Con la llegada del verano, todos estamos más expuestos al sol. Por eso, es importante tomar ciertas precauciones para prevenir algunos daños potenciales.
La exposición solar, a través de las radiaciones ultravioletas (UV), puede producir graves daños en la piel. Algunas lesiones aparecen en forma inmediata, como las quemaduras, y otras -como el envejecimiento prematuro de la piel, las manchas y hasta el cáncer de piel- se pueden presentar a lo largo de los años.
Independientemente de la fuente de calor (y en algunos casos el frio también las puede originar), las quemaduras se pueden clasificar en 3 tipos, teniendo en cuenta su profundidad:
Primer grado: Compromete la primera capa de la piel (Epidermis). Hay dolor y enrojecimiento de la piel.
Segundo grado: Se compromete hasta la segunda capa de piel (Dermis). Aparecen ampollas.
Tercer grado: las más graves. Compromete todas las capas de la piel (hasta la Hipodermis). Color negro de la piel e insensibilidad al tacto.
Tanto las quemaduras de segundo como las de tercer grado requieren de atención médica.
Hay grupos que potencialmente pueden resultar más afectados: las mujeres embarazadas, los bebés y niños pequeños, las personas mayores de 65 años, y quienes padecen enfermedades crónicas como, por ejemplo, afecciones respiratorias o cardíacas, diabetes, etc.
En caso de detectar cambios en la piel, siempre se recomienda realizar un control dermatológico para la detección temprana de lesiones.
*Agradecemos al Dr. Sebastián Halac, médico clínico del equipo médico de WIlliam Hope (MN 122.692) por su asesoramiento para esta nota