Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Nada es más simple, no hay otra norma; nada se pierde, todo se transforma.
Jorge Drexler
I.C.U. Intensive Care Unit
Room 406
27/03/2022
Hay una mosca en tu cuarto. Esas que aparecen cuando hay fruta podrida, generalmente una banana. Es una mosca de humedad. ¿Será una señal? Señal de qué, me pregunto. ¿De que algo se pudre? ¿De que hay vida en lo más minúsculo de la existencia? ¿De que por más que hagan lo mejor posible en términos de asistencia médica y tecnología de avanzada, puede entrar una mosca a terapia intensiva?
La miro un rato y tengo un breve instante de instinto asesino, matarla podría ser una solución. Pero en realidad me acuerdo de lo supersticioso que sos, y reprimo ese pensamiento. ¿Qué harías vos si no estuvieses todo enchufado, entubado y sedado? Siempre dijiste que te gustaría ser mosca para entrar y escuchar lo que sucede en espacios restringidos.
Pienso además que no tenemos el control. No podemos evitar que un insecto nos visite por más pulcro e higiénico sea nuestro pequeño universo. Por más que dominemos el contexto y la naturaleza. No estamos exentos a que ingrese a nuestras vidas.
Tal vez solo sea una pequeña mosca que salió de las flores marchitas del florero de la sala de espera que viene a dar una vuelta por tu cuerpo. Sigo atenta a las señales.
***
Esta vez escribo sobre las señales que recibí en la semana. Y no solo esta semana, sino los últimos meses. Bueno en realidad, los últimos años. Cuando prestás atención a los detalles del día a día te podés encontrar con miles de señales poderosas que te conectan con lo más profundo del espíritu humano: el afecto, el amor.

Lo que copié más arriba es de otro momento. Hace un poco más de tres años mi hermano sufrió un accidente fatal jugando al polo. Se cayó del caballo, se golpeó la cabeza y se quebró muchas costillas que le perforaron el pulmón. Estuvo muerto veinte días. Y luego revivió con una fuerza arrasadora.
Su recuperación fue milagrosa y en eso tuvo que ver el amor de su familia (mujer e hijas), su familia de orígen (nosotros), los médicos, las amistades y las miles y miles de personas que rezaban o enviaban energías de diversa índole (reiki, videncias, rituales) para su salvación.
Mi hermano estuvo muerto veinte días. Y luego revivió con una fuerza arrasadora.
En esos días en los que la incertidumbre nos impedía dormir por las noches, me acuerdo pasar largos ratos haciendo de guardia en terapia intensiva. Le hablaba o escribía, observando cada detalle de las monitores instalados en la habitación llenos de números y luces inentendibles. Tenía varios cables que enchufados al cuerpo.
Él, de chico era fanático de dos películas: las tortugas ninja y robocop. Y ahí estaba con una craneotomía al descubierto, como un robot recauchutado y postrado como “Rafael”, su preferido de entre las cuatro tortugas, cuando sufre una golpiza de los malos.
Me acuerdo leerle extractos del libro de mi tío abuelo segundo, Sisto Terán Nougués, “Camino de Santiago”, fuertemente filosófico y espiritual. Me acompañaba y lo acompañaba en ese profundo sueño en el que estaba sumergido para esperar a que se recuperara de una infección pulmonar. Seguramente él transitaba algún camino de otro plano, disertando sobre si quedarse o volver con nosotros.
La mosca que apareció un día en el ambiente me desconcertó. La consideré una señal, pero no sabía muy bien qué quería decir. Iba y venía merodeando por la zona. Era el comienzo de la primavera en el hemisferio norte.
Fueron muchas las señales que vivimos todos durante esos días y luego meses. Las oraciones de la gente que llegaban a acompañarlo al Saint Mary´s Hospital en Palm Beach. La botellita de San Miguel que apareció debajo de mi hermana cuando nos sentábamos en el pasto bajo un enorme “árbol de la vida”. El cardenal rojo (color preferido de mi hermano) que se le acercó a Isabel en el patio delantero del edificio. El manto de la Vírgen de Guadalupe que hizo una escala en su peregrinaje. Y tantas otras conexiones poderosísimas.
¿Por qué me acordé de esto? Las sincronicidades conectaron mis cables internos en estos días. El hijo de una amiga sufrió un golpe en la cabeza jugando al rugby y en seguida se me vinieron los recuerdos de aquella estadía en EEUU donde lo más importante, lo único importante, era la vida de mi hermano. Cuando me enteré que no había lesiones graves en este joven deportista, lloré de alegría. La noche anterior habíamos armado una cadena de oración, le había prendido velita a la Virgen y tirado una carta del tarot.
Al día siguiente fui al Museo del hombre, Instituto de Antropología y Pensamiento Latinoamericano a hacer una visita e investigación para mi novela. Mientras estacionaba el auto me llegó esa linda noticia de mi amiga y recuerdo que la última vez que había estado en esas calles fue el momento en el que reconecté con mis hermanos en un viejo chat que teníamos. Era como un déjà vu.

