Norma Rodríguez es de pocas palabras. Vive en Lote 8, una comunidad wichí, ubicada en un extremo de la provincia de Formosa, casi al límite con Salta y Paraguay, el lugar que la vio formar a su familia integrada por 7 hijos. "Es muy tranquilo, muy silencioso. No hay ruidos como en Buenos Aires y hay pocos vehículos. Cuando viajo a ciudades grandes, veo la gente, lo que hay y es muy diferente a nuestro pueblo", le dice a Para Ti.
No es fácil llegar a Lote 8: hay que recorrer 3 horas de camino de tierra. Ahí, en ese paraje donde la naturaleza parece agonizar bajo el escarnio del desmonte, ella se convirtió en artesana, coordinadora y empresaria. Norma es presidenta de la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (COMAR) – la más grande del país – que ha creado la marca Matriarca para insertar en el mercado nacional e internacional las artesanías de las casi 3000 mujeres indígenas socias del emprendimiento.

Lideresa indígena, artesana, productora de harina de algarroba y portadora de la bandera del empoderamiento de las mujeres, sus valores y sueños. Dueña de manos que tejen saberes ancestrales, historia y cultura en cada pieza de arte nativo creado con chaguar. La historia de Norma Rodríguez es uno de esos relatos que son testimonios del potencial de los sueños, cuando son acompañados de organización, capacitación y trabajo.
Norma es del pueblo originario wichí. Nació en Santa Victoria, Salta, donde residió hasta los 13 años junto a su madre y sus 5 hermanos. Asistió a la escuela hasta tercer grado, la que debió abandonar por carecer de los recursos necesarios para seguir asistiendo. Se radicó en Lote 8, Formosa, donde formó su familia, integrada por sus 7 hijos. Con los años se convirtió en artesana, coordinadora y empresaria, portadora de saberes que transmite a las mujeres del Gran Chaco.
Pero no fue fácil. Aquella niña que aprendió a tejer y cosechar chaguar viendo a su madre sentada durante horas frente al fuego con sus tejidos y diseños, debió luchar contra las barreras económicas, culturales y sociales interpuestas. "Nosotras como mujeres indígenas somos muy discriminadas muchas veces. Vi cómo mi madre sufría esa discriminación. Yo siempre pensé cómo podía luchar para que se respete a las mujeres, sus valores, sus creencias, sus sueños", relata Norma sobre sus convicciones y resistencias.

"El cambio que tuvo nuestra comunidad es bastante importante porque antes nos dedicábamos a caminar en el monte, buscar las plantas de chaguar, los frutos del monte. Siempre íbamos con un grupo de mujeres y niños a recorrer el monte buscando lo que necesitábamos para nosotros, para nuestros hijos, para nuestra familia. Y fue grande el cambio que hubo cuando empezamos a organizarnos", le expresa Norma a Para Ti.
El chaguar es una planta con muchas espinas parecida al aloe vera así que cuando cosechan a veces se lastiman un poco las manos, pero usan la misma resina de la planta para curarse. Con la fibra, se hacen bolsos, paños, ponchos, carteras y polleras.
"Sufrimos mucho porque siempre vivimos en nuestra casa, atendíamos a nuestros hijos y nunca salíamos. Además, el marido maneja todo en la casa. Con esta organización cambió mucho. Las mujeres ya hacen su organización, empezaron a manejarse solas, no dependen del marido. Nosotras hacemos las artesanías y las vendemos. Manejamos nuestro dinero y vendemos. Compramos las cosas para la casa, para nuesta familia y nuestros hijos. Aprendimos muchas cosas nuevas", asegura Norma.
Cuenta que "los hombres se oponían, no les gustaba que las mujeres nos agrupáramos. Tenían miedo de que los desplacemos, que ocupemos su lugar. No fue fácil: hubo que luchar mucho con los dirigentes de las comunidades y con los hombres de las propias familias: ellos no querían que dejáramos nuestra casa para salir a trabajar”.
Su principal objetivo era lograr la organización de las mujeres indígenas, que pudieran trabajar y capacitarse para ser respetadas dentro y fuera de la comunidad. "Fue una lucha muy dura –recuerda– porque los hombres no permitían que las mujeres salieran de su casa. Muchos de ellos decían que salíamos a vagar, que deberíamos quedarnos a cuidar los hijos".

