Hay sueños que no tienen forma de meta lejana. No esperan el momento indicado ni el contexto ideal. Son urgentes. El de Lucía Espíndola es uno de ellos: ver caminar a su hija Luana por primera vez.
Luana tiene 15 años y nació con parálisis cerebral a causa de una mala praxis médica. En diciembre fue operada de ambas piernas y, por primera vez, apareció una posibilidad concreta: ponerse de pie y avanzar. Para eso necesita un andador especializado que cuesta casi siete millones de pesos. Sin ese dispositivo, el cuerpo no acompaña al deseo.
“Necesito ayuda”, dice Lucía sin rodeos. No hay dramatismo impostado ni discurso aprendido. Hay cansancio, hay insistencia y hay una esperanza que no se apaga aunque todo alrededor se demore.
La historia de Luana empezó muy temprano. A los pocos días de vida, su mamá notó que algo no estaba bien: un cuerpo demasiado quieto, silencios que no eran normales, episodios en los que la respiración se cortaba. Vinieron las internaciones, los pronósticos oscuros, las frases que una madre nunca debería escuchar. Luana sobrevivió.
El diagnóstico llegó más tarde: parálisis cerebral por falta de oxígeno al nacer, retraso madurativo, epilepsia. La información fue apareciendo de a poco, como si la verdad también tuviera miedo de decirse toda junta.

Lucía aprendió a maternar en la intemperie. A los 15 años —la misma edad que hoy tiene su hija— se fue de su casa después de haber sufrido abusos. Nadie la cuidó entonces. Hoy, todo su cuerpo está puesto en cuidar.
Tiene cuatro hijos y viven en una casa precaria, adaptada como se pudo. Durante la pandemia, con el IFE, construyó un baño adentro porque lo básico también puede ser un logro. Cada día se levanta antes de que amanezca, organiza traslados, comidas, turnos médicos, ventas improvisadas. La rutina no se interrumpe nunca.
La operación de Luana fue un punto de inflexión, pero también un golpe. Faltaron elementos básicos, el postoperatorio fue duro, el cuerpo sufrió más de lo necesario. La obra social llegó tarde, como suele pasar cuando el tiempo no es una prioridad administrativa sino una urgencia vital.
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Hoy Luana tiene un bipedestador que le permite estar de pie. Falta el andador. Falta eso que podría cambiarlo todo: avanzar. No correr, no saltar, no bailar en una fiesta de 15. Caminar. Un paso. Después otro.
Luana no habla, pero se expresa. Se ríe con la música que le ponen sus hermanos, mueve los brazos, responde al afecto. “Con que pueda caminar, cambiaría todo”, dice Lucía. Bañarse, moverse, ir al baño, ser un poco más independiente. Lo cotidiano, que a veces es lo más revolucionario.
Falta poco para que empiece un nuevo año. Mientras muchos piensan en proyectos, Lucía piensa en un andador. En un objeto que no es símbolo de nada grandilocuente, pero que puede abrir un mundo.
Porque hay sueños que no piden milagros.
Piden ayuda.
Cómo colaborar
- Alias: lalu05
- CBU: 0110106130010605031533
- Banco: Nación
- Titular: Espíndola Lucía Natali
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