Bajo los cielos del mundo: ¡Valencia, más allá de lo que ves! - Revista Para Ti
 

Bajo los cielos del mundo: ¡Valencia, más allá de lo que ves!

Considero que planificar un viaje es el escenario posible donde voy sentando las bases –expectativas, curiosidades, anhelos- de lo que finalmente constituirá el descubrimiento de un nuevo camino. Así, al recrear las emociones que quedaron grabadas en mi memoria, concluyo cada uno de mis paseos mirando el firmamento, agradeciendo la oportunidad de haber conocido un nuevo destino y llevar de la mano al lector por los mismos caminos que he recorrido bajo los cielos del mundo.
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La celebración de las Fallas ha concluido, pero aún hay mucho por contar sobre Valencia. Mi deseo es que al leer este artículo puedan imaginar la ciudad y sentir que están experimentando todas las leyendas y lugares que dejaron una huella imborrable en mi alma.

Ubicada a orillas del Mediterráneo, la ciudad presume de la luz que ilumina sus calles toda la noche. Las farolas permanecen encendidas hasta el amanecer, invitando a acceder a sus paseos y secretos a cualquier hora, sea de día o de noche.

En mi artículo anterior, mencioné que Valencia es una ciudad rica en cultura y que, además de contar con un patrimonio histórico muy bien conservado, tiene una cara moderna y vanguardista. Gran parte de ella es La Ciudad de las Artes y Las Ciencias, un complejo arquitectónico diseñado por Santiago Calatrava que combina arte, ciencia y tecnología. Este conjunto de seis edificios incluye el Hemisfèric, un cine IMax 3D; el Umbracle, un jardín para pasear; el Museo de las Ciencias; el Oceanogràfic, el mayor acuario de Europa; el Palau de las Artes Reina Sofía, una sala destinada a la ópera y las artes escénicas; yel Ágora, una plaza cerrada donde se celebran exposiciones de arte, conferencias, conciertos y espectáculos.

El Hemisferic es un espléndido cine IMAX con 900 metros cuadrados de pantalla, y además un planetarium.
L'Hemisferic y Museo de las Ciencias PrA-ncipe Felipe en la Ciudad de las Artes y las Ciencias en la Ciudad de las Artes y las Ciencias diseñado por Santiago Calatrava
Parte de los edificios que conforman el complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. 

Otra de las edificaciones emblemáticas que se encuentran en el centro de Valencia es la Lonja de la Seda o de los Mercaderes, declarada Patrimonio de la Humanidad. Con aspecto de fortaleza, era el lugar donde se reunían los comerciantes que venían de lejos para intercambiar todo tipo de productos. Los tratos se cerraban en la Sala de las Contratación, cuyas paredes aún exhiben una inscripción en latín dirigida a los mercaderes con el fin de recordarles que debían comportarse correctamente o serían castigados.

La Lonja de la Seda
Gentileza de Rosa Jimênez

La ciudad también alberga la institución de Justicia más antigua de Europa: el Tribunal de las Aguas, que ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad. Nacido en la época medieval, se encarga de resolver los conflictos por  el uso del agua de riego que surgen entre los agricultores de la Comunidad de Regantes de las 8 acequias del Río Turia. La sesión se celebra al aire libre, todos los jueves al mediodía, junto a la puerta de los 12 Apóstoles de la Catedral de Valencia.

Conocida como la “ fuente de las ocho acequias del Turia. El hombre representa al Río Turia y las 8 mujeres representan las ocho acequias del rio por donde fluye el agua hacia diferentes zonas. Cerca de allí sobre la puerta de la Catedral se celebra el Tribunal de las Aguas. 

Explorar las calles de Valencia es una experiencia mágica, cada paso brinda la posibilidad de descubrir edificios, plazas y esquinas impregnados de historias y leyendas que se han transmitido de generación en generación. 

Una de las leyendas más famosa es la de la Cotorra y el Pardal, las veletas del Mercado y de la Iglesia de los Santos Juanes. Cuenta la historia que, al encontrarse frente a frente, mantenían un diálogo pícaro contándose los chismes que escuchaban de la gente que pasaba por allí. Esta leyenda hace referencia al ambiente bullicioso y de cotilleo que se solía encontrar en ese centro comercial de la huerta valenciana. 

Veleta de la Cotorra del Mercado. 
Iglesia de los Santos Juanes, con el pardal de San Juan 

La veleta del Pardal de San Juan,representada por el gorrión,evoca sentimientos de tristeza. Durante la guerra, muchos padres no tenían ingresos para alimentar a sus hijos. Ante la desesperación, tomaban la decisión de llevarlos frente a la iglesia y, en el momento en que los pequeños se distraían con la veleta, aprovechaban para alejarse y abandonarlos en la plaza. Confiaban en que alguien con más recursos iba a hacerse cargo de ellos. “Mira el pájaro niño, como tiene en su pico una bola, fíjate si la deja caer”, les decían. Así, mientras ellos observaban con inocencia, los adultos se escurrían entre el gentío dejándolos en ese lugar.  

