De día, abogada. De noche, escritora. Así podría definirse en muy pocas palabras el quehacer de Alejandra Lanfranqui, un mujer multifacética que un día se animó a darle rienda suelta a lo que la movilizaba desde que tiene uso de razón: la escritura.
Por "mandato familiar" estudió Derecho, se recibió a los 23 años y construyó una carrera exitosa que mantiene hasta la fecha como abogada corporativa, con algunos años también en la función pública. Lo define como el trabajo con el que cultivó muchas amistades y un buen pasar económico.
¿Definirías la abogacía como tu pasión?
-¡No, absolutamente, no! Era un medio para vivir, tengo hoy en día muchas amistades, desde mi primer trabajo, y todos los que me han conocido saben que yo no quería ser abogada y siempre estuve buscando otro lugar. Siempre tratando de saciar esas ganas que tenía de hacer otras cosas.
Afortunadamente me fue bien en mis trabajos, crecía en las empresas y me llevaba bien con mis compañeros, podía vivir con ese salario y me sirvió para criar a mis hijos, formar mi familia, tener calidad de vida. Pero siempre mi cabeza y mi corazón me decían que tenía que hacer otra cosa.
Y este camino de escribir ¿estaba presente?
-Escribo desde que empecé a escribir, desde los seis años. Mi papá era escritor, ¡era un soñador, un romántico empedernido! Y creo que eso fue un legado que nos dejó a los tres... Yo soy la menor de tres y la única mujer. Mis hermanos también escriben: uno tiene un libro inédito.
"Mi época de mayor producción fue la adolescencia, cuando una tiene las hormonas a flor de piel, los sentimientos en carne viva. Escribí cuentos, poesías, relatos. Mi familia me ha llegado a poner un seudónimo. En una época, donde estaba de moda el Yoga, me buscaron algo que tuviera que ver con lo místico y me pusieron Alejandra Ramatís. ¡Recuerdo haber pasado almuerzos de domingo matándonos de risa!".
¿Dónde quedaron esas producciones?
-En el colegio conocían mi pasión. Siempre escribí los discursos, participé de concursos de narrativa, siempre representaba al colegio en todos lados. Guardé toda mi producción en un en una caja. Cada vez que quede embarazada, le escribía a mis hijos pero nunca me animé a mostrárselos, hasta ahora que publiqué el libro. Ellos no sabían nada de mi faceta de escritora. Tengo dos: Mía que ahora cumple 14 y Tomás de 17.
¿Qué reacción tuvieron cuando vieron que su mama quería publicar un libro?
- ¡Fue la reacción más cómica! Yo escribía por las noches y me venían y me decían 'estás loca, andate a dormir'. Para ellos fue recontra insólito porque estaban acostumbrados a verme con cosas de mi trabajo. Mi hijo mayor, con ese sarcasmo adolescente, me decía, ¡estás loca, cómo te vas a poner a escribir una novela! Y yo le respondía ¡Así voy a escribir porque tengo ganas de escribir! No se sorprendieron porque vivieron todo ese proceso.
Siete meses duró la rutina de Alejandra, esa que la transformó "oficialmente" en escritora. "Le puse disciplina", revela la escritora y añade: "Nunca me había decidido a darle un espacio a la escritura, pero cuando me decidí dije 'bueno, si lo hago, lo voy a hacer y lo quiero terminar". Aunque el camino no es rectilíneo sino, más bien, todo lo contrario: "Había momentos donde la inspiración no surgía".
¿Y cómo transitabas esos momentos?
-Me pasa también ahora, con mi segundo libro. Quizás estoy todo el día pensando que tengo ganas de escribir. Me agarra como esa locura de que estoy manejando y se me aparece alguna idea, un diálogo o una palabra, me mando audios de WhatsApp para mí. O me escribo chats. Por ahí hay días en los que no veo la hora de llegar a mi casa, acostar a los chicos, cerrar el día y ponerme a escribir. Y, a veces, me siento muy cansada, me cuesta horrores hilar las frases como yo quisiera. Entonces esos días digo 'no, este día, no'.
"El primer capítulo es el más difícil, por lo menos para mí, porque es engendrar las bases para que después las historias florezcan. Tiene mucho para dejar hacia adelante, entonces lleva mucho tiempo y mucha energía. También me ha pasado de no poder parar de escribir, va pasando la noche y cuando me quiero dar cuenta, empiezan a cantar los pajaritos en el árbol que da con mi balcón. Y digo, 'me tengo que ir a dormir que mañana tengo que ir a trabajar'.
"Pero así como me pasa esas cosas, me pasa que me siento ganas de escribir y no viene la inspiración, pero son cosas que pasan, es parte del proceso y se disfruta, por algo se dan las cosas. Con esto de la escritura aprendí a que las cosas fluyan, también es un aprendizaje para mí: quiero disfrutar el camino, entonces no me voy a poner plazos. Ya para plazos tengo el derecho y la abogacía. Esto para mí es un sueño, un refugio".
