"¡Se me encogió el estómago!": el desesperado relato de los testigos que vieron la tragedia en la que murió Mila Yankelevich - Revista Para Ti
 

"¡Se me encogió el estómago!": el desesperado relato de los testigos que vieron la tragedia en la que murió Mila Yankelevich

Desde los techos de la isla Hibiscus hasta los ventanales de las casas frente a la bahía, varios testigos presenciaron cómo la barcaza embistió al velero del Miami Yacht Club. Entre ellos estaba Mila Yankelevich, de 7 años, nieta de Cris Morena y Gustavo Yankelevich. Esta es la reconstrucción del accidente a través de los ojos de quienes vieron la tragedia en vivo.
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La mañana del lunes 28 de julio parecía tranquila en la bahía Biscayne, frente a la isla Hibiscus de Miami. El cielo calmo y el mar sin viento componían una postal serena. Hasta que, en cuestión de segundos, todo cambió.

Desde el techo de una casa en la isla, William Cruz, de 40 años, vio lo que nadie quisiera ver. Mientras tomaba un descanso junto a dos compañeros techadores, observó cómo una enorme barcaza de 18 metros se acercaba peligrosamente a un pequeño velero con velas de colores brillantes que no lograba avanzar.

“¡Miren! ¡Miren!”, gritó Cruz, alarmado. Los tres se pusieron de pie de un salto y comenzaron a hacer señas, formando bocinas con las manos para gritar con fuerza. “Gritamos y gritamos, pero estábamos demasiado lejos; no nos iba a oír”, contó luego, todavía conmovido. El relato lo publicó el diario Miami Herald, que pudo contactar a varios testigos del accidente.

Gritos desde el techo

Los obreros previeron lo peor. A bordo del velero viajaban 6 niñas de entre 7 y 13 años, junto a una monitora de 19, como parte de un campamento del Miami Yacht Club. “Se dirigían directamente hacia los niños y, para cuando el hombre se dio cuenta, la barcaza ya estaba justo encima de ellos”, relató Cruz.

Aldo Melgar, otro de los techadores, vio a un tripulante de la barcaza correr hacia la popa para gritarle al capitán. Pero ya era demasiado tarde. “El motor se apagó y el bote se detuvo muy rápido, pero la barcaza ya estaba muy cerca de los niños que iban delante”, dijo, señalando una distancia mínima con la mano.

El impacto fue brutal. “Sonó como un trueno. Empecé a gritar: ‘¡Los mató! ¡Los mató!’”, recuerda Melgar con la voz quebrada.

La escena del rescate

Desde la casa de un cliente en North Hibiscus Drive, Andry Becerra, de 38 años, fue testigo del caos posterior. Trabaja para una empresa de detailing de yates y acababa de llegar cuando escuchó las sirenas de los vehículos de emergencia. Lo que vio lo marcó para siempre.

Así se veía el operativo de rescate
Así se veía el operativo de rescate

“Había tanta desesperación… los rescatistas estaban desesperados”, contó. Lanchas, buzos, helicópteros. Todo se movía con velocidad y urgencia. “Había verdaderos héroes entre ellos”, dijo, con respeto.

Becerra observó cómo un nadador levantaba a una niña y la subía a una embarcación que se alejaba a toda velocidad. Casi al mismo tiempo, otra niña era sacada del agua por otro grupo de rescatistas. “A pesar del ruido y la confusión, estaban muy concentrados”, señaló.

Camillas en el jardín

Del otro lado de la calle, Melissa Friedland, de 48 años, observó toda la escena desde el ventanal de su habitación. Al principio creyó que se trataba de un accidente doméstico en la casa de su vecino. Pero pronto entendió la magnitud de lo que estaba ocurriendo.

“Vi que traían una camilla con una niña encima, y se me encogió el estómago”, contó. Luego vio cinco camillas más, todas con niñas pequeñas trasladadas a gran velocidad por el jardín hacia las ambulancias.

“Los equipos de rescate corrían de un lado al otro, sin parar. La propiedad de al lado se convirtió en una zona de emergencia. Fue terrible. Un horror”, dijo Friedland, conmovida.

Una comunidad en shock

El accidente dejó un saldo desgarrador: tres niñas murieron —de 7 años, 13 y 11—, y otra está en estado crítico. El consulado argentino en Miami confirmó que una de las víctimas es Mila Yankelevich, nieta de los reconocidos productores Cris Morena y Gustavo Yankelevich.

El velero formaba parte de un campamento del Miami Yacht Club, una institución con casi un siglo de historia que ha enseñado a navegar a generaciones de chicos. “No es un club náutico de lujo”, aclaró Friedland. “Es un lugar donde los chicos aprenden. Donde los padres confían”. Ese lunes, la confianza se quebró. Y con ella, la vida de muchas familias también.

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