Historias de Cemento: edificio Usina Pedro de Mendoza, la fábrica de electricidad que brilla con luz propia - Revista Para Ti
 

Historias de Cemento: edificio Usina Pedro de Mendoza, la fábrica de electricidad que brilla con luz propia

Historias de Cemento: Edificio Usina Pedro de Mendoza, la fábrica de electricidad que brilla con luz propia
En esta nueva edición los invito a conocer el icónico edificio de la usina eléctrica Ítalo-Argentina, hoy polo cultural del sur porteño.
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“Enviar luz al corazón del hombre, ese es el deber de un artista”.

Robert Schumann.

Los edificios monumentales que se construyeron a partir de 1900 en Buenos Aires marcarían la prosperidad de cara al futuro prometedor que la urbe aspiraba.

Iniciado el siglo 20, la ciudad comenzó a experimentar un demarcado estilo industrial y, con fachadas que expresaban una clara línea fabril, muchas construcciones fueron cuna de grandes empresas de manufactura. Tras los altos muros, se emplazaba la maquinaria necesaria para la cadena de producción que estaba dando marcha al país.

La famosa Usina “Don Pedro de Mendoza” formaba parte de una serie de edificios destinados a albergar las instalaciones de una empresa de electricidad conocida como la “Compañía Eléctrica Ítalo-Argentina”.

La CIAE contrató al arquitecto italiano Giovanni Chiogna para diseñar más de 200 centrales eléctricas y subestaciones en varios puntos de Buenos Aires, los que serían construidos por Martignone e Hijos. En un predio contiguo se edificó la Sub-Usina “Benito Pérez Galdós”, construida por Christiani & Nielsen hacia 1931.

Para entonces, muchos arquitectos italianos desarrollaron en nuestro país sus excepcionales carreras profesionales. Chiogna, oriundo de Trento, marcó un estilo estético asociado a la compañía, haciendo que estos edificios se identificaran directamente con la firma. Los pisos llevan su logotipo, como también la heráldica de la empresa aparece en escudos aplicados en las paredes.

Aquí, el ladrillo a la vista es protagonista, las ventanas de arco de medio punto, torreones medievales y otros elementos decorativos de línea orgánica completan el conjunto. La empresa no era italiana sino suiza, fundada con capitales de la Franco Tosi, la Pirelli y la Brown Boveri, perteneciente al holding Motor Columbus, con sede en Baden.

#DatoCementero

Las mamposterías originales, de hasta un metro de espesor, fueron de gran utilidad en la puesta en valor del edificio porque proveen un gran aislamiento acústico a las salas. El diseño de la sala mayor y sus revestimientos fueron pensados para mejorar al máximo la experiencia sonora, previendo niveles óptimos de reverberación para la recepción adecuada de la audiencia, además de un eficiente retorno para los artistas.

La palabra "Ítalo" es un nombre exclusivamente comercial. La Ítalo comienza entonces a producir y distribuir energía eléctrica en las zonas Centro y Sur de la Ciudad de Buenos Aires, para el servicio de alumbrado público y privado, fuerza, tracción y demás aplicaciones. Los servicios eléctricos de la CIAE más tarde se extenderían a varios partidos aledaños.

Así, en una esquina de La Boca, quedó conformado el edificio conocido como “El Palacio de la Luz” ubicado en la actual Avenida Don Pedro de Mendoza al 500.

La nueva usina ostentaba no solo un crecimiento imparable del motor industrial, sino también la “nave insignia” de la compañía, su primer “emblema monumental”. Impacta claramente el estilo neorrenacentista florentino, que nos recuerda al Palazzo della Signoria en Florencia o del Castillo Sforzesco en Milán.

Al ingreso, un gran atrio de acceso o patio de honor nos da la bienvenida, desde donde se ubica una escalera artística hasta el primer nivel.

