En cada edición de Casa FOA hay nombres que se destacan por su frescura y creatividad, y en 2025 –en Distrito Madero Harbour- uno es el de Lucía Quinteros (32), arquitecta formada en la UBA y fundadora de Ren Studio, un estudio desde el cual apuesta por diseñar lugares que cuentan historias y se sienten con todos los sentidos.
Así es su espacio titulado “Degustando experiencias”, que no solo llama la atención y retiene/contiene a los visitantes, sino que también le valió dos reconocimientos en esta edición de la exposición: la Tercera Mención a la Arquitectura y Diseño y la Mención Vite Porcellanato a la mejor exhibición de producto.

“Soy arquitecta y pienso los espacios de manera arquitectónica y no meramente decorativa”, cuenta Quinteros a para ti DECO, revelando que detrás de cada decisión hubo una intención estructural, estética y emocional.
Un tour por la cava y bodega de Casa FOA 2025

Su cava y bodega “Degustando experiencias” -el espacio número 26 de Casa FOA 2025- es un templo del vino en clave contemporánea.
Desde el ingreso, un aroma amaderado remite a las barricas de roble francés donde se añejan los vinos; la música suave de un piano invita a bajar el ritmo; y la combinación de maderas, piedras, cueros, textiles y hojas despierta una cadena de sensaciones táctiles.
“El primer objetivo con el espacio fue trabajar la espacialidad y aprovechar los cinco metros de altura que tenía”, cuenta la arquitecta (en Instagram @renstudio.ar).

Para resolverlo, diseñó un volumen de madera que cruza de manera perpendicular, generando contrastes de altura y tensión entre los sectores de servicio (placard de recepción y área de lavado de copas) y el gran protagonista: el comedor central donde ocurre la cata.
“Nos imaginamos el espacio como un homenaje al vino y diseñamos las 270 ménsulas de manera simétrica en el espacio, elevándose a una altura imponente para lograr un efecto de templo del vino”, explica Quinteros.
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Retrato de Lucía Quinteros: innovación y sentimientos

Lucía Quinteros dirige Ren Studio, cuyo nombre significa “puro” en danés. Esa búsqueda de pureza se plasma en cada uno de sus proyectos a través del minimalismo, los tonos neutros y una arquitectura que es contemporánea pero también cálida y acogedora.
“Un buen diseñador no diseña cómo algo se ve, diseña cómo algo se siente”, es el lema que guía al estudio y que en Casa FOA 2025 se materializó en un espacio donde el vino fue el gran protagonista.
Con más de 50 proyectos realizados, entre interiorismo, reformas y desarrollos, Lucía Quinteros se perfila como parte de la nueva generación de arquitectos y diseñadores argentinos que proponen un abordaje integral, colaborativo y atento al detalle


En la memoria descriptiva de su proyecto para Casa FOA 2025, la arquitecta sintetiza la idea con claridad: “El vino es encuentro, es ritual, es lenguaje. Y tiene algo contradictorio: es tan simple y puro como la uva, pero tan complejo y sofisticado como el proceso que lo transforma”.
Con esa premisa, junto con su equipo eligió trabajar con tres elementos esenciales: Un muro diagonal de travertino que guía el recorrido y ordena el espacio / Una mesa central que convoca y funciona como altar / Una estructura escultórica de ménsulas que enmarcan el vino como protagonista absoluto.
El resultado es un espacio sobrio, elegante y con un equilibrio perfecto entre lo sensorial y lo funcional.


El proyecto de Quinteros invita a ir descubriendo cada pieza elegida para la narrativa y la experiencia. El más destacado: la biblioteca escultórica “Milano” creada por el artista Ariel Palanzone y materializada por Patricio Di Tomasso.
El exhibidor de vinos -galardonado internacionalmente en Canadá con el Feeel Design World- es una obra de arte funcional que juega con la luz y rompe la rigidez del espacio.
El espacio incluye la Silla Veste, diseñada por Mario Ferrarini para Doimo, la Mesa de comedor Sorelle, un diseño de Doimo Studio dirigido por Rhenner Christoff, una obra de Jorge Sarsale -realizada con papel “joss” y tissue, evocando la textura del corcho- y flores de papel de Luciana Lubreto en tonos rojizos, inspiradas en el alerce japonés.
Y finalmente y no menos importante, la vajilla de Antonela Meloni, con platos diseñados especialmente para la mesa de cata, son verdaderas piezas de arte utilitario.
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“Ponemos foco en esconder todas las fuentes de iluminación y que la luz salga desde la misma arquitectura –describe Lucía Quinteros- En este proyecto no quisimos que ningún artefacto invada el cielorraso; incluso la luz sobre la mesa se resolvió desde el muro diagonal”, detalla la arquitecta sobre uno de los sellos de su estudio.
El visitante que entra a “Degustando experiencias” se encuentra primero con una recepción contenida por un muro diagonal, donde un banco y un placard invitan a detenerse. Al avanzar, la tensión espacial cambia: un gran vacío central enmarca la mesa de degustación, iluminada con sutileza y rodeada por las imponentes ménsulas que exhiben las botellas.
Los tonos terracota y rojizos refuerzan la conexión con la tierra de los viñedos y el color del vino. La alfombra alineada en el eje central marca las áreas de permanencia, mientras que el porcelanato define las zonas de circulación.

Todo responde a una lógica clara: orden, pureza y sentido. “Nos gusta la innovación, la tendencia y la novedad. Viajamos a San Pablo para elegir los últimos lanzamientos de muebles y traer lo más actual al espacio”, dice sobre las piezas de diseño que integró.
Su mirada se traduce en un diseño arquitectónico donde nada está librado al azar: cada textura, cada aroma, cada sonido y cada luz fue pensado para que la experiencia de la degustación se convierta en un verdadero ritual.

