Una investigación publicada en la revista Journal of Human Development and Capabilities analizó a más de 100.000 jóvenes en todo el mundo y encontró que quienes recibieron su primer smartphone a los 12 años o antes presentan mayores probabilidades de tener problemas emocionales en la adultez. Los especialistas llaman a un debate urgente sobre educación digital, límites y acompañamiento familiar.
¿A qué edad deberían los niños tener su primer teléfono inteligente?
La pregunta, que divide a familias y educadores, acaba de recibir nueva evidencia. Un estudio reciente, liderado por el equipo de Sapien Labs y publicado en la revista Journal of Human Development and Capabilities, analizó datos de más de 100.000 jóvenes de entre 18 y 24 años en 168 países.
La investigación revela un patrón preocupante: quienes recibieron su primer smartphone a los 12 años o antes muestran hasta un 30% más de probabilidades de atravesar en la adultez temprana dificultades como pensamientos suicidas, baja autoestima, problemas de regulación emocional e incluso sensación de desapego de la realidad.
Según los autores, parte de esta relación se explica por factores mediadores como el acceso temprano a redes sociales, la alteración de los ciclos de sueño, experiencias de ciberacoso y vínculos familiares debilitados. Estos hallazgos refuerzan la idea de que no se trata solo del dispositivo en sí, sino de cómo, cuándo y bajo qué condiciones se utiliza.
Los especialistas advierten, sin embargo, que el estudio no prueba causalidad: no significa que un smartphone temprano sea la única causa de los problemas detectados. Se trata de un análisis observacional y retrospectivo, que recoge la edad de primer acceso reportada por los propios participantes y la contrasta con su estado emocional actual.
Variables como el contexto familiar, la predisposición individual o las condiciones socioeconómicas también influyen de manera decisiva.
Aún con estas limitaciones, la magnitud de la muestra y la consistencia de los resultados aportan una señal que no conviene desoír. “No se trata de demonizar la tecnología, sino de reconocer que un acceso demasiado temprano puede exponer a los niños a experiencias emocionales para las que no están preparados”, explicó Tara Thiagarajan, neurocientífica y autora principal del estudio.
En otros países ya se están tomando medidas. Francia, por ejemplo, prohíbe el uso de celulares en las escuelas primarias, mientras que en Reino Unido se discute un límite legal para el acceso a redes sociales antes de los 16 años. Estas políticas buscan ganar tiempo y ofrecer a niños y adolescentes entornos de aprendizaje menos condicionados por la hiperconexión.
¿Qué pueden hacer las familias hoy?
Los expertos sugieren trabajar en tres frentes:
• Alfabetización digital desde edades tempranas, que permita a niños y adolescentes desarrollar pensamiento crítico frente a los contenidos.
• Supervisión activa de las familias, estableciendo límites claros de tiempo y uso, así como rutinas de descanso saludables. La Academia Americana de Pediatría, por ejemplo, recomienda que los dispositivos no estén en la habitación durante la noche.
• Prevención del ciberacoso y promoción del bienestar emocional, tanto en el hogar como en la escuela, fortaleciendo los vínculos y ofreciendo espacios de contención.
El debate trasciende lo tecnológico y toca fibras profundas: ¿cómo acompañamos el desarrollo de las nuevas generaciones en un entorno hiperconectado? La evidencia disponible invita a repensar políticas públicas, estrategias educativas y hábitos familiares. Tal vez la clave no esté en prohibir o demonizar los smartphones, sino en aprender a integrarlos de manera consciente y responsable en la vida de los más jóvenes.
Fuente: Verónica Dobronich. Speaker, docente, CEO, mentora, facilitadora, escritora. HR influencer #1 2024 y #5 2023. Especialista en IE. +1000 charlas en +20 países, incluyendo TEDx. Top 1 Creators Careers & Office · LinkedIn
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