay balcones tradicionales, pero sí terrazas y miradores que transforman la experiencia de lectura en un acto que dialoga con la ciudad.

Eventos que dejaron huella
Más allá de su valor arquitectónico, la Biblioteca ha sido escenario de hitos culturales y académicos. En 2007 presentó la edición facsimilar completa de la revista Contorno, pieza clave de la crítica literaria argentina de los años 50, digitalizada para acceso público. Su auditorio ha albergado encuentros internacionales como el VII Encuentro Nacional de Instituciones con Fondos Antiguos y Raros, además de ciclos de conferencias, talleres y presentaciones que conectan a escritores, investigadores y lectores. Bajo la gestión de Elsa Barber, en 2019, se potenció su rol como centro cultural, con más exhibiciones, becas y actividades abiertas a toda la comunidad.

En 2019, el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional, consagrando su valor patrimonial y cultural. Hoy, la Biblioteca Nacional no es solo un repositorio de la memoria escrita del país: su propia arquitectura es un manifiesto, un recordatorio de que la cultura, cuando se eleva, transforma el paisaje y la forma en que habitamos la ciudad.
