En el corazón de Estocolmo, Suecia, el diseñador Gustaf Westman conquista el mundo desde apenas 30 metros cuadrados y redefine lo que significa vivir con estilo.

El joven diseñador sueco abrió las puertas de su diminuto departamento en la capital de Suecia —mitad taller, mitad refugio— para contar cómo su universo naíf y colorido nació entre cuatro paredes y una infancia llena de juguetes.
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“Mi habitación estaba siempre llena de muchos juguetes y todo tipo de cosas raras y coloridas”, recuerda Gustaf Westman.
Y asegura que esa energía infantil sigue guiando cada objeto que crea, desde el espejo curvo que revolucionó Instagram hasta las copas, platos y sillones que hoy son íconos del diseño contemporáneo.
En su casa todo brilla, todo se curva y todo es juego. Los muebles parecen salidos de un dibujo animado, y cada rincón respira el mismo espíritu libre con el que el diseñador sueco se formó.
“Vivir en un apartamento pequeño me ha afectado mucho en mi trabajo. Me gusta convertir los objetos del día a día en cosas raras y divertidas. Con solo una copa se puede transformar una habitación entera”.
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“Me encanta moverme, pero a lo mejor me tendría que calmar –reflexiona Gustaf Westman- Ahora estoy aquí y extraño mis raíces. Pero luego cuando estoy en casa, me dan ganas de salir y hacer algo atrevido”.
La vida del diseñador viral de 2025 es entre giras, colaboraciones (la collab con IKEA es un boom) y tiendas efímeras por todo el mundo, mientras su pequeño piso en Estocolmo sigue siendo su punto de equilibrio.
No hay lujo ni ostentación, solo autenticidad. Sus muebles parecen hablar el idioma del optimismo. “Viniendo de la arquitectura, me costó mucho asumir que nunca iba a hacer nada serio. No voy a salvar el mundo, pero puedo traer algo de alegría y diversión. Para mí es vital todo lo que nos ayuda a escapar de la realidad”.

Jarras 'chunky' 






Su departamento es más laboratorio que vivienda: las paredes blancas sirven de lienzo para una explosión de colores. Cada nueva pieza nace ahí, en un entorno que combina caos y ternura.
“Lo que más me inspira es divertirme y pasar un buen rato con mis amigos. Aparte de eso, la verdad es que no me estimula mucho el diseño actual”, dice entre tazas, bocetos y risas.
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La escena podría ser un cuadro: una copa rosa sobre la mesa, una lámpara ondulante, un espejo con marco imposible. Nada sobra, nada es convencional en el departamento en Estocolmo de 30 metros cuadrado de Gustaf Westman.
“No me gusta que las cosas sean aburridas. Cuando voy a subir algo, me gusta pensar que mis seguidores son mis amigos. Quiero que se lo pasen bien, que se paren en las fotos, que hagan zoom, que busquen”.

Así es su vida entre paredes color pastel: una mezcla de juego, disciplina y humor. A veces, un refugio; otras, una pasarela improvisada por la que desfilan sus ideas y sus objetos virales. “Intento mantener esa energía en el estilo y en el proceso de diseñar siempre con humor. Aunque ahora ya no es tan fácil… Pero yo lo sigo intentando con todas las fuerzas”.
Treinta metros cuadrados que lo contienen todo: su infancia, su presente y el futuro del diseño contemporáneo. Palabra de Gustaf Westman.
