A veces, lo que más duele no es la distancia geográfica, sino todo lo que deja de compartirse en lo cotidiano. Silvina Scheiner es escritora, periodista y docente. Pero, sobre todo, es mamá. Una mamá que tuvo que aprender a vivir con el corazón dividido cuando su hija se fue a vivir a Australia.
La experiencia la atravesó tan profundamente que terminó escribiendo un libro: Distancias del corazón, un relato tan íntimo como universal, que habla de duelos silenciosos, reconstrucción de vínculos y la fuerza inesperada que aparece cuando una madre elige no quedarse quieta.
En esta charla con Para Ti, Silvina cuenta cómo fue reencontrarse con su hija tras tres años sin verla, cómo aprendió a sostener el lazo a la distancia, y qué descubrió de sí misma en ese viaje transformador.
-¿Cuándo y cómo surgió la necesidad de escribir Distancias del corazón?
-Distancia del corazón, cuando empezó a ser escrito no pensaba hacer un libro. Todas las personas que escriben, todos los artistas, digamos, tienen distintas maneras de canalizar su arte, sus emociones.
Yo que no sé pintar y que lo que hice toda mi vida fue escribir, cada día que me iban pasando cosas en ese encuentro con mi hija, en ese viaje tan extraño y tan largo que fue llegar a Perth, yo iba escribiendo en mi teléfono, en mi computadora, en un archivo, en cualquier cosa. Iba contando lo que iba haciendo, o lo que me iba pasando.

Cuando contaba lo que iba haciendo, era como una crónica de viaje de los lugares que veía, para mí desconocidos. Iba contando también lo que iba sintiendo en este reencontrarme con mi hija y también iba contando lo que nos iba pasando a nosotras, incluso hasta anotaba si lo habíamos disfrutado, si nos habíamos peleado. Anotaba todo porque para mí era mi manera de procesar esa realidad.
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Yo estuve 45 días en Australia en esta visita. Entonces, imagínate, fueron muchos días de muchas situaciones y después también incluyendo lo que me pasaba cuando volví. Chocarse con la realidad, enfrentarse de vuelta, no solamente que no estás en el primer mundo, que no tenés la playa y que no tenés a tu hija, sino que se te hace de vuelta ese agujero de tu realidad, ¿cuál es la realidad que tenés por delante?
Así que todo eso lo fui escribiendo día por día, sin saber para qué, simplemente para curarme, para ayudarme, para acompañarme. Y cuando volví acá y vi todo junto, dije, "¿Y por qué no?".
Y a medida que lo fui escribiendo y a medida que resultó estar disponible para la gente, empecé a darme cuenta que cada vez había más y más gente con mi mismo sentir, que tenía esta temática.
"Mi hija fue criada con la presencia de los viajes en su vida"
-¿Qué sentiste la primera vez que tu hija te dijo que se quería ir a vivir a Australia?
-Mirá, cuando mi hija me dijo que se quería ir a vivir a Australia, no fue la primera vez porque unos años antes, ella ya se había ido a Barcelona. O sea, no es la primera vez que nosotras nos despegamos por viajes de ella.
Como vos bien sabés, los chicos de estas generaciones, que pueden y que quieren -haciendo todos los todas las salvedades del mundo- son muy nómades, chicos que tienen el mundo a su alcance y mi hija fue criada con la presencia de los viajes en su vida.
Ya sea porque viajaba ella, ya sea porque viajábamos todos, ya sea por lo que se hablaba en nuestra mesa cotidiana, ya sea por la influencia de Jorge que no fue su padre, pero le inculcó muchas ideas muy interesantes en su cabeza y en la de toda nuestra familia, este asunto de viajar no fue sorpresa. Tampoco se sabía si se iba a quedar a vivir... Las generaciones de hoy entienden que si salía bien, sí... Sino, no.
Ella se fue, después vino la pandemia inmediatamente, entonces hubo obligadamente 3 años en los cuales ella no podía volverse. Y yo te soy honesta, muchas veces hasta pedía, por favor, cuando la Argentina no estaba bien, que no me llamara para contarme que quería volver, porque acá se vive distinto. Es distinto y a mí no me parecía mal que ella tuviera la posibilidad de disfrutar, de conocer un mundo un poquito más ordenado.
Quizás estoy diciendo esto y en 2 años está acá de vuelta, porque lo cultural también pesa mucho. Ella lo comenta cada vez que viene de viaje.
-¿Cuánto cambió tu vida cotidiana desde que tu hija se fue?
