Entre dunas, pinos y el murmullo del mar, el Viejo Hotel Ostende parece detenido en el tiempo.
Ubicado en la localidad de Ostende, provincia de Buenos Aires, este hotel centenario guarda el alma de otro tiempo: muebles originales, escaleras crujientes, postigos de madera y un aire literario que envuelve a todo el que cruza su umbral.
Pero no es solo su estética encantadora lo que lo hace especial: su historia está ligada a los orígenes mismos del balneario y a grandes nombres de la literatura universal.
Un hotel que nació antes que el balneario
La zona donde hoy se encuentra el hotel Ostende había pertenecido hacia el 1800 a don Martín de Álzaga, casado con Felicitas Guerrero, conocida joven de la alta sociedad porteña. Cuando él muere, en 1870, Felicitas hereda sus tierras.
Pero Felicitas fallece trágicamente en 1872 en una confusa discusión amorosa y las tierras, que llegaban hasta el mar, se dividen entre sus siete hermanos.
Tiempo después, parte de las tierras pasan a manos de Valeria Guerrero, sobrina de Felicitas y, quien en la década del 40 funda con sus tierras heredadas el balneario que lleva su nombre, "Valeria del Mar".
Años más tarde, junto al arquitecto Jorge Bunge, dan paso a la forestación y acciones que generan el crecimiento de esta zona balnearia, encabezada por Pinamar.
Corría marzo de 1913 cuando la revista Fray Mocho anuncia la creación de Ostende como una villa para el disfrute del descanso en la costa balnearia.

#DatoCementero:
Cuenta la leyenda que visitar el hotel, a comienzos del siglo XX, implicaba toda una aventura. Para llegar desde Buenos Aires había que tomar un tren en la Estación Constitución hasta la estación Juancho. Luego quedaba un viaje de varios kilómetros atravesando "el mar de dunas" hasta Colonia Tokio y, finalmente, hacer un transbordo a un pequeño tren de vías móviles hasta llegar a destino: el fascinante Hotel Ostende, como emergiendo en la arena atlántica.
La historia del viejo (y actual) Hotel Ostende
El hotel fue inaugurado en 1913, poco antes de que Ostende existiera como tal. Se trató del primer edificio de la zona, fundado por dos belgas visionarios: Fernando Robette y Agustín Poli, quienes llegaron a estas costas en 1908 con el sueño de crear una ciudad balnearia gemela a la Ostende de Bélgica, pero en la costa argentina.
Y aunque las condiciones naturales del entorno —el viento, las dunas, la falta de infraestructura— volvieron ese sueño difícil de concretar, de la mano del nuevo balneario surgió pronto el Hotel Termas Ostende (actual Viejo Hotel Ostende).

Su arquitectura: solidez centenaria frente al mar
El edificio original del Viejo Hotel Ostende fue construido con materiales traídos desde Europa, bajo una estética sobria y funcional, influenciada por la arquitectura de los balnearios belgas de principios del siglo XX.
Su estilo es ecléctico, con líneas simples y una marcada simetría, alejada de los excesos ornamentales, y fue diseñado pensando en resistir las condiciones del entorno costero: viento, arena y humedad.
Muros de ladrillo macizo, techos altos, grandes ventanales y postigos de madera forman parte de la estructura original que aún se conserva.
Este tipo de arquitectura no solo prioriza la durabilidad, sino también el aislamiento térmico, algo fundamental en una época sin calefacción central ni aire acondicionado.
El edificio principal se destaca por su volumen compacto y horizontal, con una galería cubierta que recorre el frente y balcones hacia el mar. Pero una de sus joyas es la escalera de madera, que cruza los distintos niveles y mantiene intacto su crujido característico al subir o bajar.
Lujo y sobriedad al estilo europeo
Arquitectónicamente distinguido, el hotel ofrece dos plantas que con su falsa simetría albergan grandes salones, bar, jardín de invierno, salas de lectura y de esgrima y hasta una panadería propia con un horno de barro que se conserva en la actualidad.
Una veleta corona el mirador: un ícono inconfundible que remata la obra y que aún se mantiene.
La decoración del Viejo Hotel Ostende es austera pero evocadora, pensada para que el huésped sienta que está entrando a otra época sin caer en la nostalgia forzada.
No hay intervenciones modernas que rompan con la estética general: todo parece detenido en una década que no se termina de precisar: muebles en su mayoría originales o restaurados, con piezas de madera maciza, escritorios antiguos, espejos con marcos dorados, sillas estilo Thonet, y camas de hierro o bronce, se destacan en sus salones.
Las habitaciones conservan el estilo de pensión de principios del siglo XX: simples, sin lujos, con cortinas livianas, suelos de pinotea, y muchas veces con vistas al mar o al bosque.

Literatura, mitos y visitas ilustres
Con los años, el hotel fue ganando fama como destino para artistas, escritores e intelectuales que encontraban en su aislamiento y atmósfera un espacio propicio para la inspiración.
Uno de los huéspedes más recordados fue Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, que se alojó allí en los años 30, durante su paso por Argentina como piloto de Aeroposta.
Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo escribieron la novela policial "Los que aman, odian", cuya trama transcurre en el hotel.
También lo frecuentó Julio Cortázar, entre otros, quien se inspiró en el hotel para escribir Los Premios, y muchos afirman que varios de sus cuentos más enigmáticos llevan el eco de este lugar. La habitación que ocupó, la número 51, aún se conserva y puede visitarse, convertida en una pequeña cápsula del tiempo.

El presente del Viejo Hotel Ostende
Hoy, más de 110 años después de su fundación, el hotel sigue funcionando durante todo el año y conserva buena parte de su estructura original.
En los pasillos del Viejo Hotel Ostende se lucen bocetos, fotos en blanco y negro, y hasta una antigua máquina de escribir que insinúa el ritmo de letras viejas. Pero lejos de convertirse en museo, el Hotel es un espacio vivo que se adapta sin perder su esencia.
Sus dueños actuales han sabido mantener su espíritu intacto, apostando por una hospitalidad simple, genuina y profundamente vinculada a la historia del lugar.
Fotos: gentileza Viejo Hotel Ostende (@viejohotelostende).