María Susini, acompañada por sus hijos India, Yaco y Moro, se dejó ver en la final del Abierto Argentino de Polo con naturalidad, cariño y esa energía pausada que los distingue. Lejos del glamour ostentoso y del ruido mediático, eligieron disfrutar del verde, del deporte y de la compañía mutua. Una postal de armonía familiar que renueva la fe en la vida sencilla, genuina y en comunidad.
Sonríen con solvencia, con la calma de quien no necesita demostrar nada. Desde que llegaron al predio del Abierto Argentino de Polo, María Susini caminó al lado de sus hijos: India —la mayor—, y los mellizos Yaco y Moro. Entre risas, miradas al pasto, amigos en común, se vivieron momentos de naturalidad que contrastan con la intensidad que suele rodear a las figuras públicas.

La familia que formaron Susini y Facundo Arana hace años eligió una vida menos expuesta —más ligada al campo, a los animales, al respeto por el entorno. El polo, entonces, funcionó como ese puente: deporte, naturaleza, tradición… y un plan ideal para compartir en familia.
Verlos así —unidos, relajados, sin prisa— habla de una elección: priorizar lo esencial, lo íntimo, lo verdadero. En un mundo de brillo artificial, ellos optaron por el verde, los silencios compartidos, los paseos, los animales, los sentimientos auténticos.
Ese contexto —marcado por el deseo de alejarse del ruido— no los vuelve menos visibles: al contrario, cada gesto suyo tiene un brillo distinto. Es un brillo que no grita, que no busca likes, que no exige titulares. Es un brillo que se percibe en la serenidad de una tarde, en la ternura de un abrazo, en la complicidad entre hermanos.
Y ese brillo es, para muchos, el verdadero símbolo de éxito. Porque muestra que se puede ser famoso, público, tener raíces mediáticas, y al mismo tiempo salvaguardar la intimidad, los valores, la humanidad.
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