Kamily González Ruiz, una joven chilena, conmocionó las redes sociales al compartir una historia que escapa a toda lógica y se asocia más al cine de terror que a la vida real: su breve y dramática experiencia en un convento de claustro. El relato, que ella misma difundió en su cuenta de TikTok, se volvió viral instantáneamente, cosechando cientos de miles de reproducciones.
La historia se remonta al año 2011, cuando Kami, recién cumplidos los 18 años, ingresó de forma acelerada a un convento en el sur de Chile, donde convivían monjas mexicanas y chilenas. Pese a la oposición de su madre (quien, según cuenta, intentó sacarla con la policía), el ingreso se concretó. Sin embargo, su vocación religiosa rápidamente se vio eclipsada por una sucesión de hechos paranormales que tornaron la vida en el claustro en una verdadera pesadilla.
¿Qué sucedió en la habitación de la postulante?
“Al principio fue todo más o menos normal”, comienza Kami su narración, hasta que los sucesos comenzaron a aumentar. Lo primero fue una sensación de que tocaban la puerta de su habitación, aun estando despierta, sin encontrar a nadie al abrir. Luego, el pánico se intensificó.
"Una noche yo estaba acostada mirando hacia la pared y sentí como algo se sentó en el borde de la cama y se sentía el peso. Me destapé y miré y no había nadie, o sea, se veía hundido y se sentía el peso, pero no había ninguna persona."
Aterrada, la joven le contó a su maestra. Para sorpresa de Kami, la religiosa no se asustó, sino que le explicó que había relatos de santos que habían sido molestados por entes malignos al seguir el camino de Dios. La situación se volvió tan insostenible que el obispo de la ciudad debió intervenir, ordenando cambiarla de habitación a un sector más cercano a las otras hermanas.
El protocolo se volvió macabro: todas las noches las monjas hacían una procesión a su pieza. La superiora la ungía con aceite exorcizado, se prendía el Cirio Pascual dentro de la habitación y le dejaban agua bendita. A pesar de esto, la presencia continuó, manifestándose en ruidos y la voz de un hombre hablando en otro idioma, llevando a Kami a cuestionarse si se estaba volviendo loca.
“Te tengo que decir algo muy grave: hay un demonio detrás tuyo”
El punto de inflexión en la historia de Kami ocurrió durante unos ejercicios espirituales, con la llegada de un sacerdote. En una reunión privada, el religioso fue directo: “Te tengo que decir algo muy grave y es que hay un demonio detrás tuyo”.
El sacerdote le explicó que ella poseía un “alma muy poderosa y muy luminosa”, lo que la hacía atractiva para los entes, comparándola con una "lamparita con las polillas". Luego, con permiso del obispo, el sacerdote realizó un exorcismo al lugar para liberar la clausura, lo que trajo unos días de paz.
Sin embargo, el drama final ocurrió durante una misa de imposición de manos. Cuando el sacerdote impuso las manos sobre la nueva maestra de Kami –una mujer que, según la joven, era "muy mala" con ella y llegó a quemarle la ropa por considerarla "contaminada"–, la monja “se comenzó a desvanecer, se cayó de golpe al suelo y se encorvó de una forma no anatómica, literal como una U”.
El exorcismo de 5 días que se vivió “como en las películas”
La monja, poseída, comenzó a hablar con la voz de hombre en el mismo idioma que Kami había escuchado en su habitación. Tras obtener los permisos, el exorcismo comenzó y duró cinco largos días.
El sacerdote, dándose cuenta de que Kami podía percibir lo que otros no, le pidió ayuda en el proceso. “Todo fue una pesadilla porque yo vi muchas cosas que hubiese querido no ver”, cuenta la joven.
La hermana se contorsionaba, su piel era de un tono blanco-grisáceo, y sus ojos se volvieron completamente negros, expresando una mirada de "rabia, enojo, envidia, todos los malos sentimientos en uno".
"Reaccionaba con dolor extremo al agua bendita (como si se estuviera quemando) y cuando el sacerdote nombraba a Jesús, la Virgen o la sangre de Cristo".
Según contó en su relato, la entidad maligna le dijo que iba a estar "siempre como un perro hambriento esperándome".
Kami también relató haber tenido visiones de santos, la Virgen y ángeles asistiendo al sacerdote, y del Inframundo, donde solo se veían "cosas deformes y lamento y tristeza". Al quinto día, la liberación fue evidente: "Se sintió como una paz, un silencio que fue casi ensordecedor", concluyó.
Pocos días después, Kami logró huir del convento, pero la experiencia le dejó una enseñanza clara que hoy comparte con millones: “Dios es más poderoso que cualquier cosa y que el demonio no puede nada contra él”.
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