Hay historias que nacen en voz baja, casi tímidas, en oficinas de pasillos largos y pantallas encendidas hasta tarde. Historias de mujeres que no imaginaron jamás que, años después, miles de personas entrarían a un festival creado por ellas para celebrar los sueños propios. La historia de Alejandra Leguizamón es una de esas. Una historia que empieza mucho antes de "Mamá Emprende", antes de las conferencias multitudinarias, antes de EmprendeFest y de la comunidad inmensa que hoy la sigue.
Se podría decir que Alejandra nació emprendedora, pero sería injusto simplificarla. Porque su camino —como el de tantas mujeres— estuvo marcado por crisis, pérdidas, reinvenciones y decisiones dolorosas. Y, sobre todo, por un propósito que tardó en descubrir, pero que hoy la guía en cada paso.
A los 21 años, mientras trabajaba como pasante en una agencia de publicidad, la vida la enfrentó a su primera bifurcación. La despidieron, estaba embarazada y ese golpe, inesperado, se volvió fundacional. “Ese momento fue una bisagra de mi vida”, recuerda. “Decidí no volver a buscar nunca más un trabajo en relación de dependencia. Yo quería ser emprendedora.”

Lo que siguió fue un camino tan humano como inspirador: un primer emprendimiento que funcionó… hasta que dejó de hacerlo. Deudas, ataques de pánico, jornadas interminables y la sensación —tan íntima y tan universal— de que nada alcanzaba. “Me di con un palo. Yo soy la más mala conmigo misma. Sentía que no servía para emprender”, cuenta con una honestidad que desarma.
Pero Alejandra eligió no quedarse ahí. Vendió su parte, cerró la puerta y abrió otra. Una que cambió no solo su vida, sino la de miles de mujeres: la Academia Mamá Emprende. Lo que empezó como un único curso de redes sociales pronto se convirtió en una plataforma con más de 150 cursos y una comunidad que crecía al ritmo de su propia transformación.
Porque mientras acompañaba a otras, ella también se estaba buscando. La pandemia fue un punto de inflexión. “Antes era mucho más mental y mucho más abocada a los resultados”, dice. “Caí en un estado de ansiedad, de perderle el sentido a lo que hacía.” Allí comenzó un camino espiritual que redefinió su mensaje. Dejó de hablar solo de negocios y empezó a hablar del detrás de escena emocional: la vergüenza, los miedos, las creencias, el propósito.
Y entonces llegó EmprendeFest. Lo que nació como una simple fiesta —una manera de tener ese ritual que extrañaba de la agencia— se convirtió en un fenómeno: speakers internacionales, miles de emprendedoras, networking, celebraciones, comunidad. Un festival que combina formación, inspiración y fiesta, y que este año espera recibir a 3500 mujeres.
“Me sorprende todo el tiempo”, admite. “Son sueños que jamás pensé que podía lograr.” Su libro, su charla TED, su programa en streaming: todo ocurrió en un año que, para ella, fue imposible de anticipar. Pero quizás lo más potente haya sido el impacto que generó en otras: historias de mujeres que se reconstruyeron desde cero, que dejaron trabajos que las apagaban, que se atrevieron a reinventarse, que encontraron en Mamá Emprende un lugar seguro para crecer.

La historia de Alejandra es una invitación directa a animarse. A escuchar esa incomodidad suave que te pide otra vida. Y sobre todo, a creer —como ella creyó— que trabajar por los sueños también es una forma de cambiar el mundo.
De una crisis personal a un movimiento que acompaña a miles: Alejandra Leguizamón cuenta cómo encontró su propósito.
— ¿Cómo te definirías hoy, siendo emprendedora?
— Soy una emprendedora que siempre está saliendo de la zona de confort, que busca estar alineada con el propósito. Para mí, trabajar va más allá del dinero: tiene que ver con la huella que quiero dejar en el mundo. Cuando estoy en ese camino, se me acerca la gente correcta, aparecen las oportunidades… siento que el universo conspira.
— ¿Siempre creíste en eso del universo?
— Hoy sí, muchísimo. Pero antes no era así. Antes era mucho más mental, más de perseguir resultados.

