Victoria Rellihan es health coach, maratonista y emprendedora. Atravesó un desbalance hormonal que alteró profundamente su salud y su cuerpo. Esa experiencia la llevó a buscar respuestas y a iniciar un camino de transformación que hoy inspira a miles de personas.
Durante la pandemia, luego de meses de estudios médicos, Victoria encontró en la alimentación una herramienta clave para recuperar el equilibrio perdido. Así nació su marca, que combina pastelería saludable con ingredientes naturales, sin azúcar, sin gluten y sin harinas refinadas. Cinco años después, la marca tiene presencia en Argentina y Estados Unidos, y promueve una forma de comer rica, consciente y realista.
-¿Cómo era tu vida antes del diagnóstico?
-Completamente distinta. Siempre me gustó hacer deporte, pero lo hacía de forma esporádica y sin constancia. Tenía una relación con la comida muy poco consciente: comía sano solo cuando se acercaba el verano o si quería “verme mejor”. Estaba en un ciclo constante de gym y dietas restrictivas, siempre con un objetivo estético.

Todo cambió cuando mi cuerpo empezó a hablar fuerte. Pasé por momentos personales muy difíciles —la enfermedad de mi mamá, un duelo familiar, una separación— y empecé a subir de peso sin control. Un día me pesé y había aumentado 17 kilos. Aunque volví a entrenar y comer “saludable”, seguía subiendo de peso. Algo no cerraba.
Después de muchos estudios, descubrí que tenía un fuerte desbalance hormonal. Una amiga cercana me dijo algo que me marcó: “Tu cuerpo se hizo grande para sostener tanto dolor”. Hoy entiendo que no me escuchaba: vivía reaccionando, no eligiendo.
-¿Cómo era tu calidad de vida antes y cómo es ahora?
-Antes me levantaba a las 10:30, sin energía ni motivación. A veces desayunaba y volvía a dormir. Me sentía pesada, agotada, sin rumbo. Hoy me despierto a las 5 de la mañana con ganas, entreno feliz, trabajo todo el día y tengo una energía que a veces me sorprende.

Llevo mi marca, que empezó en Argentina, también a Estados Unidos. Además de transformar mi alimentación, el deporte se volvió central. Correr me dio fuerza física y mental. La disciplina que entrenás en el gimnasio la aplicás en todo: tu negocio, tus relaciones, tu vida.
Aprendí que no existen las dietas mágicas: se trata de hábitos. Comer para tener foco, energía, calidad de vida. Y, sobre todo, para sentirte bien con vos misma.
-¿Cómo impactó emocionalmente el momento en que supiste que debías cambiar?
-Fue desesperante. No entendía qué pasaba con mi cuerpo. Por eso, cuando apareció un plan de acción real, sentí alivio. No era una solución mágica: era compromiso. Y eso fue transformador.
Creo mucho en el equilibrio. Ni extremos ni restricciones. Me funciona el famoso 80/20: 80% de hábitos saludables sostenibles, y un 20% flexible. Si quiero tomarme un vino, lo hago y lo disfruto sin culpa.

A los 37 me siento en mi versión más fuerte y en paz. Correr una maratón en solo nueve meses fue un desafío que me demostró de lo que soy capaz. Pero el equilibrio de cada uno es distinto: se trata de encontrar el propio, con amor y paciencia.
-¿Qué empezaste a notar con los primeros cambios?
-Lo primero fue la energía. Me sentía liviana, descansaba mejor, mi digestión mejoró, mi piel también. Pero lo más fuerte fue la calma mental. La ansiedad empezó a bajar, y eso cambió todo.
Cuando el cuerpo recibe lo que necesita, responde. Y eso se nota en tu humor, en tu motivación, en cómo te relacionás. Para mí, no hay vuelta atrás. Esa etapa difícil fue, sin duda, lo mejor que me pasó.
Creé mi marca a partir de esa experiencia. Es mi historia hecha producto. Me certifiqué como health coach en IIN (New York) y hoy acompaño a otras personas en este camino. A través de mis redes, intento compartir lo que aprendí: que ser saludable puede ser disfrutable, rico y real.
-¿Qué le dirías a alguien que siente que no puede?
-Que empiece. Aunque sea con algo chiquito. Que el momento es ahora, y que los pequeños cambios son enormes. Todos empezamos alguna vez, y todos pensamos que no íbamos a poder.
La clave está en ir de a poco, con paciencia. Si un día no sale como esperabas, al día siguiente tenés otra oportunidad. No te compares: tu proceso es único y eso está perfecto.

-¿A qué cosas les decís “SÍ” y a cuáles “NO”?
SÍ a:
- Mover el cuerpo todos los días, aunque sea 15 minutos.
- Comer rico y saludable, sin culpa.
- Ponerme objetivos que me desafíen y motiven.
NO a:
- Las dietas extremas que solo generan frustración.
- Compararme con otras personas o versiones pasadas de mí.
- Vivir en automático, sin conciencia.
-¿Qué hacés cuando sentís que tuviste un “mal día”?
-No creo en los días en los que “hago todo mal”. Sí hay días que cuestan más, y está bien. Me recuerdo que soy humana, que no pasa nada, y que mañana tengo otra chance de elegir mejor. Lo importante es volver. Siempre volver a lo que te hace bien.
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