El año recién empieza pero, en vez de estar relajados y con pilas, pareciera que el estrés no distingue fechas de calendario. ¿Será posible vivir sin la adrenalina corriendo por nuestras venas? La respuesta es NO.
“Sin estrés estaríamos muertos”, asegura la dra. Laura Maffei (M.N. 62441), miembro del departamento PINE de la Sociedad Argentina de Endocrinología. Según esta especialista, “el estrés es una reacción normal de nuestro organismo indispensable para adaptarnos a los cambios que el medio ambiente nos impone, desde cambios en el clima, la demandas de nuestros hijos, trabajo, pareja, etc”.
Por eso es que, cuando nos encontramos frente a una amenaza o desafío, el cerebro la detecta y para defendernos manda una orden a las glándulas suprarrenales para que segreguen dos hormonas: cortisol y adrenalina. “Ellas son las responsables de preparar el cuerpo y el cerebro para la mejor reacción. La presión arterial aumenta, el corazón bombea la sangre más rápido y eficientemente, la respiración es más frecuente, los músculos se tensan y el azúcar en sangre aumenta para dar la energía necesaria para una respuesta eficiente. El cerebro se vuelve hipervigilante, la memoria se activa, las pupilas aumentan de tamaño y la atención se focaliza”, argumenta la directora de Maffei Centro Médico y una referente del tema.
En principio, el estrés como respuesta ante de los desafíos y posibles peligros tendría que ser todo beneficio. Pero... ¿Qué pasa si la demanda no para, si no hay tiempo de recuperación y tanto el cortisol como la adrenalina no descienden a su valor normal? Es en ese momento -si no sabemos frenar a tiempo- que todas estas reacciones se vuelven negativas para la salud física y psíquica.
“La presión arterial permanece elevada, aparecen las arritmias cardíacas, los riesgos de infarto y ACV, caída de cabello, alergias e insomnio. Además, como el azúcar en sangre permanece elevada la incidencia de obesidad y diabetes es mayor”, previene esta miembro argentina de la Endocrine Society.
Si bien no todos los grados de estrés son iguales, hay cuatro alarmas para tener en cuenta y consultar con un profesional: el mal dormir, las contracturas musculares, el malestar digestivo y las adicciones (“ya que se activa el circuito del placer y el cerebro pide una gratificación rápida, ya sea comida, vino o volver a fumar”, asegura Maffei). En cualquiera de los casos, tenés que saber que el primer paso para solucionar la ansiedad es reconocerla como problema. Y, el segundo, saber pedir ayuda.
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