Es inevitable, frente al cierre del año en el calendario, que nos hagamos preguntas que quizás en nuestra cotidianeidad no tienen espacio. Así surgen algunos interrogantes vinculados a: ¿Qué logré este año? ¿Obtuve lo que me propuse? ¿Qué me falta? ¿Cómo me siento? ¿Estoy siendo feliz? ¿Qué es lo que ya no quiero más en mi vida?
Respondernos estos interrogantes requiere coraje y nos conecta con diversas emociones. Algunas son agradables; otras no. Sin embargo, toda emoción es una oportunidad para reflexionar, auto observarnos y elegir la vida que queremos.
No obstante, la incertidumbre social dentro de contextos tan cambiantes en general, nos conecta con agobio, cansancio, frustración, ansiedad y estrés. En ese sentido, las emociones guardan
información que si exploramos y profundizamos en ellas nos revelan nuestro propio mundo.
Entrenar nuestra conciencia emocional nos facilita la comprensión de lo que queremos (o no queremos) en nuestra vida, expresarnos con más claridad, construir relaciones más sanas, tomar decisiones más acertadas y asumir los momentos difíciles con mayores recursos internos.
Sin embargo, estar siempre bien no es una obligación, más bien es un mandato cultural que nos limita. No es sano maquillar las emociones desagradables; resistirnos a lo que sentimos genera un desgaste y malestar que se vuelve insostenible. Las emociones deben ser consideradas y como seres resilientes y adaptables que somos, debemos hacer un stop como parte del recorrido.
Entonces, se vuelve fundamental, entre el caos y la complejidad, mirar hacia adentro para encontrar respuestas que nos guíen. Lo primero, es empezar por distinguir qué es lo que depende de nosotros ese es el principal objetivo para darnos cuenta que podemos hacer mucho más de lo que creemos. Humanizarnos frente a la complejidad es saber que nos pueden atravesar diversas emociones. Nuestro desafío será reconocerlas, gestionarlas y diseñar nuestro futuro emocional, aceptando nuestra inherente vulnerabilidad.
En cualquiera de los casos, los resultados del balance dependen de nuestra visión de lo que hicimos. Un balance personal es nuestra opinión sostenida en análisis y comparaciones.
Herramientas claves para realizar un balance:
● Gestionar las expectativas vs la realidad: es clave para aprender a tener una crítica constructiva y evitar ser críticos destructivos con nosotros mismos. Una mirada amable que acepta y se posiciona en el aprender como fuente inagotable de nuestra propia evolución.
● Ampliar el enfoque: es fundamental, para que los resultados que analizamos no sean solo materiales o económicos. En nuestro andar obtenemos resultados no tan tangibles, pero no menos significativos. Observar nuestras relaciones, sueños, emociones, aprendizajes, experiencias vividas y motivaciones también modifican el balance.
● Compararnos con nosotros mismos: es un gran reto. Evitar las comparaciones con los demás. Si bien podemos tener referentes e inspirarnos en algún aspecto si usamos permanentemente la comparación se generan brechas que nos causan insatisfacción y sufrimiento. Ser nuestro propio desafío a superar promueve el desarrollo personal desde una construcción más sana.
En consecuencia, tomando este enfoque como parte del balance, invitamos a cultivar la gratitud como eje central de la revolución emocional que nos puede estar atravesando en esta época. No confundir conformismo con gratitud va a depender de nuestra actitud y mirada. Dicho de otra manera, la gratitud consiste en apreciar y valorar los distintos aspectos de la vida, por eso, enfocarnos en lo que podemos agradecer nos elevará significativamente el balance.
Por el contrario, cuando hablamos de conformismo, entendemos que parte desde la resignación y desde una posición que nos impide hacer algo para atravesar las circunstancias de una mejor manera. El conformismo nos vuelve más víctimas que protagonistas de nuestro diseño de futuro.
Frente al contexto complejo, algunos ejes centrales de una actitud resiliente los podríamos resumir en:
1- Aceptar las circunstancias.
2- Darle sentido a lo que nos sucede buscando un aprendizaje.
3- Interpretar los obstáculos de la vida como desafíos.
4- Confiar en nuestras propias capacidades y,
5- Mirar el futuro a diseñar, para ir hacia el camino que elegimos.
En la actualidad, estamos aturdidos de tanta información, y en su justa medida es necesaria, nadie construye un camino resiliente por vos. Cada uno de nosotros es autor de su propio camino y para eso debemos ser selectivos de las voces que escuchamos a nuestro alrededor. O sea, buscar un equilibrio entre cantidad y calidad, es clave.
Regular y refugiarnos implica encontrar la distancia óptima entre estar informado y sentirse aturdido. Se encuentra eligiendo lo que necesito saber y de quién lo voy a escuchar. El desafío es no perdernos a nosotros mismo, teniendo presente nuestros valores, principios y elecciones. En resumen, un balance no es el final, sino el principio de la vida que queremos.
Fuente: Yamila Martorell, Psicóloga, Master Coach Profesional y Miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional (AACOP)
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