Después del auge de las huertas en casa, los barrios cerrados también empiezan a adoptar la tendencia en la forma de huertas comunitarias.
Así, se multiplican en countries y barrios cerrados huertas comunitarias que, además de la producción de materia prima para la alimentación, funcionan como espacios de encuentro y recreación entre vecinos.
Si bien el aire libre y el contacto con la naturaleza con valores identificados con los barrios cerrados desde su origen, sus espacios comunes de cultivo y abastecimiento son una novedad.
Tal como sucedió con las huertas en casa -en el jardín, la terraza y hasta en un balcón- la cuarentena de 2020 llevó a muchas personas a animarse a probar cosas nuevas, a potenciar su creatividad y, en particular, a volver a algunas actividades que habían sido relegadas.
Es así como las huertas domésticas crecieron exponencialmente, tanto en opciones de huertas verticales e individuales -en balcones o patios- como en el modo comunitario, aprovechando lugares abiertos para el desarrollo de esta actividad.
“El tamaño de nuestros lotes, entre 1500 y 3000 m2, permite que además de la vivienda y una piscina, se puedan agregar otros usos como es el caso de una huerta -cuenta Ricardo Sarinelli, Director de Haras del Sol, en Pilar- A partir del aislamiento, varios propietarios comenzaron con estos emprendimientos particulares con el asesoramiento informal de otros vecinos. Esta práctica fue extendiéndose y nos motivó a encarar un proyecto común que aglutinase a todos aquellos que tuvieran ese interés”.
La iniciativa involucra especialmente a una nueva generación de vecinos que llegan al barrio con una filosofía de vida orientada a lo natural, la sustentabilidad y al cuidado del medioambiente, y que además tienen el objetivo de inculcar esos mismos valores a sus familias en formación.
La huerta no será la nueva Play… pero mientras dura la actividad en ella, la vida en espacios verdes y después de tanto tiempo de ostracismo está garantizada.
Entre los objetivos y ventajas que las huertas comunitarias de uso común tienen se indica que la actividad genera provisión de hortalizas y legumbres a los espacios de Club House de los barrios.
De esta manera, se genera una alimentación más consciente y más saludable y económica. Y sus principales impulsores apuntan sobre todo al valor adicional para la sociabilización de los vecinos del mismo barrio que promueven las huertas comunitarias como un proyecto de trabajo colaborativo.
¿Qué se necesita para empezar un proyecto de huerta? Más allá del espacio, no es necesario más que tierra fértil y atención al regado. Dedicación y paciencia -y satisfacción-, para acompañar el ciclo completo de vida de los vegetales: desde su siembra hasta su consumo.
Se recomienda empezar por cultivos sencillos y de especias -para principiantes como albahaca, tomillo, romero, salvia o ciboulette.
El desarrollo sustentable también es uno de los ítems que se destacan cuando se encaran estas propuestas. El riego automático, muchas veces en los barrios de este tipo, está alimentado por paneles solares que generan la energía suficiente para su funcionamiento.
Según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, Argentina se encuentra en el 2° puesto del ranking mundial, de tierras certificadas para la producción de alimentos ecológicos.
Fuente: Haras del Sol/ BrandPartners
Más información: parati.com.ar