La calidad de la obra se luce con los detalles de las fachadas internas, revestidas en piedra París, con basamento de granito y capiteles. Los arcos ciegos, los frisos con molduras, frontones con el nombre de la compañía grabado con letras elegantes, rosetones, tragaluces, almenas, gárgolas de gran valor patrimonial y balcones con sus barandas originales son los elementos arquitectónicos desplegados a lo largo de la obra.

La torre de cuatro caras, ícono del edificio, apela a la identificación casi escultórica. Está coronada por un reloj que tuvo una maquina central a péndulo instalada por el relojero español José Vázquez. Dicen que se pueden contar hasta setenta relojes públicos amurados a edificios porteños, algunos ya no funcionan. Se niegan a dejar su función medieval de anunciar las horas, como lo hacían en las iglesias de la Edad Media. Todos nos rendimos ante su valiosa presencia porque sabemos de su importancia, el tiempo.

La Usina marcó un hito en el paisaje urbano destacándose por su escala y monumentalidad que se despliega en un plano que cuenta con una superficie total de 7.500m2. Por entonces, el entorno despoblado permitía distinguir su cuerpo arquitectónico y torre desde zonas lejanas.

La construcción fue por etapas. La primera fue la inauguración de la zona edilicia ubicada en la esquina de Pedro de Mendoza y Pérez Galdós. La maquinaria de su interior había sido montada a fines de 1915 y se puso en funcionamiento en enero de 1916 con tres generadores de 6250 kW cada uno.

Se trataba de un edificio rectangular con basamento de piedra gris, muro de ladrillos con ornamentos pétreos y ventanas uniformes, que encerraba dos grandes naves paralelas. Una para calderas (el actual auditorio sinfónico) y la otra para turbinas (hoy, Nave Mayor). Además, otros dos cuerpos paralelos oficiaban de salas para servicios auxiliares y oficinas.

En su exterior, el edificio aparentaba tres niveles: planta baja, planta principal y altillo. El prisma se quebraba en las esquinas del edificio, en una de las cuales se elevaba una torre almenada, y en la otra se hallaba la ochava del acceso.

Entre 1916 y 1921, el complejo fue ampliado con nuevas instalaciones para abastecer a la demanda creciente de Buenos Aires. Es cuando se efectúan algunas ampliaciones al edificio original y, en dos etapas posteriores de crecimiento, alcanzando su forma final con la construcción de un segundo edificio para desplegar una tarea constante por los siguientes ochenta años.

Con la privatización de los servicios públicos durante la década de 1990, la usina quedó definitivamente abandonada al menosprecio, con una tranquilidad pasmosa.

La recuperación, que atravesó varias gestiones, asumió el desafío de transformar un edificio con la impronta industrial de comienzos del siglo XX en un complejo artístico inteligente, colocando la piedra fundamental en noviembre de 2007. Su restauración siguió el modelo de otras edificaciones de origen industrial que fueron transformadas para uso artístico, como el Armory Park (Nueva York) o el Radial System (Berlín).

El foyer es el espacio central del complejo. Posee una cubierta de vidrio que logra una iluminación natural cenital de los muros laterales de ladrillo original a la vista, con las incrustaciones de elementos metálicos preexistentes que recuerdan el carácter industrial del edificio.

La nave principal se reservó para los recintos de música con una sala sinfónica de óptimo nivel acústico, una sala de cámara y un micro cine.

En el segundo cuerpo se aprovecharon los soportes de hormigón que sostenían las turbinas para instalar, en la planta baja, una sala de muestras, y destinar la amplia superficie de la planta alta a múltiples actividades artísticas.

Durante su recuperación, la superficie se duplicó a 15.000m2.

La primera etapa del edificio fue inaugurada en julio de 2011, completándose para mayo de 2012. Desde entonces, este espacio cultural único al sur de la Ciudad reúne la más variada programación cultural.

Un palacio que, como decía Schumann, seguirá enviando luz, solo que hora, reverberando la historia para resignificar nuestro presente.

Fuente: gentileza sitio oficial de CABA.

Fotos: Pinterest.

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