En las últimas décadas, la manera en que accedemos a la comida cambió muchísimo, ya que tenemos acceso a un sinfín de alimentos ultraprocesados, de conservas en lata o cartón, que van ganando espacio en la mesa cotidiana.
"Desde hace tiempo, nutricionistas, expertos en alimentación y chefs alertan sobre las consecuencias de este tipo de alimentación en nuestros cuerpos, en la naturaleza e incluso en la economía", se pregunta Natalia Soledad Pereyra, Gerente de Calidad de Chef Gourmet, quien afirma:
“Tenemos muchas oportunidades para comer mejor y a buen precio, aprovechando las estacionalidades de los alimentos. Y, a veces, ni siquiera implica mucho más esfuerzo, es sacarnos el chip del facilismo y pensar diferente en lo que vamos a preparar para nosotros y nuestras familias”.
En este sentido, señala que los alimentos frescos tienen muchísimas ventajas para el organismo. Y, si están bien conservados, mantienen todos sus nutrientes y sabores intactos. Las carnes son un buen ejemplo de lo que provocaría no saber almacenarlas correctamente, ya que pierden parte de sus mejores atributos de sabor, textura y calidad cuando son congeladas.
Luego añade que esto es especialmente importante también en el caso de las frutas y verduras. Como las de hoja, que en poco tiempo pierden su calidad, aunque esta se extienda un poco al conservarlas en frío. Además de que su sabor empeora notablemente con el correr de los días.
Comer mejor y más adecuado a la temporada
Los expertos proponen “comprar en mercados locales o productos que sabemos que vienen de un lugar cercano nos garantiza que serán frescos, porque hará menos tiempo que los han cosechado”, expresa Pereyra.
Además, es importante priorizar los productos de temporada, que garantizan una mayor frescura y un mejor sabor, ya que no serán productos conservados por mucho tiempo, como tampoco forzados en ambientes artificiales. Los tomates, por ejemplo, pueden conseguirse durante todo el año, pero en los meses menos fríos tendrán un mejor sabor y serán más económicos.
Justamente, incorporar este tipo de alimentos frescos nos permitirá modificar el menú en base a lo que encontramos en el mercado según la época del año. Eso nos permitirá comprar más barato, comer más fresco y tener una dieta equilibrada, variada y con gran sabor.
Nuestra alimentación debería cambiar según la temporada, ya que esos alimentos contribuyen a las necesidades que tiene nuestro organismo en esa época del año: en verano, por ejemplo, las altas temperaturas hacen necesario que se tome más agua, que podemos obtener de la ingesta de frutas y verduras (sandía, melón o frutillas, por ejemplo) con más contenido de líquido, además de mediante el agua que podamos beber.
Más barato y mejor para la comunidad
La época de cosecha significa un momento de abundancia de productos que, por ser perecederos, deben ser vendidos rápidamente. Y, si compramos lo que se produce en nuestra zona, incluso el precio puede mejorar, de los que son producidos en zonas exóticas.
Eso también beneficiará a la sociedad en la que vivimos. Las economías sociales y familiares de los campesinos y productores rurales son clave en la alimentación y en la vida cotidiana de miles de personas, aunque muchas veces están invisibilizadas.
