Jerónimo Weich, también conocido como Momo Weich, eligió un camino muy diferente al que muchos imaginaron para él. Hace un tiempo decidió instalarse en una comunidad en las sierras de Córdoba y construir, con sus propias manos, una casa de barro donde hoy vive junto a su pareja, Ailu.
Se trata de una vivienda hecha con materiales naturales y técnicas de bioconstrucción, que refleja su estilo de vida basado en la simplicidad, el vínculo con la tierra y la vida comunitaria. Su padre, Julián Weich, ha mostrado en varias oportunidades el orgullo que siente por la elección de vida de su hijo.

Lo que para muchos podría parecer una renuncia, para Jerónimo fue el comienzo de una transformación profunda. Dejó la vida urbana, viajó por Latinoamérica como mochilero, durmió en la calle y se sostuvo haciendo malabares y vendiendo artesanías. Hoy, con 31 años, afirma haber encontrado sentido en la naturaleza, la comunidad y el amor compartido.

Jerónimo, el hijo de Julián Weich: un origen urbano, pero con preguntas internas
Jerónimo nació en Buenos Aires, y es uno de los tres hijos de Julián Weich y Valeria Wainer. Creció en un entorno privilegiado y activo: estudió cine, practicaba deportes y estaba rodeado de oportunidades. Sin embargo, sentía que algo le faltaba. Su padre recordó:
“Estudiaba cine, jugaba al rugby en el Liceo Naval, trabajaba en un gimnasio… una vida normal de un chico de 19 años. Y un día me dice: ‘Me voy de mochilero al norte’”. Esa decisión marcaría el inicio de un recorrido que transformaría su forma de ver la vida. “Mi hijo ‘el hippie’, como le digo yo. Hippie por happy, que es feliz en inglés”, dijo Julián en PH Podemos Hablar, el programa que conducía Andy Kusnetzoff, en 2021.

La aventura que lo cambió todo
A los 19 años, Jerónimo emprendió un viaje por Latinoamérica. Recorrió Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Colombia y Panamá, siempre con mochila al hombro, sin planes fijos y viviendo del intercambio: hacía malabares, tocaba música, vendía artesanías y comida. Su padre lo visitó en Panamá y compartió con él diez días durmiendo en la calle:
“Dormíamos en la calle y hacíamos malabares para comer. Fue una experiencia que me cambió la forma de ver a mi hijo y de ver la vida”, contó. Lejos de juzgarlo, Julián acompañó la decisión de su hijo, fortaleciendo su vínculo y entendiendo su búsqueda de sentido.

El regreso y la construcción de un hogar propio
Tras varios años de viaje, Jerónimo regresó a Argentina, pero no volvió a la vida urbana. Eligió instalarse en el Valle de Traslasierra, Córdoba, donde comenzó a formarse en bioconstrucción y permacultura. Allí construyó su propia casa de barro junto a su pareja, Ailu, con materiales como adobe, piedra y madera, reflejando su compromiso con la vida simple y la comunidad.

Julián Weich ha mostrado la vivienda en distintas oportunidades y expresó su orgullo por la elección de vida de Jerónimo: “Él siempre fue así”, dijo, refiriéndose a la pasión de su hijo por vivir en armonía con la naturaleza.
Una filosofía de vida basada en la regeneración
Jerónimo sostiene que la verdadera abundancia no está en lo material, sino en la libertad, el tiempo, los vínculos y la conexión con la naturaleza. No busca solo reducir su impacto ambiental, sino “regenerar”: devolverle a la tierra más de lo que se toma. Produce sus propios alimentos, participa en talleres de bioconstrucción y fomenta la vida en comunidad como alternativa al individualismo urbano.

Hoy, a los 31 años, Jerónimo vive en su hogar de barro junto a Ailu, en un entorno natural y comunitario. Su historia no es la de alguien que se alejó del mundo, sino la de alguien que eligió construir otra forma de habitarlo, basada en conciencia, compromiso y amor. Una historia que inspira a preguntarse: ¿Qué necesito para ser feliz de verdad?
Fotos y videos: Instagram
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