Estuve ahí. Caminé los pasillos de lo que fue el mítico edificio de Barneys en Chelsea, testigo silencioso de una nueva escena que está elevando la moda de segunda mano a otro nivel. Se trata de Normal, una feria que no solo celebra lo vintage, sino que lo curaduriza con una sensibilidad tan precisa que convierte cada rincón en un hallazgo.

Tuve la suerte de participar de la noche de apertura, un preview íntimo en un espacio icónico. Pocas veces se ve una convocatoria tan potente y diversa, en la que conviven diseñadores independientes, coleccionistas de archivo y tiendas vintage seleccionadas con un criterio tan alto que parecía imposible encontrar una prenda fuera de lugar.
Todo estaba extremadamente curado: desde vestidos de novia hasta carteras de todas las marcas imaginables, pasando por zapatos espectaculares, objetos de decoración y piezas de archivo que podrían estar exhibidas en un museo. Y no me refiero solo a etiquetas de lujo –aunque claro que estaban presentes– sino a joyas verdaderas, hallazgos que conectan con la historia, con la estética, con el deseo.


Uno tiende a pensar que las ferias vintage tienen un cierto caos inherente. Aquí no. Todo estaba montado con precisión y belleza. Nada era casual. Todo estaba pensado. Se notaba el ojo de su curadora, que logró nuclear a lo mejor de lo mejor de Nueva York y sus alrededores.

La feria se extendió durante dos fines de semana consecutivos. El primero, en el emblemático Barneys. El segundo, ante los desafíos del edificio y el calor inclemente de la temporada, se trasladó a un spot increíble en el Financial District.

Una jugada audaz que le sumó una vibra completamente distinta. Ese centro de Manhattan que está mutando, ganando terreno como uno de los nuevos epicentros del diseño, funcionó como marco perfecto para el cierre de una edición que dejó la vara altísima.

Y ya que hablamos de Nueva York como terreno fértil para lo nuevo, imposible no mencionar 7 Spring NYC, una joya escondida que descubrí por casualidad. Un café de especialidad con estética impecable, espíritu creativo y una propuesta inesperada: tableros de backgammon listos para jugar, aprender y compartir. Sí, leés bien: si no sabés jugar (como yo), te enseñan. Y no es solo el juego lo que atrapa, sino la vibra general del lugar, ese equilibrio perfecto entre diseño, comunidad y ritual.

Dos propuestas muy distintas, pero con algo en común: la capacidad de sorprender, elevar la experiencia y recordarte por qué Nueva York siempre vale el viaje.
Fuente: Alejandra Boland, Consultora de negocios internacionales de moda
Suscribite al newsletter de Para Ti
Si te interesa recibir el newsletter de Para Ti cada semana en tu mail con las últimas tendencias y todo lo que te interesa, completá los siguientes datos:

