Considerada una de las supermodelos de los 90, esta cordobesa triunfó en el mundo al lado de Claudia Schiffer, Naomi Campbell y Cindy Crawford. Hoy a los 44 años y viviendo con su hija en Estados Unidos se animó a contar que hace cuatro meses le diagnosticaron esclerosis múltiple pero está en remisión.
Mimada por Karl Lagerfeld, elegida por John Galliano, María Inés Rivero (44) fue una de las supermodelos de la década del 90, época la devoción por las estrellas de Hollywood pasó a las modelos. Y ahí estaba María Inés, cordobesa, triunfando en París y Nueva York, liderando las pasarelas de las marcas de lujo de la alta costura, codeándose con Claudia Schiffer, Cindy Crawford, Naomi Campbell y Christy Turlington. Ella era una entre las top five de la moda.
Hacía tiempo que no sabíamos nada de ella, más allá del trabajo social que hace con la ong Techo, que en últimamente la trajo a Mendoza y a la Patagonia.
Un diagnóstico inesperado
Está pasando la cuarentena en Key Biscayne, Miami, junto a su hija Maia Mora (18) fruto de su segundo matrimonio con el financista cubano Jorge Mora, de quien se divorció en 2004. María Inés se había casado anteriormente, a los 19, con el fotógrafo Alé de Baseville; y se casó por tercera vez con el entrepreneur ecuatoriano Ernesto Estrada. Ahora está en pareja con John Boord, con quien había tenido una relación anteriormente y volvió a reencontrarse en junio del año pasado.
En medio de la cuarentena, María Inés se animó a contar que tiene esclerosis múltiple, una enfermedad autoinmune, que ataca el sistema nervioso central y que aún no tiene cura.
Una nueva oportunidad
Empezó a tener síntomas en enero del año pasado (empezó sintiendo menos fuerza en el brazo derecho, calambres en un pie, se le resbalaban las cosas de la mano, uno de los párpados le temblaba bastante, le picaba y le ardía la piel) y cuatro meses después le dieron el diagnóstico. Y enseguida aclara que es una afortunada porque la enfermedad fue descubierta en un estadío muy temprano y que aún está en remisión.
Cuando se enteró de la enfermedad, dejó de andar a caballo, y sumó yoga y meditación a su rutina diaria. Le agradece a la esclerosis el haberla sacado de la depresión en la que estuvo sumida durante un año (cuando su hija se mudó a Pensilvania para estudiar en la facultad Economía, Política y Filosofía), y porque le dio un nuevo rumbo a su vida y una segunda oportunidad.