¿Dónde nacieron los personajes de "El día después del amor"?
-Nacieron de millones de vivencias. Yo soy muy amiguera, tengo muchas amigas mujeres y varones.
He vivido, escuchado y sentido historias de amigas, propias, esas que te van contando de uno, del otro. Quizás estas historias tienen mucho que ver con un momento de mi vida, me fueron resonando y tenía ganas de hablar del amor, del desamor. Y de dejar un mensaje: que el primer y el último amor siempre va a ser el amor propio.
"'El día después del amor' cuenta historias ficticias que confluyen en algo, tienen ese mismo mensaje, independientemente del final de las historias, de cómo terminaba ese amor romántico. Este primer libro es sobre el amor propio, creo que es el camino correcto para todos".
En tu novela está muy bien reflejado cómo nos vamos perdiendo cuando estamos con otra persona, como que nos vamos diluyendo...
-Sí, la autopostergación... para cumplir las expectativas ajenas vamos anulando las emociones y creemos que estamos en el camino correcto. A mí quizás la vida me enseñó a que el camino correcto tiene que ser escucharme a mí, dejar de anular mis emociones porque, tarde o temprano, ¡gracias a Dios! las emociones afloran. Son como enredaderas que, en algún lugar, se van colando hasta volver a renacer. Muchas veces no tiene que ver con que el otro nos pida algo, creo que -me parece- tiene más que ver con la responsabilidad emocional con nosotros mismos.
"Uno las elige, siento que esas decisiones no nos llevan a nada más que a dejar pasar, a vivir en automático. Una vida que es una sola, que no sabemos hasta cuándo, que no sabemos con quién. Creo que lo más importante de la estructura de una persona es ser. Ser con lo que siente porque, más temprano que tarde, las emociones van a venir, te van a golpear la puerta. Quizás en algún tema físico, psicológico, familiar, pero en algún momento la emoción llega y te dice bueno, 'Hola, acá estoy!'. Ahora salió un estudio de Harvard que dice que las emociones gobiernan todas las relaciones, inclusive las laborales, las de poder, absolutamente todas. Quizás estaría bueno darles el lugar que merecen".
¿Cómo qué es lo que viene? Si nos puedes adelantar algo
-Muchos de los clubes electores que fui me piden la segunda temporada del primer libro. Bueno chicos, pero ¡esperen! ¡Dejen a los personajes tranquilos! Porque, encima, son siete y son historias con un montón de cosas. La verdad es que, cuando termine, 'El día después del amor', me tomé un mini descansito, pero ya quería empezar a escribir otra.
Con respecto a su segunda novela, que está en proceso, Alejandra Lanfranqui comenta: "Esta es una novela que tiene un personaje central, una mujer, Clara, y tiene que ver con los mandatos, con las miradas, con los patrones sociales que caen obre la mujer y cómo una va formando su estructura psicológica en base a esos legados que desde chico van tejiendo ese ADN emocional. Habla de una chica que llegó a cumplir con todas esas expectativas, llegó ese día y es el día más infeliz de su vida. Terrible, ¿no? A sus 40 años ocupa ese lugar que quería la madre, el padre, los hermanos, la sociedad, sale en los diarios. Pero ese día es más infeliz de su vida. Ahí empieza el primer capítulo porque se pregunta '¿Cuándo viví?, ¿Cuándo me toca a mí?' Y quizás lo que estoy viendo a medida que escribo que veo que todas esas legados patrones mandatos, creencias, limitantes que son cosas más profundas que una carga, una mochila. Es un camino que requiere irse hacia adentro para limpiarte, despojarte de todo eso y sanarte. Y luego, ir por un resurgimiento, pero para eso no es cuestión de dejar esta mochila, a partir de hoy me pongo la pollera corta y me dejo el pelo suelto y ya no tengo más patrones sociales... no, es algo mucho más profundo, más estructural, que requiere un crecimiento personal y las ganas de hundirse en las sombras y de cuestionar todas las cosas que desde chiquitas nos fueron imponiendo, la mayoría de las veces con amor, pero fuimos recepcionando cosas en nuestros corazones, en nuestra cabeza".
¿Qué reflexión podés compartir en este momento, de lo que te está pasando con tu primera novela publicada?
-Yo creo que mi sueño está cumplido cada vez que recibo o un audio o un mensaje o una charla de algunos de mis lectores. Son caricias al alma, participé de algunos clubes de lectores con personas que ya habían leído mi novela, siento que he llegado al corazón. Y ellos me sienten cercana, me cuentan sus historias y en donde les resonó. Nada más lindo que generar puentes, para mí todo lo que estoy viviendo es un sueño cumplido.
Fotos: Alejandro Carra
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