-Yo soy una persona bastante independiente, me refugio mucho en mi escribir, en mis grupos, en mis trabajos. Yo creo que ella se fue a fin de octubre en 2019. Yo tenía pasajes para ir a verla en marzo deel 2020. Dije, "Bueno, pasó el verano, pasaron unos cuantos meses, voy a hacer mis vacaciones yéndola a ver." Pero en marzo, cuando yo ya estaba alistando mi valija y todo para ir a verla, surge lo del COVID.

Entonces, estábamos en el debate: "Mamá, ¿qué hago hoy?". Yo la extrañaba tanto que dije, "Yo voy igual, aparte, ¿viste qué va a pasar? Seguro es una boludez." Y esa "boludez" se hizo un fenómeno mundial masivo que duró 3 años de incomunicación.
Estábamos todos tan asustados acá, -las muertes, la enfermedad, las vacunas que nos llegaban, todo lo que nos pasó acá en Argentina-... Me preocupaba mucho la salud mental de ella, la tristeza porque Australia también estaba cerrada.
"Pero se fue bien lejos y no va a poder trabajar, ¿qué va a hacer en el día a día? Se va a hundir, se va a caer, aparte estaba sola. Ni un amigo, ¿Cómo le ayudo? ¿Qué hago? ¿Qué puedo hacer? ". ¿Entendés? Porque no es solamente la distancia, es la lejanía en un mundo que parece una distopía, ¿entendés?
Siguiendo en cómo cambió mi vida, inventé unos grupos de escritura, de lectura, me rodeé de gente, de gente virtual porque era la época de la pandemia. Y por supuesto trataba de hablarle, pero siempre era poco.
Tuve que aprender a calmarme, a que me hable cuando me hable, incluso tengo conversaciones. El que se queda quiere hablar más, quiere más comunicación, quiere enterarse y la verdad que la cotidianeidad no la tenés. ¿Qué hizo de comer, qué compró en el supermercado, cómo le quedó el pelo, qué tintura se puso? Y tenés que asumir que no la tenés.
"Hay que aceptar que el lazo no volverá a ser el mismo"
-¿El libro fue una forma de acompañarte emocionalmente, de procesar la distancia?
-Sí, el libro tal cual. Cuando yo había vuelto y la pandemia había terminado, yo pude recomponer un vínculo que quería volver a tejer con mi hija. Empecé a ver todo lo que había traído y a veces los días que estaba triste, me ponía a releer las cosas que había hecho, los paseos, el día que fuimos a hacer yoga o el día que fuimos a un parque de diversiones, que yo me tuve que subir a una especie de esas cosas descomunales, casi me descompongo, pero lo hice.
Todo eso empezó a acompañarme, lo empecé a corregir, a ordenar, a ponerme en el lugar del lector en el sentido de que la gente no tiene la más pálida idea dónde queda Australia.

-¿Cómo se sostiene el lazo con una hija tan lejos, sin compartir lo cotidiano?
-Yo pienso que hay que aprender a construir, hay que reconstruir ese lazo, porque no es el mismo de "venite el domingo y comemos un asado". También hay que aceptar que nunca va a volver a ser el mismo lazo, no del punto de vista del afecto, sino del punto de vista de las cosas que suceden o no suceden en esa distancia.
Para ellos también hay que aceptar que al no tener lo cotidiano, quizás sus amigas que dejaron acá hacen otras cosas y ella no es parte, hay anécdotas que se pierden. Ellos también procesan eso... Si el vínculo es bueno, y tienen un problema, te van a llamar porque y si confían en vos y si creen que vos tenés algo valioso para decir, te van a llamar.
A mí me parece que hay que ser muy inteligente en el manejo de esto: ellos están haciendo una nueva vida con nueva gente, muchas veces en otro idioma, en otros barrios, van con un cuaderno en blanco. A mí me contaba lo difícil que es participar en una charla donde todos toman cerveza y hacen chistes, en este caso en inglés. Y esa anécdota, es un estrés enorme. Los chicos están construyendo una vida y por supuesto que no se hacen tiempo para vos, porque vos ya sos lo seguro, sos la vida que ya tienen, saben que no te vas a ir, que no va a pasar nada, pero allá son, "Pedro, el conquistador".
-¿Qué estrategias usás para sentirte cerca en fechas sensibles como cumpleaños, Navidad o el Día de la Madre?
-Me insensibilizo. Yo ya soy una persona bastante poco sensible en ese asunto porque todo eso le digo, "Bueno, son días comerciales, me frega, ¿me entendés?." Pero los primeros años lo sufría.Me acuerdo que vino un día de la madre y por más que yo adentro mío me decía "no me importa", me sentía morir.
