Nos dicen que cuidarnos es vital. Que con la crema ideal, la rutina de skincare perfecta o el cuerpo soñado vamos a estar bien. Pero, ¿y si no alcanza? ¿Y si tanta búsqueda nos deja más cansadas que antes?
La especialista en bienestar Carolina Winograd, fundadora de @kaliope.glow y experta en yoga facial, lo explica con claridad: "El autocuidado real no tiene que doler. No tiene que pesar. Tiene que sostenerte, aliviarte. Tiene que devolverte a vos".
Y brinda esta guía de autocuidado genuina, sanadora y reconfortante.
¿Cuidado… o mandato disfrazado?
La psiquiatra Pooja Lakshmin lo llama pseudo autocuidado: esa avalancha de consejos que prometen bienestar, pero que se convierten en una presión más. Una exigencia disimulada. Una carrera infinita por mejorar, rendir, gustar.
Si lo que hacés por vos te deja agotada, frustrada o con culpa… probablemente no sea autocuidado. Sea exigencia. Y el cuerpo lo sabe: se tensa, se fatiga, se apaga.
El ritual invisible que sí te cuida
Si intentar cuidarte te deja más agotada que antes… Muy probablemente no sea autocuidado. Sea exigencia camuflada. Un deber que adicionar. Una presión nueva que resistir. Algo que, en lugar de aliviarte, te carga.
Porque el autocuidado real no te exige ser quien no sos. No te pide que aparentes años que ya no tenés, ni que corras detrás de versiones inalcanzables de vos misma. El autocuidado real no tiene que doler, ni pesar. Tiene que aliviarte. Sostenerte. Tiene que devolverte a vos.
Es eso que hacés en silencio, cuando nadie te mira.
Esa pausa en medio del caos.
Esa coherencia entre lo que sentís y lo que hacés.
Es elegirte, aunque a otros no les guste.
Porque el autocuidado real no es cosmético, es regenerativo. No busca una selfie perfecta, busca una vida más plena. Es ese ritual chiquito, que nadie aplaude, que muy probablemente no te sume "likes", pero que a la larga te hace volver a tu centro, a vos misma.
Una práctica para volver a vos
Te compartimos un ritual fácil, amoroso y profundamente reparador. No necesitás nada más que unos minutos y tu presencia:
1- Buscá un lugar tranquilo. Sentate cómoda y cerrá los ojos si lo necesitás.
2- Llevá tus manos a la cabeza. Acariciá suavemente desde arriba hacia abajo, como si estuvieras barriendo la energía pesada.
3- Formá una “V” con tus dedos y abrazá tus orejas. Friccioná suavemente mientras respirás profundo.
4- Deslizá las manos por el cuello hacia las clavículas. Repetilo cinco veces, sin apuro.
5- Apoyá un dedo entre tus cejas. Ese es el punto Yin Tang o “tercer ojo”. Mantenelo durante un minuto.
Mientras lo hacés, escuchá tu cuerpo. Escuchate. Sin juzgar. Sin esperar nada. Solo estando.
Cuidarte es volver a vos
El autocuidado real no grita, no exige, no compara. Susurra. Acompaña. Y te recuerda que no estás acá para cumplir expectativas ajenas, sino para habitarte con verdad.
No hay crema ni suplemento que reemplace esta pausa. Porque cuando te elegís -en lo pequeño, en lo auténtico- no solo te estás cuidando: estás volviendo a vos. Y ese regreso, aunque nadie lo vea, lo cambia todo.
Fuente: Carolina Winograd, especialista en Wellness & Yoga Facial @kaliope.glow
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