Convencida de sus metas, ignoró los retos recibidos y con ayuda de organizaciones comenzaron a reunirse y organizarse. Constituyó una importante etapa de crecimiento. Así, en 2002, nació una de las asociaciones que hoy preside: HINAJ, integrada por 200 mujeres, quienes crean artesanías además de impulsar la producción de harina de algarroba junto a los varones de la comunidad. La organización implicó la mejora de la calidad de vida de la población, y la puesta en marcha de una producción amigable con el ambiente y respetuosa de su monte.
La organización de las mujeres fue acompañada por constantes capacitaciones que les permitieron convertirse en coordinadoras y perder el miedo a participar, capacitaciones en cómo organizarse, sobre los derechos reproductivos, en cómo administrarse y luego a usar la tecnología, internet y hasta llegaron a crear obras de criptoarte incursionando en la blockchain; hoy velan juntas por el respeto de sus derechos y las ventas de sus artesanías a un precio justo.
"A veces, los blancos nos tratan mal. Nos dicen cosas que no somos. Gracias a estar organización ya tenemos voz para contestar. Y ahora ya nos tienen respeto. Antes no era así, incluso pudimos defender a nuestros hijos también en la escuela porque antes los discriminaban. Aprendemos muchas cosas para defendernos como mujeres indígenas", aclara.

"Antes nadie le prestaba atención a las mujeres indígenas. No nos queríana atender en el hospital ni en el banco y no podíamos hablar, teníamos miedo de discutir. Ahora por la organización ya podemos contestar, podemos exigir nuestros derechos. Antes no hablábamos español, ahora aprendimos, éramos tímidas y no nos podíamos defender", cuenta.
"Hoy, mi compromiso y mi fortaleza es poder lograr que las nuevas generaciones se capaciten y tengan el mismo compromiso por defender a las mujeres wichi, que no pierdan sus culturas", transmite con convicción la lideresa indígena.
Norma, además, fomentó la plantación de plantas de chaguar en las cercanías de las casas. "La idea nació porque en nuestra comunidad cada vez era más lejos encontrar chaguar. Teníamos que caminar 30 kilómetros. Entonces empezamos a hacer plantaciones de chaguar cerca de nuesta casa, ponemos alambre o palos alredededor para que quede adentro la planta. Yo hice mi plantación en 2018, primero eran 200 plantitas, ahora tengo gran cantidad", explica.
Nace COMAR
En 2009, nace la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (COMAR), una empresa integrada por 24 asociaciones y una red de 2600 mujeres wichí, qom y pilagá, de las provincias de Chaco, Formosa y Salta. COMAR es integrada por las representantes de estas asociaciones cada una de ellas elige una delegada que las representa en la cooperativa. Norma Rodríguez preside esta cooperativa que comercializa artesanías con lana de oveja, chaguar y carandillo en todo el país y exporta a través de su marca Matriarca, a países como Japón, Tailandia, China, Suiza y Estados Unidos.
COMAR asume el compromiso de promocionar la producción artesanal de la región, facilitando además la introducción de las nuevas tecnologías, el cuidado y la conservación del ambiente, fomentando el espíritu de la solidaridad y la ayuda mutua entre las mujeres. Es a través de estas premisas que Norma y las artesanas del Gran Chaco impulsan un proceso integral de producción artesanal, desde la reforestación del monte nativo con plantaciones de chaguar, cuidado de las fibras, teñido, hilados, tejidos y diseños de nuevas piezas.

Matriarca constituyó un proceso de conformación público, privado impulsado por la fundación Gran Chaco, iniciado hace 10 años, que culminó en la creación de una sociedad de responsabilidad limitada que permitió aumentar el volumen de ventas de las artesanas de COMAR llevando al mundo sus producciones.
Durante esta década, con Norma como lideresa, se trabajó en un fuerte acompañamiento de la cooperativa. Ya fortalecida, recibió la cesión sin costo de la marca Matriarca que hoy es emblema y orgullo de las artesanas del Gran Chaco y actualmente también es parte del Proyecto Impacto Verde. Un camino que conecta pasado y presente, lo local con lo global. Es sinónimo de mujeres libres, unidas para honrar sus raíces.
Ahora Norma viaja mucho para llevar adelante el proyecto. "Mi familia me apoya cada vez que tengo que viajar porque ven todo lo que estoy haciendo por ellos. Ahora estamos bien porque los hombres dejaron de molestar, ven que lo que hacemos es bueno para la comunidad y para las familias", señala.
Asegura: "Mi historia es muy larga para contar pero COMAR me cambió mi vida. Empecé a viajar, a conocer a otra gente, a hablar, a contar qué estábamos haciendo, de dónde venimos y que somos mujeres indígenas que trabajamos que tenemos nuesta organización. Eso es importante para mí", dice. Y aclara que al principio la asustaban las entrevistas, "descubrí que no eran para lastimarme, tenía miedo de equivocarme".
Cuando le preguntamos sobre el futuro, responde: "Es esto, lo que estoy haciendo para las mujeres. Necesito tener muchos compradores y formar jóvenes para que puedan seguir con lo que yo estoy haciendo hoy".
Edición video: Cris Calvani