María Andrejczyk no solo hizo historia en el deporte, también la hizo con el corazón. La atleta polaca, que ganó la medalla de plata en lanzamiento de jabalina durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, decidió subastar su presea para ayudar a salvar la vida de un bebé con una grave enfermedad cardíaca.
La historia conmovió al mundo: Milosz, un bebé de ocho meses residente en Estados Unidos, padecía una compleja cardiopatía congénita llamada drenaje venoso pulmonar anómalo total. La única posibilidad para mejorar su salud era someterse a una cirugía especializada en Barcelona, cuyo costo ascendía a 385 mil dólares.
El gesto que emocionó al mundo
Poco tiempo después de su consagración olímpica, María se enteró del caso de Milosz. No lo dudó: puso en subasta su medalla para colaborar con la campaña de recaudación. “No me tomó mucho tiempo decidirme, sabía que era la decisión correcta. Tiene un defecto cardíaco grave y necesita cirugía”, expresó la atleta.

Gracias a su gesto solidario, la medalla fue adquirida por la cadena de supermercados polaca Żabka Polska por 44 mil euros. Ese monto fue destinado directamente a la operación del pequeño Milosz.
Un final feliz (por partida doble)
La historia dio un giro aún más emotivo cuando Żabka Polska decidió devolverle la medalla a la deportista. En un comunicado, la empresa explicó: “Nos conmovió mucho el gesto de nuestra atleta olímpica, por lo que decidimos apoyar la recaudación de fondos para Milosz, pero también decidimos que la medalla se quedara con María”.

Gracias a esa cadena de acciones solidarias, el bebé pudo ser operado con éxito en el CorAll Center de Barcelona, uno de los pocos centros especializados en este tipo de intervenciones en el mundo.
Un ejemplo de solidaridad
La actitud de María Andrejczyk demuestra que el espíritu olímpico va mucho más allá de los récords y las medallas. En su caso, una presea de plata se convirtió en símbolo de empatía, generosidad y compromiso con el prójimo.
Con apenas 25 años al momento del hecho, María ya había superado desafíos personales enormes: una lesión que casi la deja fuera de Tokio y una batalla contra el cáncer de huesos. Aun así, eligió seguir apostando por la vida, ahora desde otro lugar.
Su historia continúa inspirando a miles de personas que creen en el poder de los gestos solidarios. Y nos recuerda que, muchas veces, las verdaderas medallas no se cuelgan del cuello, sino que se llevan en el alma.
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