Un bebé que no llegó a nacer se vuelve a hacer presente... Un abrazo para sellar la eternidad - Revista Para Ti
 

Un bebé que no llegó a nacer se vuelve a hacer presente... Un abrazo para sellar la eternidad

Un nuevo capítulo de Amores Random, la columna de Alejandra Lanfranqui en la que nos habla de vínculos.
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Milagros acababa de cumplir 2 años. Era una niña encantadora. Con sus bailes, ocurrencias y una verborragia asombrosa para su corta edad tenía enamorados a todos.  Sus ojitos vivaces irradiaban una luz especial y no era para menos, su llegada al mundo había sido el bálsamo preciso para el calmar la pena de sus padres, Valeria y Diego. A esa bendición de la vida la llamaron justamente “Milagros”.

Exactamente un año antes de que naciera Milagros, el sueño de sus padres de trascender el amor de pareja y hacerlo perpetuo en el tiempo con la llegada de un hijo, se había quebrado en mil pedazos. Tan grande había sido el golpe que dudaban poder volver a pegar cada una de las partes que anidaban marchitas en las zonas más oscuras de sus almas.

Valeria estaba embarazada de casi 6 meses, Diego estaba feliz porque su primogénito iba a ser un varón. Ya le había comprado la camiseta para recién nacidos de su equipo de fútbol. Valeria tenía todo el equipamiento ya comprado: cochecito, cuna, gimnasio, corralito. No había detalle de madre primeriza que se hubiera escapado. Eran felices, estaban gestando su familia, muy pronto el amor que se tenían iba a transformarse en un nuevo ser, el milagro de la vida los tenía cautivados.

A los tres meses de embarazo ya les habían confirmado el sexo del bebé y en el quinto mes luego de algunas deliberaciones y votaciones de madrugadas de ensueño, Valeria logró convencer a Diego y el bebé tuvo su nombre: Francisco.

Cerca de cumplir el sexto mes de gestación Valeria empezó a sentirse mal, la última ecografía del bebé los había dejado preocupados porque el médico les pidió repetirla en otro centro con un sistema especializado. Estaban envueltos en un aura tan maravillosa que les resultaba impensado que algo pudiera arrebatarles de un tirón una vida entera por compartir con su pequeño que estaba en camino.

Entraron de la mano a la sala, Valeria ya tenía intuición de madre y algo le decía que las cosas no estaban bien. Hacía días no sentía la conexión que desde antes de enterarse de su embarazo sentía en su cuerpo con su bebé. Hicieron el estudio y el médico los miró a los dos, la tomó fuerte de la mano a Valeria y les dijo que el embarazo se había detenido. Las arterias del bebé no crecían y su corazoncito había dejado de latir. El mundo de Valeria y Diego se paró por completo, se quedaron sin presente ni futuro. Se miraban a los ojos sin saber como seguir, si era posible sobrevivir a ese día sin morir cada día un poco más!

En cuestión de minutos el sueño se transformó en la peor de las pesadillas. La muerte destronó a la vida antes de que pudiera darle pelea. Valeria tuvo que parir la muerte. Volvieron a su casa desolados. Durante semanas no pudieron abrir el cuarto donde con tanta ilusión habían armado el mundo de Francisco.

Pasaron algunos meses, las flores volvieron a renacer, las hojas habían caído pero el árbol seguía de pie, la vida les demostraba que se abría paso nuevamente. Con el mismo arrebato como había llegado la muerte, una mañana de otoño Valeria y Diego confirmaron que habían vuelto a engendrar la vida.

Finalmente el milagro se hizo presente, ya llevaba dos años despertándolos temprano, llenándoles la casa de juguetes, haciéndolos cantar, bailar y jugar a tiempo completo. Valeria y Diego volvieron a sonreír y disfrutar en cuerpo y alma las maravillosas bocanadas de la plenitud.

A Milagros le habían regalado para su cumpleaños un muñeco del tamaño real de un bebé. Mientras la pequeña paseaba por la casa a su muñeco en el carrito, entrenando desde pequeña sus dotes de madre, Valeria le preguntó: "¿Cómo se llama tu bebé?". Y la pequeña le respondió:"¡Francisco!"

Valeria no pudo salir de su asombro, nunca antes habían mencionado ese nombre y en el universo de Milagros tampoco existía un niño con ese nombre. No quiso encontrarle ninguna explicación a lo que estaba pasando, la única y real era lo que estaba sintiendo en su corazón. Con la voz entrecortada por la emoción, pidió que le prestara a su bebé, la niña lo sacó del carrito y lo puso en el regazo de su mamá. Valeria se sentó con el bebé entre sus brazos, lo abrazó fuerte sobre su pecho y le dijo a Milagros: "Gracias por prestarme a Francisco, necesitaba abrazarlo fuerte y saber que siempre va a estar con nosotros".

Fuente: Alejandra Lanfranqui es autora de "El día después del amor". De profesión abogada, descubrió que su verdadera vocación es escribir y se animó con su primera novela que ya es un éxito y en la cual nos invita a viajar por el amor.

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