Yo no tengo hermanos, ni marido, ni padres, ni abuelos, obviamente, ni sobrinos. Ahora se murió mi tía, la única persona grande que me quedaba en la familia. Tengo dos primos, ésa es toda mi familia. Me tengo que autosostener en esta realidad.
Me tengo que hacer mi propio show todo el tiempo. Yo soy el payaso, el acomodador, el que vende... todo mi circo. Entonces, al principio me jodía, me fui endureciendo, me fui poniendo más cínica con esas cosas y no me importa. Después de los 3 años, ella empezó a poder venir porque se liberó todo y yo empecé a ir allá. Igual pasa un año entre visita y visita.
-¿Cómo vivís el paso del tiempo con tu hija a través de la pantalla?
-La primera vez que la vi después de tres años, para mí fue impresionante. A mí se me había desdibujado mi hija, no sé si me entendés, porque no me mandaba tantas fotos como yo imaginaba. Era otro vínculo. Ese viaje fue un antes y un después en el vínculo con ella. Ahora la veo más grande, tiene 30 años, ya pasaron más de 5 años desde que se fue.
"Si mi hija tiene un hijo, me voy"
-¿Qué le dirías a una madre que hoy está enfrentando una despedida similar?
-Que se prepare como quien se prepara para un momento difícil, que se anote en un curso, que se busque actividades, que no se quede sola, que no se ponga en ese lugar de víctima. No es personal, nada de lo que hacen estos chicos es por vos. Sino que es por ellos: están buscándose, están tomando sus desafíos, están eligiendo la vida que quieren vivir.
Lo mejor que vos le podés hacer a un hijo que se está yendo es mostrarle que estás entera, que estás bien, que entendés, que tenés un proyecto, que tenés una vida, que tenés ganas de seguir viviendo, que no te vas a tirar bajo un tren. Está bueno charlarlo con otras mamás que ya lo atravesaron. Yo abrí un grupo que está creciendo un montón que se llama "Nuestros hijos golondrinas", que nuclea mamás o papás que tienen los hijos lejos.
Yo pienso que te afecta mucho cuando estás un poco blandito de ser interior. Si tu ser interior está blandito no tiene como fuerza para resistir, para sostener. Cuando vos tenés el cuerpo así entero que no se te dobla por la espalda, estás como erguida porque tenés una vida interior.
-Distancias del corazón interpela a muchas familias argentinas. ¿Qué te escriben o te cuentan quienes lo leen?
-Es increíble. Yo toda la vida fui periodista, soy docente, enseño a escribir, pero nunca había escrito mi libro. Y se sienten muy interpeladas, lloran, se ríen, porque yo en el libro no solamente hablo de esto, de lo que le pasa a mi hija, sino lo que pasa a mí con mi soledad, con la edad, con la posibilidad de irme a vivir a otro país como ellos o siguiéndola, ¿qué pasa con mi vida acá? Entonces, todas esas cosas que se van cruzando, se les cruzan a las mamás o a a los papás que tienen esta franja etaria y que viven la misma situación.
En general, se ríen, me agradecen, lloran, me escriben, se suman al grupo, me piden que haga reuniones. Es muy lindo, pero lo que más me gusta es que te también se ríen. Porque la idea de esto no es que sea un que bajonazo.

-¿Sentís que hay algo generacional en este fenómeno migratorio de jóvenes que se van y padres que se quedan?
-Sí, yo siento que hay algo generacional en este fenómeno migratorio que hasta ahora en Argentina no pasaba, que era muy común en Estados Unidos, que los chicos se van de un estado al otro o en el mundo.
Yo pienso que ahora las tecnologías, las comunicaciones nos permiten tener el mundo en la punta de los dedos y algunos chicos dicen, "Si no está tan lejos, ¿por qué no?". Entonces, hay un fenómeno migratorio por esta curiosidad.
Yo en una parte del libro -podés bajártelo en bajalibros.com-, ¿por qué algunos chicos se van y otros no? Entonces, hago todo una especie de ensayo sobre qué es lo que mueve que alguna gente quiera hacerlo y otros no. Yo pienso que hay algo que salta, la desesperación hacia lo desconocido por curiosidad. no digo que es peor o mejor: es distinto, y los criamos nosotros en esa curiosidad.
-¿Tenés proyectos literarios nuevos a partir de este camino que abriste?
-Sí, tengo, me gustaría ver las cosas desde el otro lado ahora. Ver a los chicos, a los jóvenes.
-¿Qué sueños tenés con respecto al vínculo con tu hija? ¿Hay algo que aún te gustaría vivir con ella en persona?
