Martin Pistorius nació en Sudáfrica a finales de los años 80. Su infancia transcurría entre amigos, estudios y juegos, hasta que, a los 12 años, una enfermedad misteriosa comenzó a cambiar su vida de manera irreversible.
Lo que empezó como un dolor de garganta se transformó rápidamente en una parálisis total. Los médicos le diagnosticaron meningitis criptocócica y tuberculosis cerebral, pero nadie pudo explicar completamente su estado. Su cuerpo dejó de responder, perdió el habla y la movilidad, y quedó atrapado en un limbo entre la vida y la muerte aparente.
Durante más de 12 años, Martin vivió en lo que parecía un coma irreversible. Sus padres cuidaban de él cada día, levantándose antes del amanecer para bañarlo y llevarlo al centro médico donde recibía estímulos físicos y terapias. Sin embargo, nadie sospechaba que él podía percibir todo lo que sucedía a su alrededor.
Tenía 16 años cuando inició su periodo de “niño fantasma”, podía ver lo que hacían todos, que no sabían que estaba consciente. Los escuchaba, pero no podía responder. Oyó a su madre decir algo así como “ojalá te mueras”. Se había convertido en un enorme peso en la vida de todos sus familiares, especialmente su madre, quien incluso trató de suicidarse.
Sus cuidadores en el centro asistencial abusaron sexualmente de él por años, en especial una mujer, que lo sometió a abusos físicos y mentales. “La he perdonado, a ella y a toda la gente que abusó de mí durante esos años. Sé que esas cosas ocurren donde hay niños o adultos demasiado débiles, silenciosos o mentalmente indefensos para poder contar sus secretos. Ahora lo llevo mejor que hace unos años, pero todavía tengo pesadillas. Aún hay cosas que me hacen revivir cómo me sentía en aquellos momentos”, dijo en una entrevista a El Mundo.
Fue la enfermera Virna van der Walt quien descubrió que Martin estaba consciente. Él ya tenía 25 y esta enfermera experta en aromaterapia, que le masajeaba con aceite de mandarina, se percató algo en los ojos de Martin, e intuyó que este había recuperado la consciencia.
Su intuición y atención permitieron que la familia entendiera que su hijo no estaba “inconsciente”, sino atrapado en su propio cuerpo. A partir de allí, comenzaron los exámenes y terapias que confirmaron que su mente funcionaba plenamente.
Con el apoyo de sus padres, Martin empezó a comunicarse mediante un software especialmente diseñado, similar al que utilizó Stephen Hawking, y gradualmente recuperó la capacidad de interactuar con el mundo. En 2003 ya trabajaba creando sitios web y completó sus estudios universitarios.
“Era tremendamente frustrante y angustioso tener ese deseo de gritar y hacerme visible, pero no ser capaz de hablar y apenas poderme mover”, relató.
“Pude soportarlo escapando hacia mi interior. Mi refugio fue mi imaginación. Y podía imaginarme todo tipo de cosas: desde convertirme en un ser muy pequeño y escalar hasta una nave espacial o que mi silla de ruedas se transformaría en un coche a lo James Bond, con cohetes y misiles. A veces imaginaba que era un conductor de F1. O que era una estrella mundial de cricket”,contó.
El amor también tocó su vida: en 2009 conoció a Joanna, con quien se casó y hoy tiene un hijo, Sebastián. Martin no solo recuperó la movilidad de algunas extremidades, sino que reconstruyó su vida, compartiendo su historia de superación en su libro "Ghost boy (el niño fantasma)" y en Instagram, donde inspira a quienes enfrentan desafíos aparentemente imposibles.
“Mi cuerpo se debilitó y perdí la capacidad de hablar y moverme, pero mi mente nunca dejó de existir”, confiesa Martin. Su historia es un testimonio de resiliencia, esperanza y la fuerza del amor.
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