Calle de Valencia, ambiente de tapas.

Dejando de lado las leyendas, recuerdo haber recorrido y disfrutado un sitio magnífico, se trata del Cauce del Río Turia,  un paseo que fue creado después de una grave inundación. Tras ser castigada por el agua, la población decidió desviar el curso del río y, de esta manera, el antiguo cauce se convirtió en un parque con casi 9 km de espacios verdes, áreas de juegos infantiles, jardines botánicos, espacios culturales, donde los fines de semana se pueden disfrutar conciertos de bandas de música valencianas. 

Disfrutando los paseos en bicicleta 
Puente sobre el antiguo cauce del rio. 
Ciudad de las Artes y la Ciencias dentro del Cauce de Río Turia. 
( Gentileza de Rosa Jimênez).

Además de visitar el cauce del río, solía frecuentar La Malvarrosa, la playa urbana más concurrida de Valencia. También era un sitio muy popular entre los lugareños, donde el viento parecía no existir hasta que llegaba esa brisa ardiente desde el África.

Este lugar adquirió un significado especial para mí después de leer “Tranvía a la Malvarrosa” de Manuel Vicent, un libro que describe de manera emotiva tanto la belleza y la sencillez de la playa como la importancia histórica del tranvía como medio de transporte en la ciudad. 

Bote sobre la arena en la Malvarrosa. ( Gentileza de Rosa Jimênez)
La Malvarrosa. ( Gentileza de Rosa Jimênez)
Antiguos galpones de cerveza y harina en la Playa de la Malvarrosa 
( Gentileza de Rosa Jimênez)

El barrio adyacente a la playa es el Cabanyal que, con un marcado ambiente marinero, luce sus puestos de pescados y casas coloridas, las cuales ahora albergan algunos locales gastronómicos. En otros tiempos, varias de estas viviendas solían ser el alojamiento de los pescadores, inmortalizados por las pinturas de Sorolla. 

Explorar el Cabanyal fue una experiencia única, pero quise sumergirme aún más en la cultura local, por eso no pude perderme los mercadillos callejeros. Son muy populares y se llevan a cabo los domingos por la mañana en varios barrios de la ciudad. Los gritos estridentes y enérgicos de los vendedores para atraer la atención de los clientes son una de las características más distintivas.

Otro sitio para visitar es la Albufera, paraje natural situado a pocos kilómetros de la ciudad. Esta reserva de agua dulce, es el hogar de gran variedad de flora y fauna 

Después de los mercadillos y su amplia variedad de productos locales y artesanales, no puedo dejar de mencionar la deliciosa gastronomía valenciana y dos de sus platos típicos, los cuales tuve la oportunidad de descubrir en un curso de cocina al que me apunté en invierno: la paella y la fideuá.

La primera surgió como una comida sencilla y económica que los agricultores de la Comunidad Valenciana preparaban con productos de la huerta. Al principio, el arroz se cocinaba con alcauciles, caracoles y conejo, ya que eran los ingredientes más disponibles en esa época. Con el tiempo, la receta de la paella se fue enriqueciendo con la incorporación de otros ingredientes, como carnes y mariscos.

La fideuá, hecha con pasta en lugar de arroz, es otro plato valenciano típico. Se elabora con fideos gruesos y se suele cocinar con mariscos, gambas, mejillones, carne de pollo o conejo logrando un sabor único gracias a la mezcla de los ingredientes frescos. No está de más agregar que existen tantas variantes de la receta como cocineros que la preparan.

Paella Valenciana.

Durante mi estancia en Valencia, adopté una costumbre local que aún me llena de emoción cada vez que la recuerdo: disfrutar del chocolate caliente con porras en las bulliciosas chocolaterías y pastelerías mientras la gente charla animadamente a mi alrededor. Cada sorbo de chocolate y cada bocado de porra me transporta instantáneamente a un estado de felicidad y confort, evocando los maravillosos momentos que compartí con uno de mis hijos en las frías mañanas de invierno en la Plaza de la Reina atesorando esta encantadora tradición valenciana. 

Chocolate caliente con porras.

Después de haber explorado innumerables lugares en Valencia, me despido con el corazón lleno de recuerdos de un mundo rico en leyendas y vivencias personales que me ha recibido con los brazos abiertos. 

Durante mi estadía, aprendí que si bien los valencianos pueden parecer reservados al principio, en realidad son muy acogedores con los forasteros. Esto demuestra la gran importancia que le otorgan a las relaciones familiares y al sentimiento de comunidad. Quizás prefieran socializar en bares y plazas, pero esto no debe malinterpretarse como una falta de hospitalidad, sino que es una combinación única de reserva y amistad que varía de una persona a otra.

Me despido de los cielos valencianos, dejando atrás un mundo que ha sido generoso conmigo.

Flamencos en la Albufera. ( Gentileza de Rosa Jimênez)
 Ciudad de las Artes y las Ciencias. ( Gentileza de Rosa Jimênez)

Más información en parati.com.ar

   

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