-A veces nos quedamos un poco en Buenos Aires, pero siempre vamos a pasear algún lado. Por ejemplo, fuimos a Mendoza unos días, fuimos a Tilcara, a Jujuy. Esta última vez fuimos a Gramado y Canela, que es en el sur de Brasil, que es una zona muy especial, que a veces nieva, no hay playa, y tiene sierras.
Entonces siempre hacemos algo. Mi idea sería ver si en el futuro podemos encontrarnos en otras ciudades que nos conozcamos ninguna de las dos para que sea como la sorpresa. Pero ella ahora está muy bien trabajando, está con muchos proyectos, así que me quedo allá, ella vive en una playa que es casi un paraíso, entonces tampoco da viste para irse a cualquier lado.
-¿Como imaginás el futuro? ¿Te planteás la idea de irte a vivir con ella?
-Eso lo cuento en el libro también, sobre estas propuestas que te hacen las amigas: "anda, así total vos podés escribir desde cualquier parte del mundo y aparte acá no tenés hijos, marido, nada". No es tan fácil, perdés la identidad, perdés los pocos o muchos amigos que tenés acá, perdés lo cultural y tampoco sabés lo que vas a ganar. Yo me iría si naciera un nieto.
Si mi hija tiene un hijo, yo me voy porque la quiero acompañar, porque la quiero apoyar, para ayudarla a criar a ese nene que tiene que tener lo mejor del mundo, de ella y de su pareja, y lo mejor del mío.
-Si tuvieras la posibilidad de volver el tiempo atrás, al momento en que tu hija te contó que se iba… ¿le dirías lo mismo? ¿Cambiarías algo de tu forma de acompañarla?
-El ser humano es tan racional que siempre trata como de onfirmar las cosas que hizo porque no tiene sentido, si hubiera hecho algo distinto. Yo pienso que pasó lo que tenía que pasar, de la manera que tenía que darse, que nosotros teníamos que hacer esta evolución en nuestra relación.
Yo no romantizo, no digo, "Ay, una historia perfecta." Yo tenía una historia imperfecta en el vínculo y yo quería ir a solucionar ese vínculo. Que no estaba roto, pero era tenía cositas, chirriaba. Yo quería echarle aceitito, y que se convierta en lo que se convirtió, en algo sólido, espectacular, que nos nutre a las dos por nuestras propias historias.

-¿Qué aprendiste de vos misma desde que tu hija está lejos?
-Sé lo que aprendí, que soy mucho más valiosa de lo que yo creía. Que tengo mucha más fuerza que mucha gente, que tengo muchos recursos para hacerme el show. Como te conté, mi familia es casi inexistente. Desarrollé los recursos para que mi "vidita", entre comillas, sea linda, feliz, llena de proyectos, de ganas.
Solo falta que me acompañe la salud. Yo tengo 59, estoy a un paso del fin del mundo más o menos. Si la salud me acompaña y hago todo para que me acompañe... Me doy cuenta que tengo mucha fuerza, que tengo mucha cabeza, muchas ideas, muchas ganas de vivir. Me lo han dicho siempre todos. Y esas ganas, lo aprendí después de todo este recorrido.
Yo dudaba de mí, me sentía menos de lo que era, no veía lo que era. Y después de haber ayudado a mi hija en ese viaje, de habernos ayudado las dos, en realidad, en ese viaje, ahora me siento invencible.
Yo atravesé muchísimos problemas en la vida, como cualquier persona de esta edad. Tuve trastorno de la alimentación por años. Me casé, me separé. Ensamblé una familia, se murió el señor del ensamble. Mi hija se va a vivir afuera, me agarra la pandemia a los 3 años, cuando fui a Miami a darme la vacuna quedé varada, sin guita, 45 días. Y acá estamos cantando. Todavía cantamos, entonces me siento muy fuerte, muy fuerte.
-¿Qué te gustaría que tu hija sepa —aunque tal vez nunca se lo hayas dicho— sobre lo que significó para vos su partida?
-Ella ya sabe. Cuando yo me fui a vivir sola, que me fui a cuatro cuadras de la casa de mi vieja, a un departamento en cuatro cuadras, me acuerdo que mi mamá me dijo, "Vas a venir un día y voy a estar muerta." Te imaginás que tu vieja, cuando tenía 21 años, que te vas a vivir a cuatro cuadras, te diga eso, es un garrón. Entonces, entendés, que no hay que decirle esas cosas a los chicos, hay que apoyarlos.
Cada uno tiene derecho a vivir la vida que quiere y si no te gusta la vida que quiere él, es la de él. Vos ya tuviste tu oportunidad, la usaste, la perdiste, se te gastó. Jodete. Pero ese chico, esa gente joven, esa sangre nueva que quiere ir al mundo, ¿qué le podés decir? En la vida de ellos.
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