Una cena de egresadas 40 años después, la vida y el amor - Revista Para Ti
 

Una cena de egresadas 40 años después, la vida y el amor

Amores Random, una nueva columna by Alejandra Lanfranqui en la que nos habla de vínculos.
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Finalmente lograban juntarse después de meses de infructuosos intentos. No era para menos, eran 23 mujeres tratando de ponerse de acuerdo en una fecha para encontrarse y con el pretexto de despedir el año, volver a juntar a la camada de su último año de colegio secundario. Habían egresado hacía 25 años y esta vez era la primera que la convocatoria había sido perfecta.

Todas estaban confirmadas, desde Lucía, la abanderada nerd, flaquita y desgarbada hasta Silvina, la bomba sexy del grupo, siempre vestida a la moda, habitual alumna de materias reprobadas.

Todas habían traspasado la barrera de los temidos 40 años y en su gran mayoría habían salido ilesas. Alguna que otra parecía la madre desalineada y andrajosa de película cómica, pero el resto conservaba el cuerpo, la piel y las ganas de mujeres activas y dignas de miradas cómplices.

Era una noche de verano majestuosa, la mesa estaba reservada en el patio de uno de los restaurantes más lindos de la ciudad. La llegada de cada una parecía una fiesta, salvo para los comensales de las mesas contiguas que no veían la hora de pedir la cuenta y esfumarse de semejante cotorreo.

Las charlas se fueron desarrollando sobre los temas típicos de mujeres de 40 años: crianza de hijos, logros profesionales, pago de cuota alimentaria de exmaridos, críticas a las suegras de turno, estadística sexual de las solteras y divorciadas y grandezas, sobre todo económicas, de los maridos de las casadas.

Silvina, la femme fatale del grupo, optó por vivir de su belleza y sensualidad, no estudió ni se preocupó tampoco por sostenerse económicamente. En su primer trabajo de administrativa de oficina enamoró a unos de los socios y se casó por civil y por iglesia con una fiesta multitudinaria y opulenta, donde la figura de la novia destacaba. Tenía 3 hijos y seguía, según ella, felizmente casada con su marido empresario.

Lucía ya no parecía tan despreciable para la vista masculina, había incursionado en el tenis y entrenaba varios días a la semana. Se había recibido con honores en la universidad pública y había logrado alcanzar un cargo muy importante en una empresa multinacional. Tenía 2 hijos, como decía ella, más hijos no le hubieran alcanzado las manos ni la energía. Estaba en pareja con el papá de sus niños desde hacía 15 años.

Lucía sorprendió a sus ex compañeras de colegio, no solo por su cambio estético sino por su seguridad y prestancia a la hora de relacionarse. Lejos había quedado su mirada cabizbaja y postura ensimismada en su propia timidez. Esa noche, entre tantas historias grandilocuentes, no tuvo reparos en contar que su pareja hacia un mes se había quedado sin trabajo. La empresa donde era director se había ido del país y estaba en plena búsqueda laboral. No titubeó en responder cuando le preguntaron sobre las vacaciones familiares, que ese verano no harían planes de viajes ni gastos extras hasta que su pareja consiguiera un nuevo empleo.

La cena las encontró enredadas en una verborragia grupal incontrolable hasta la madrugada. El restaurante estaba por cerrar sus puertas. Acordaron y se prometieron no volver a dejar pasar otros 25 años y quedaron en contacto en un nuevo grupo de whatsapp.

Silvina partió en su auto importado a su casa de 3 plantas. Nadie la esperaba y mucho menos su marido. Hacía tiempo que tenía un departamento donde vivir la clandestinidad de sus relaciones extramatrimoniales. A Silvina la ignoraba, poco le importaba su existencia pero en la foto de los eventos y los viajes familiares su figura alimentaba el ego de macho alfa.

Lucía llego a su departamento familiar. Sus hijos dormían en el cuarto que compartían. Sin embargo y a pesar de la hora, Marcos, al escucharla llegar se despertó, se acercó a ella, la abrazó y le propuso abrir un vino y charlar juntos a la luz de la luna llena que se asomaba por el balcón. Hablaron, rieron, se besaron y fundieron sus almas una vez más.

A la mañana siguiente, Lucía con sus pelos revueltos y acurrucada entre los brazos de Marcos, lo miró dormido y agradeció una vez más el consejo que su abuela le había regalado el día de su egreso de secundario. “La vida es un camino de elecciones, elegí el amor siempre y llegarás a destino”.

Fuente: Alejandra Lanfranqui es autora de "El día después del amor". De profesión abogada, descubrió que su verdadera vocación es escribir y se animó con su primera novela que ya es un éxito y en la cual nos invita a viajar por el amor.

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