“¿Puede un giro inesperado en la vida convertirse en la llave de la escritura?”, es la pregunta con la que Majo Riera abre la contratapa de su libro. Y es también el interrogante que sobrevuela la cálida presentación en la que recibió a familiares, amigos y cercanos, sentada entre almohadones coloridos, una vela encendida y un ejemplar de Fue un buen verano sobre la mesa.
María José Riera es mamá de Ana Laura, Patricio y Mariana “Lali” Espósito, por lo que se encuentra atravesada por años de crianza y acompañamiento en la vida de tres hermanos que hoy en día viven su adultez. Sin embargo, recuerda con claridad el día en que todo cambió.
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Fue el 24 de noviembre de 2020 cuando recibió el diagnóstico de cáncer de mama que desencadenó un proceso físico y emocional inesperado. Sumida en la angustia, la incertidumbre y un torbellino de preguntas, recibió una recomendación de su psicóloga que marcaría un antes y un después: “Me dijo que escriba”, contó.
La escritura como un lugar de refugio
Majo explicó a Para Ti que el momento clave llegó después de su primera operación. “El día que volví del hospital Austral, tuve un impulso: abrí la compu y empecé a escribir. Eran las 10 de la noche y no podía parar, era como una necesidad”, recordó. Fue también cuando tomó conciencia, por primera vez, de que podía morir.
Tiempo después, animada por Pata Liberati, envió esas páginas iniciales. La respuesta fue inmediata y definitoria: “Majo, esto es un libro”. Así comenzó un proyecto que tomó forma junto a Carolina Varela y que se transformarían en un registro íntimo y sanador.
En medio del diagnóstico, Majo enfrentó otra decisión trascendental: “En el medio del cáncer tomo la decisión de separarme después de 35 años de matrimonio. Me voy yo de mi casa dejando todo lo que había construido y me fui a la casa de mi hija en España. La casa estaba vacía. Y yo también estaba vacía”, compartió.
A esa soledad inicial le siguió un gesto de amor incondicional: sus amigas y sus hijos se mudaron con ella para acompañarla en pleno tratamiento. “Estuvieron cuando estaba pelada, cuando vomitaba todo el día, cuando sentía que me moría. Ellas me hicieron creer que todo iba a estar bien. Yo les creí”, relató emocionada.
Un título que nació en una conversación entre amigas
Fue un buen verano resume el proceso de madurez emocional que vivió entre el 2020 y 2021, pero también en los años que llegaron más adelante. La formulación del título se dio en un diálogo distendido: “Mientras tenía un vino en la mano y estaba haciendo un asado estando pelada, una de mis amigas me abrazó y me dijo 'A pesar de todo, fue un re buen verano'”, citó sensibilizada.
Majo define aquel verano como uno de los mejores de su vida: “Me encontré a mí. Encontré realmente cuáles son las cosas que tienen valor. Tamicé mi vida y me quedé con las perlitas”, sostuvo.
En sus páginas, construye saltos temporales y recorre distintos momentos de su historia: la infancia, la adultez, la separación, los miedos, la enfermedad y la búsqueda de la reinvención. Pero hay un hilo conductor que sostiene cada capítulo: los vínculos.
La autora reivindica especialmente su linaje femenino. Durante la presentación, abrió una de sus páginas y se ofreció a leer un fragmento: “Llevo en la sangre a las mujeres que no conocí, pero que me habitan en cada latido. El silencio era una herencia, un cofre cerrado. Las mujeres de mi familia fueron fuertes y valientes. Una estirpe que se sostiene firme desde mi abuela hasta mis tías, mi madre, mi hermana y por suerte mis hijas y mis sobrinas”.
De este modo, conmemora y enmarca el gesto de resiliencia, compromiso y lucha como algo que se mantiene vivo desde mucho antes que su diagnóstico; a través de los lazos sanguíneos, el recuerdo e incluso lo desconocido inmortaliza un árbol genealógico infinito.
Cinco años después, Majo vive desde otra percepción: “Cambió mi manera de pensar, el valor que me doy a mí, el valor que les doy a los demás. Me mudé, me compré una casa”.
La escritura, el registro y el deseo de reinvención le permitieron construir un espacio de autoreflexión y aprendizaje: “El tiempo no vuelve. Hay que animarse al cambio. Cuando ya no sos feliz, cuando ya no te divierte lo que pasa, que no te dé miedo la mirada del otro”.
Una nueva percepción tras la recuperación
Aunque al principio le costó compartir su escrito con sus amigas, hoy ellas la celebran: “No pensaban tener una amiga escritora”, mencionó sonriendo.
Sobre si habrá un segundo libro, Majo dejó el misterio abierto: “Alguien me dijo que prepare la pluma porque iba a querer seguir escribiendo”. Fiel a su filosofía renovada, confesó que la vida le enseñó que nada es estanco: todo puede cambiar. Por ende, sus ganas por escribir algo innovador y genuino también.
Fotos: Chris Beliera
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