La historia comenzó como una búsqueda más, pero en pocos días se transformó en un rompecabezas que desvela a una provincia entera. Pedro Kreder y Juana Morales desaparecieron en una zona rural de Chubut que, para muchos lugareños, ya carga con un extraño historial: personas que se desvanecen sin dejar huellas.
El punto en el mapa podría marcarse como un triángulo invisible —entre la meseta, los cerros y el mar— donde las coordenadas parecen fallar y los rastros se esfuman. Lo que inquieta no es solo la falta de respuestas, sino la repetición de un patrón.
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Según registros de Defensa Civil y fuentes locales, al menos 22 personas desaparecieron en los últimos años dentro de un radio de menos de 100 kilómetros. Nadie fue encontrado... Ni rastros de cuerpos, ni pertenencias, ni huellas que permitan reconstruir el último recorrido.
Ahora, en el caso de Juana y Pedro, los equipos de rescate recorren kilómetros de estepa, guiados por perros, drones y helicópteros. Pero hasta ahora, nada. No hay señales de lucha, ni objetos personales abandonados, ni indicios de violencia. Solo una suma de ausencias que no encaja en ninguna lógica.
A esta inquietante estadística se le suma un fenómeno geográfico poco mencionado: los sumideros naturales. Son grietas o depresiones que se abren en el terreno, producto de la erosión del suelo calcáreo, y que pueden alcanzar varios metros de profundidad. Desde el aire, se confunden con sombras o depresiones del terreno; desde tierra, pueden pasar inadvertidos. Algunos vecinos aseguran que en los últimos inviernos se han formado nuevos sumideros, lo que alimenta aún más el misterio.
Entre las hipótesis también se incluye la presencia de pumas, cuya población creció en la zona. El propio ministro de Seguridad de Chubut, Héctor Iturrioz, reconoció su sorpresa ante “la cantidad de pumas encontrados durante los rastrillajes” y admitió que “no había indicios de presencia humana en varios kilómetros a la redonda”.
Los expertos sostienen que es poco probable que los animales hayan atacado a dos adultos sin dejar rastros, pero el dato suma una capa más a una geografía donde todo parece moverse entre lo visible y lo invisible.
Para los pueblos originarios tehuelches, el puma es un guardián del territorio, un espíritu que protege los pasos entre mundos. “Cuando aparece donde antes no lo hacía, es porque el lugar está hablando”, explican los mayores de la comunidad. Tal vez por eso muchos sienten que en este rincón de Chubut hay algo más que terreno difícil o fallas en los rastrillajes: hay una energía que se repite, un silencio que se impone.
Mientras tanto, las familias de Pedro y Juana se aferran a la esperanza. Organizan búsquedas paralelas, recorren estancias, revisan cámaras, difunden fotos. “No puede ser que se los haya tragado la tierra”, repiten. Pero el eco del viento y las huellas borradas por la arena parecen devolver siempre la misma respuesta: el vacío.
Y ese vacío hoy tiene dos nuevos nombres: Pedro Kreder y Juana Morales. Dos nombres que se suman a una lista que nadie quiere ampliar, en un territorio que parece custodiar su propio secreto.
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