A pesar de los avances del conocimiento, el desarrollo y la tecnología, la pandemia del coronavirus nos enfrentó, después de mucho tiempo, a lo desconocido. Este virus, que adoptó la forma de un mundo globalizado, nos obligó a modificar nuestras costumbres y rutinas: a vivir en la incertidumbre. Hoy, a pesar de las pérdidas y la angustia que nos generó, podemos decir que hemos atravesado uno de los años más desafiantes para el sistema sanitario argentino.
Este, sin dudas, fue un año atípico y difícil para todos y, el hecho de tener que enfrentar una crisis de salud pública sin precedentes, trajo varios desafíos al sector.
Por un lado, hubo que adaptar toda la estructura médica a las nuevas necesidades, lo cual implicó reorganizar las tareas, distribuir el trabajo para el seguimiento eficiente de cada paciente con COVID-19, pero también seguir cuidando la salud de aquellos con otras patologías agudas y crónicas.
Por otro lado, el desafío de tener que reinventarnos durante el ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) para encontrar la manera de estar cerca de nuestros pacientes mediante, por ejemplo, el uso de la telemedicina.
Pero, ante la masividad de casos, la imposibilidad de mirar y de tocar, el miedo del propio personal médico de enfermarse y contagiar a sus seres queridos, el cansancio, la ausencia de los colegas que fuimos perdiendo en el camino, la desinversión en salud pública de los últimos años y la sensación de soledad, el mayor desafío fue sostener la empatía y la humanización del paciente y de la enfermedad, que se puso a prueba en la nueva realidad.
De todas las profesiones, la medicina reclama integridad en cuerpo y alma del especialista y una visión humanista propia del profesional. Esta última se ve reflejada en su labor al momento de atender a una persona, de salvar una vida, de encontrar una cura o ayudar a afrontar alguna enfermedad.
Además de la técnica y del “saber hacer”, para quienes desarrollamos esta profesión es importante que la ejerzamos con respeto, dedicación, honestidad y compasión hacia nuestros pacientes a pesar del contexto adverso.
Sin dudas, la llegada de la vacuna significa el principio del fin de la pandemia, es por ello que debemos seguir cuidándonos, tomar todos los recaudos necesarios y ser respetuosos de todo el trabajo y el esfuerzo que hicimos, tanto el personal médico como toda la sociedad en su conjunto, a lo largo de este año tan difícil y desafiante para todos.
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