Andrea Tucu Martinez, es una íntima amiga de Juliana Awada que para festejar su cumpleaños número 50 realizó un fiestón temático. El dress code estaba inspirado en los años 70, más precisamente en Studio 54, el club nocturno de Nueva York elegido por las celebridades y artistas de la época que se luego convirtió en leyenda.
Brillos, plumas y mucho glamour caracterizaban los outfits de todos los cuncurrentes a este excéntrico lugar.
Para este gran día, la cumpleañera y sus amigas, eligieron looks donde las lentejuelas fueron las protagonistas. En una foto grupal tomada en uno de los momentos de la fiesta se la puede ver a la cumpleañera, vestida con un cutsuit de color fucsia con plumas en las mangas, su mejor amiga Juliana Awada, vestida de color verde y otras amigas: entre otras estaban María Conorti, dueña de la firma De María con la que Juliana sacó una línea de zapatos, vestida con un conjunto a cuadros marrón y blanco y la diseñadora Yanina Solnicki del Camarín, pareja de su hermano Daniel Awada, que eligió un catsuit de red.
Juliana Awada, la más diosa de la noche
La influencia del Studio 54 inspiró a la ex primera dama a lookearse con un sensual mini vestido de lentejuelas de color verde.
Un diseño al cuerpo, con magas largas, hombreras Xl y un gran escote en V que le permitió bailar sin parar desplegando toda su belleza en toda la noche.
Para el beauty look, decidió llevar el pelo suelto, con ondas y un maquillaje muy natural en tonos nude.
Qué fue Studio 54
La propuesta y el dress code de la fiesta de cumpleaños estaba inspirado en Studio 54, y la invitación reflejaba el glamour característico de la época.
Studio 54 abrió sus puertas en Nueva York un 26 de abril de hace 45 años, en 1977. Un viejo teatro reconvertido en antiguo estudio de televisión de la CBS en la calle 54 Oeste (entre Broadway y la Octava Avenida) fue el espacio en el que la reconocida relaciones públicas Carmen D’Alessio vio, por aquel entonces, unas increíbles posibilidades para crear allí el local nocturno más atrayente de la ciudad. No tardó en convencer a Steve Rubell, empresario, y al amigo y socio de este, Ian Shrager, para que alquilasen el espacio. Ambos se convirtieron en copropietarios de lo que luego fue Studio 54.
