Vuelve Vicky Mori, y con ella, el reflejo más crudo de nuestra propia neurosis. Si la primera temporada de "Envidiosa" nos obligó a reírnos de la hipocresía social y la crisis de los 40, esta tercera entrega promete ir más allá.
Griselda Siciliani regresa a Netflix para enfrentarse a su quiebre más profundo, y con ella, un país entero que se pregunta: ¿por qué amamos tanto a un personaje que la propia actriz describe como "cancelable" y "medio una basura de persona"? La respuesta está en la honestidad brutal de su miseria.
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En un mundo saturado de filtros y coaching de vida perfecta, Vicky Mori es la antiheroína necesaria, la voz que se atreve a gritar las frustraciones que todos guardamos bajo la alfombra. Analizamos el fenómeno, el giro dramático de la trama y por qué esta comedia es mucho más que un simple entretenimiento: es la terapia colectiva que nos merecemos.
1. El fenómeno Vicky Mori: la incorrección necesaria
Desde su debut, "Envidiosa" se convirtió en un fenómeno de visionado en toda Latinoamérica, no a pesar de su protagonista, sino gracias a ella. Vicky Mori (Griselda Siciliani) es la antiheroína que nuestra época necesitaba. Mientras las redes sociales nos exigen filtros, wellness y vidas perfectas, Vicky se atreve a decir en voz alta lo que nadie confiesa: la profunda envidia y la frustración que generan los mandatos de la crisis de los 40.
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Tal como lo definió la propia Siciliani, su personaje es "incorrecto, cancelable" y, por momentos, "medio una basura de persona". Pero allí radica su éxito: en un ecosistema mediático saturado de perfección impostada, la honestidad brutal de Vicky y su neurosis la vuelven profundamente humana y, por qué no, empática.
Su miseria es la confesión pública de la ansiedad generacional: la obsesión por el matrimonio, el deseo (y el temor) de la maternidad y la sensación de que, al cumplir los 40, "la vida ya se terminó" si no se cumplieron ciertos casilleros.
2. La terapia: el escenario de la verdad
Un pilar fundamental de la serie son las sesiones de terapia con Fernanda (interpretada magistralmente por Lorena Vega). Este consultorio no es solo un recurso cómico, sino el verdadero confesionario moral de la serie. Es el único lugar donde Vicky se quita la armadura social y expone, casi sin darse cuenta, las causas profundas de su conflicto.
En la tercera temporada, el rol de la terapia será más crucial que nunca. Los adelantos indican que Vicky se enfrenta a un "duro quiebre" en su vida. Deberá comenzar a aplicar lo aprendido (o no) para rearmar su existencia, poniendo en jaque su serenidad emocional. La gran pregunta es: ¿Podrá la protagonista descubrir qué lugar tienen sus verdaderos deseos sin perder ese equilibrio que tanto le cuesta mantener?
3. El giro del "pollito mojado" y la presión
La nueva entrega, que llega a Netflix este 19 de noviembre, promete un cambio de tono para la protagonista. Si en las primeras temporadas Vicky era la atacante, la de la tercera será, según Siciliani, "más pollito mojado".
Este giro sugiere que veremos a una Vicky más vulnerable, menos a la defensiva. La presión externa —por el casamiento, por Matías (Esteban Lamothe), por el trabajo— la obliga a una introspección profunda. La serie se meterá de lleno en el dilema: ¿puede una mujer neurótica y "tóxica" encontrar la felicidad sin traicionarse? Este será el desafío central de los nuevos episodios, que cuentan con la calidad de producción de Adrián Suar y el guion inteligente de Carolina Aguirre.
4. Las novedades que reavivan el fenómeno
Además del regreso del elenco principal (Esteban Lamothe, Pilar Gamboa, Violeta Urtizberea y Marina Bellati), la tercera temporada inyecta nuevo aire con fichajes de altísimo impacto. La incorporación de Agustín Aristarán ("Soy Rada") garantiza momentos de humor disruptivo, mientras que el debut actoral de Nicki Nicole como el personaje Virtudes eleva la expectativa de la audiencia joven, confirmando el status de fenómeno de la serie argentina.
Envidiosa 3 no solo es una comedia: es la radiografía cáustica de una generación que se siente en falta. Vicky Mori vuelve para decirnos que ser imperfecta no es un error, sino una condición. Y que, a veces, la risa es la única terapia posible.
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