Bogotá es un mercado vivo, orgulloso de su identidad, lleno de marcas que no solo diseñan: piensan, comunican y proyectan. Del 20 al 22 de mayo, la ciudad fue el epicentro de la conversación regional sobre moda, con una edición potente del Bogotá Fashion Week.
Más que un evento, se siente como una plataforma que entiende el presente de la industria: formar, conectar y escalar. Organizado por la Cámara de Comercio de Bogotá, el BFW convocó a 140 marcas seleccionadas a través de una curaduría rigurosa.
Más allá del número —que impacta—, lo valioso está en el proceso: más de 900 horas de formación, asesorías especializadas y herramientas concretas para afinar propuestas y profesionalizar modelos de negocio. Este no es un evento que deja todo al brillo de las pasarelas. Acá hay estructura, acompañamiento real y visión a largo plazo.
El desfile inaugural de Jorge Duque marcó el tono desde el comienzo. Su colección Gabinete de curiosidades latinas fue mucho más que una pasarela: fue un statement. Un ejercicio de memoria simbólica donde lo popular, lo devocional y lo glamuroso se cruzan sin pedir permiso. El espacio elegido —la antigua Fábrica de Pastas El Gallo— le sumó fuerza ritual a una propuesta que resignifica el mestizaje como fuente de belleza y resistencia.
Durante tres días, se presentaron colecciones en siete segmentos: ready-to-wear, resort wear, swimwear, streetwear, ropa interior, accesorios y joyería. En total, 45 marcas subieron a pasarel y muchas otras participaron en la tienda multimarca abierta al público general.
La industria no crece sola: se construye con alianzas, con puentes, con decisiones que bajan la moda del pedestal y la hacen circular. Uno de los diferenciales de BFW está en su agenda de contenido estratégico. Más de 70 referentes de diseño, tecnología, negocios, comunicación y sostenibilidad compartieron perspectivas clave.
Se habló de IA, de estrategias para vender en EE. UU., de liderazgo creativo, de moda y música y de storytelling con propósito. Charlas reales, aplicables. De esas que no inspiran desde el aire, sino que bajan a tierra con herramientas.
Más de 80 compradores internacionales de 22 países participaron en la rueda de negocios. Con la invitación a grandes tiendas como Galeries Lafayette, Nordstrom, El Corte Inglés y La Samaritaine, hasta concept stores con identidad propia. La variedad de perfiles confirma lo que ya se viene sintiendo: la moda colombiana está en escena, con identidad y madurez comercial. No es solo talento. Es estrategia, es presencia, es visión.
Bogotá no sólo visibiliza talento, lo impulsa a hacer negocios reales. La rueda de negocios es el corazón del evento. Y la razón por la que muchos diseñadores vuelven. El mestizaje y lo popular se resignifican como poder simbólico. La colección de Duque lo dejó clarísimo: lo local puede ser profundamente sofisticado. Hay una narrativa híbrida que está encontrando su lugar como diferencial estratégico.
La moda latinoamericana se profesionaliza sin perder sensibilidad. BFW demuestra que es posible combinar creatividad con estructura, identidad con negocio. Y esa combinación, cuando se hace bien, es poderosa.
Bogotá Fashion Week 2025 dejó algo claro: el futuro de la moda latinoamericana se está diseñando con herramientas nuevas. Identidad con foco, sensibilidad con dirección, estética con estrategia.
No se trata solo de mostrar —se trata de construir. Y Bogotá está haciendo ese trabajo con visión, método y comunidad.
Para quienes apuestan por una moda regional con impacto internacional, lo que sucede acá no pasa desapercibido. Se siente un cambio. Y es real.
Fuente: Alejandra Boland, Consultora de negocios internacionales de moda
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