El 8 de mayo de 2025, en la segunda jornada del cónclave convocado tras la muerte de Francisco I, el mundo conoció al nuevo Papa: el cardenal Robert Francis Prevost. Su primera decisión como pontífice sorprendió por su peso histórico: eligió llamarse León XIV, un nombre que no se utilizaba desde hace más de 120 años.
Antes que él, trece papas adoptaron el nombre León, una palabra que en latín significa "león", el animal símbolo de poder, liderazgo y fuerza. Pero ese simbolismo se extiende también al plano espiritual y político: muchos de los papas que llevaron este nombre enfrentaron momentos de crisis, conflictos o transformaciones profundas dentro de la Iglesia. Algunos gobernaron durante décadas con gran influencia. Otros duraron apenas días, víctimas de enfermedades o traiciones. ¿Inspiración o advertencia?

De San León Magno al caos medieval
El primero en usar este nombre fue nada menos que San León I, el Magno (440–461). Declarado Doctor de la Iglesia, defendió la ortodoxia cristiana frente a las herejías y reforzó el primado del Papa sobre toda la cristiandad occidental. Fue también quien logró -según la tradición- detener a Atila el Huno a las puertas de Roma. Su figura quedó grabada como uno de los pilares de la Iglesia.
Su legado, sin embargo, no fue fácil de continuar. El nombre León volvió a repetirse en contextos disímiles, muchas veces signados por la inestabilidad. León II (682–683) tuvo un pontificado breve, centrado en la confirmación doctrinal del Tercer Concilio de Constantinopla. León III (795–816), en cambio, fue clave para el fortalecimiento del papado como poder político: coronó a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Papas efímeros y muertes enigmáticas
Otros papas llamados León no corrieron con tanta suerte. León V (903) fue depuesto y probablemente asesinado al mes de asumir. León VI (928) duró apenas siete meses. León VIII (963–965), impuesto por el emperador Otón I, fue considerado un antipapa por sectores de la Iglesia, y su legitimidad estuvo siempre bajo sospecha.
Uno de los casos más llamativos fue el de León XI (1605), que falleció solo 27 días después de haber sido elegido. Enfermo desde su asunción, su pontificado quedó entre los más cortos de la historia.

Reformas, crisis y renacimiento
También hubo Leones que marcaron época. León IX (1049–1054) impulsó una serie de reformas internas y combatió con fuerza la simonía y el nicolaísmo, pero su mandato también coincidió con el inicio del Cisma de Oriente, que dividió para siempre a la Iglesia católica de la ortodoxa.
León X (1513–1521), miembro de la poderosa familia Medici, fue un gran mecenas del Renacimiento. Pero su papado también quedó marcado por la corrupción y el inicio de la Reforma protestante, tras la excomunión de Martín Lutero.
En el siglo XIX, León XIII (1878–1903) representó una renovación. Con una visión moderna, escribió la encíclica Rerum Novarum, considerada el inicio de la Doctrina Social de la Iglesia. Su pontificado, de 25 años, fue uno de los más extensos y productivos del Vaticano.
León XIV: el peso de un nombre
En este contexto, León XIV asume un nombre que es sinónimo de fuerza doctrinal, coraje frente a las amenazas externas… pero también de una herencia difícil. Como primer papa estadounidense y uno de los pocos no europeos, Robert Francis Prevost parece querer combinar tradición y renovación.
Su elección del nombre León puede leerse como una evocación de los papas que marcaron rumbo en tiempos de crisis. De San León Magno toma la defensa del dogma. De León XIII, el compromiso con los desafíos sociales contemporáneos. Pero al mismo tiempo, es imposible ignorar que varios Leones del pasado fueron figuras efímeras, atrapadas por las luchas de poder, la enfermedad o el desprestigio.
¿Una maldición o un legado?
A lo largo de los siglos, el nombre León ha sido el sexto más utilizado en la historia del papado. Cada uno de sus portadores enfrentó retos únicos, pero el patrón de grandes logros y breves tragedias aparece con frecuencia. En ese juego de luces y sombras, León XIV comienza su camino.
¿Será este nuevo León un renovador como el Magno? ¿O su pontificado confirmará que, detrás del rugido del león, se esconde también una advertencia?
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