Después de mirar con detalle las vitrinas de los pueblos originarios con sus reliquias y símbolos ancestrales (hiperconectados con nuestra tierra); tres mujeres amorosas en la Biblioteca del museo me ayudaron con mi búsqueda histórica y etnográfica. Se llamaban María, Mariela y Ana María. ¿Casualidad? No lo creo.
Una de ellas entró con un ramo de manzanillas que me hizo acordar al campo de una amiga en Entre Ríos y nos pusimos a conversar sobre el poder de la naturaleza en esta época primaveral. Las tres Marías me dieron más información de la que estaba esperando. Y me fui feliz con algunos documentos gracias a la conexión que se generó entre ellas y el “hilo” conductor de la historia que estoy escribiendo, también ensamblada con mi propia historia.
De allí me fui al local de Matriarca, un espacio que vende productos que realizan las mujeres de las comunidades del Gran Chaco (Wichí, Qom, Qomlec, y Pilagá). Yo justo venía de apreciar las diferentes cosmovisiones de nuestros pueblos originarios en toda la región con su cestería, el hilado, los telares y las celebraciones donde la naturaleza es la primera protagonista. Nuevamente la sincronización.
Nos sentamos a planificar con Marina y Matilde una charla en ocasión del Día de la Diversidad Cultural y al rato ellas iban a tener otra reunión con la Directora del Museo José Hernández. Nuestras caras se iluminaron cuando les dije que conocía muy bien a Felicitas Luna, la hija de Félix y que hacía un par de días ella misma me había invitado a un homenaje por los 100 años del nacimiento de su padre. Otra vez la sincronicidad.
Y así sucedió toda la semana: una carta del tarot que conectaba directamente con todo lo que me fue pasando. Una nota con mi hermana para la revista Hola que expresa toda la conexión que tenemos. Sueños muy vívidos. La unión que vivimos como padres con nuestros hijos en el día del cumpleaños de la más chiquita (ella, la que me conecta a la tierra). El reencuentro con mis primas y nuestros hijos jugando todos juntos sin importar las edades. Toparme con gente que no veo hace mucho y que de pronto “aparecen” en señal de que algo está vigente.
La fuerza que empalma mi historia con las historias que investigo. (Voy a dar un taller sobre las mujeres de Sarmiento, por ejemplo, y encuentro fuentes con escritos que me regalan algunas de las piezas faltantes de mi novela. Una persona luego me escribe diciendo que tiene un libro que quiere hacerme llegar sobre el Padre del Aula y resulta que ya lo tengo y no me acordaba).
En el plano físico, ando con dolor en el hombro y resulta que tengo una tendinitis. Las articulaciones son los principales conectores de nuestro cuerpo. En este caso, debe ser que tengo que prestar atención a lo que deseo y lo que manifiesto, porque en esa conexión es donde está el flujo vital. ¿Es un accidente? No, es un llamado de atención a la coherencia interna, a cuán conectada estoy con mi esencia.
El número tres fue otra de las conexiones que viví estos días. El tres de copas en el Tarot, nosotros tres como hermanos, tres amigas que vivimos juntas cuando estudiábamos en la universidad. Tres álamos que miro en la ventana mientras escribo. Mis tres hijos. Las Trillizas juntas en mi casa por el festejo de cumpleaños. Las Tres Marías. El día 21, (2+1 = 3).
La mente se conecta con el corazón y enciende una chispa que hace vibrar al cuerpo.
Hoy termino de escribir este newsletter en el día de la primavera (equinoccio que simboliza un renacer y momento en el que en TODO EL PLANETA EL DÍA DURA LO MISMO QUE LA NOCHE), con un eclipse de sol en Virgo (mi ascendente), día del estudiante en Argentina, día del fotógrafo, día internacional del Orgullo Pagano y el DÍA INTERNACIONAL DE LA PAZ establecido por la ONU.
La vida está llena de SEÑALES que si les prestamos atención se convierten en CONEXIONES PODEROSAS. Y esas conexiones están en todas partes. En la calle, en el auto, en la canción que de pronto dispara un recuerdo de amor o tristeza. En la sincronicidad de los hechos. En los besos y abrazos. En las charlas profundas. En la fuerza de la Pachamama (agua, tierra, aire y fuego).
Esto es lo que sucede: LA MENTE SE CONECTA CON EL CORAZÓN Y ENCIENDE UNA CHISPA QUE HACE VIBRAR EL CUERPO.
Cuando estoy llena de incertidumbres pido señales. Le rezo a la Vírgen, le pido al universo, acudo a mi escritura o simplemente observo y escucho, hablo con la gente que más quiero. Ahí se revelan muchas cosas y me doy cuenta de que todo es parte de un todo y que estamos poderosamente conectados.
Fuente: Emilia Zavaleta, @sermulanas
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