— ¿Cuándo cambió?
— En la pandemia. Yo venía creciendo con Mamá Emprende, pero estaba atrapada en una vorágine de trabajo infernal. Mi vida era sólo trabajar. Ahí entré en un estado de ansiedad, de perderle el sentido a lo que hacía. Y empecé una búsqueda espiritual. Primero con astrología, lo más accesible. Y una cosa llevó a la otra: introspección, propósito, replanteos… gracias a eso pude reinventarme.
— ¿Qué te dio el mundo laboral antes de emprender?
— Muchísimo. Estudié dirección de arte y a los dos años ya estaba trabajando en una agencia. De 10 a 20 hs, por viáticos. Fue una escuela increíble. Aprendí de marcas, campañas, creatividad. Hasta que a los 21 me despiden. Y yo estaba embarazada.
— Y ahí elegiste emprender.
— Sí. Fue una bisagra. Decidí no volver a un trabajo en relación de dependencia. Arranqué con una marca de decoración. Yo venía de la publicidad, donde todo es intangible, y quería crear algo que yo pudiera tocar. Lo tuve varios años, hasta que un día colapsó.

— ¿Qué pasó?
— Deudas, crisis, ataques de pánico… trabajaba cada vez más para salvar algo que ya no podía salvar. Hasta que dije: “Mi salud es más importante”. Vendí mi parte y me quedé en mi casa sin saber qué hacer.
— ¿Pensaste que no servías para emprender?
— Sí. Yo soy muy dura conmigo. Probé armar un CV, buscar un empleo… pero me imaginaba 20 años en una oficina y decía: “No quiero esto”. Veía la vida de mi mamá, que trabajaba todo el día, y no quería eso para mí.
— ¿Y qué surgió en ese vacío?
— La idea de ayudar a esa Ale de 21 años que quería emprender y no sabía cómo. Lanzar un espacio donde una mamá pudiera sentirse acompañada. Así nació Mamá Emprende en 2017. Un solo curso al principio. Después se sumaron otros profesionales, la comunidad creció y terminé con 150 cursos.

— ¿Cuándo empezaste a enfocarte en lo emocional?
— En pandemia. Ya no quería hablar de hashtags, quería hablar de creencias, de vergüenza, de propósito. Porque las emprendedoras tenemos que vencer muchas trabas internas.
— ¿Cómo nació EmprendeFest?
— Extrañaba las fiestas de fin de año de la agencia. Mi marido iba a las suyas y yo me quedaba en casa. Entonces en 2018 alquilé un boliche para mis alumnas: música, barra libre, sorteos. Era sólo una fiesta. Post pandemia se transformó en un festival con speakers, gastronomía, corredores emprendedores, meet & greet. Pasamos de 300 personas a 2800… y este año esperamos 3500.
— ¿Te imaginabas este presente?
— No. Me sorprendo todo el tiempo. Este año lanzo mi libro Comunes y valientes, di una charla TED y estrené un streaming… cosas que ni siquiera soñaba porque no estaban en mi radar.

— ¿Dónde ves tu impacto?
— En las miles de mujeres que se transforman. Mujeres que renuncian, que se rearman, que encuentran propósito. Una de las historias más fuertes es la de Miriam, que vivió violencia durante 20 años. Vino sola a EmprendeFest, se sumó a la comunidad, estudió… y hoy es mentora, ayudando a otras. Es una historia de resiliencia absoluta.
— ¿Qué problemas se repiten en las emprendedoras?
— No saber qué hacer con su vida. No gustarles su trabajo. No sentirse apoyadas por su entorno. La búsqueda de propósito. Eso nos atraviesa a todas.
— ¿Qué podemos esperar de la nueva edición del festival?
— Sorpresas que no están en la web, merchandising oficial, speakers increíbles, salas VIP, networking, comunidad. Y celebración: cerrar un año emprendedor en Argentina es como cerrar siete.
Fotos: Chris Beliera
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